Nací en Gijón, cumplí 2 años en Tánger y desembarqué en Langreo, en plena Cuenca del Nalón, en donde crecí al tiempo que las fábricas y los pozos mineros. He tenido desde entonces una relación curiosa con la fantasía que descubría en los libros y la realidad de una sociedad en permanente cambio, propiciado por las reivindicaciones de los mineros y de los metalúrgicos, y el nacimiento de foros culturales clandestinos que surgían como hongos. En ese ambiente, que recuerdo de manera gráfica como una flor saliendo airosa de un resquebrajado bloque de granito, me formé, como digo, entre el vuelo que me daban la lectura desaforada y anárquica de los libros prestados en la biblioteca municipal, y el miedo al poder absoluto, del que se encargaban de recordarte cada día en la escuela y en la calle. Aun así, la infancia es ese espacio sagrado que alojamos en la memoria. José Hierro lo dijo mejor:
Cuántas veces he vuelto, en sueños/a lograr aquella mañana…
Pero volvamos a la realidad para contar que lo último que he hecho en lo laboral ha sido dirigir el Teatro Fernán Gómez-Centro de Arte, en el que disfruté el breve tiempo en que creí que los capitostes culturales del Ayuntamiento de Madrid tenían un plan serio para, a pesar del impedimento económico, formar un equipo sólido que mirara hacia el mismo lado. Me volví a equivocar y descubrí -nunca es tarde para descubrir dónde se esconden los lobos al acecho-, que en este país nuestro, el atropello civil está a la orden del día.
Venía de dirigir un rato la Fundación Antonio de Nebrija y asumir la responsabilidad de las Relaciones Institucionales de la misma universidad. Un rato que duró 6 meses, y que me hicieron valorar aún más los casi cuatro años que me había divertido ejerciendo de Delegado del Principado de Asturias en Madrid. Qué suerte es poder divertirse mientras se trabaja, mucho y bien (y perdón por la inmodestia). Pero en esas estábamos cuando llegó Cascos y mandó a parar. Espero que la Historia no lo absuelva.
Lo demás, lo anterior quiero decir, viene ya del siglo pasado. Bajo la protección de Juan Cruz estuve al frente de la comunicación de las editoriales del Grupo Santillana: Alfagura, Taurus, Aguilar y El País-Aguilar, y tres años antes, acudiendo a la llamada de Juan Carlos Laviana, me hice cargo de la coordinación de “La Esfera”, el suplemento cultural de El Mundo. Buenos años de aprendizaje que me sirvieron para que aquellas páginas recibieran en 1999 el Premio Nacional de Fomento de la Lectura del Ministerio de Cultura.
En la prehistoria asturiana he sido colaborador en diversos medios de comunicación, coordinador de talleres literarios, premios de novela y congresos de escritores, de cuyas jornadas queda constancia en algunos libros: Encuentros con el 50, la voz poética de una generación (Brines, Barral, Goytisolo…), 1987; Narrativa 80 (Muñoz Molina, L. M. Díez, Millás…), 1988; Literatura Hispanoamericana, Realidad y Ficción I y II (Bioy Casares, M. Benedetti, Sergio Ramírez, J.R. Ribeyro…), 1991-92; Últimos 20 años de Poesía Española (L.G. Montero. J.L. Panero, A.M. Sarrión…), 1993; Ejercicios de Estilo (Rosa Montero, Bernardo Atxaga, Manuel Rivas…), 1997; Para envolver el pescado. El periodismo a examen (Pérez Reverte, Emilio Alarcos,), 1998; Opiniones contundentes para el siglo XXI (M.V. Montalbán, Boadella, Manuel Vicent…), 2000. Elaboré una antología de la poesía de Ángel González para el libro Verso a verso; colaboré en el guion de dos programas de TVE sobre el poeta, y me embarqué en una aventura editorial mínima, de libros de gratísimo recuerdo, entre el que está Guía para un encuentro con Ángel González (Luna de Abajo, 1985). Hice mis pinitos con la poesía y publiqué Vivir de milagro, título prestado por Ramón Gómez de la Serna, que en su Autobiografía dice: «Vivir de milagro todos los días llegó a ser en mí una costumbre».
En 2004, la editorial Visor tuvo la delicadeza de editarme Poesía para los que leen prosa, un libro que aún hoy continúa dándome alegrías porque sigue ocupando un espacio en los anaqueles de librerías con exquisito gusto. Es, como el propio título indica, un esfuerzo para acercar el género poético a lectores no iniciados. Después publico Los mejores poemas de amor. Desde Quevedo hasta nuestros días (Onlybook, 2006), y en 2105 Leguaeditorial me publica Va pensiero, un libro de poemas con fotografías de Julio Estrela y una canción de Luis Eduardo Aute.
En 2004 hago al fin algo con visión de futuro, me asocio con Palmira Márquez y fundamos Dos Passos, Agencia Literaria y Comunicación.
El resto, querido Hamlet, no es silencio. Empieza ahora.