Cada vez que voy a Alcalá de Henares vuelvo a Madrid con la sensación de haber estado en un lugar en el que la vida cultural se mueve. Imagino que sus esforzados agitadores sufrirán parecidos inconvenientes en todos lados, pero las veces que he ido a Alcalá he sentido como que el espíritu de Cervantes estuviera en el aire.
Lo más conocido en Alcalá es el Festival de Teatro Clásico, que dirige Pablo Nogales, pero eso está patrocinado por la consejería de cultura de la Comunidad de Madrid. Yo me refiero a iniciativas privadas como La Posada de Hojalata (www.laposadadehojalata.com) y La librería de Javier (www.lalibreriadejavier.com) , por poner solo dos ejemplos con los he tenido la suerte de encontrarme en poco tiempo.
La Posada de Hojalata es la primera escuela creativa en Alcalá de Henares. Un centro formativo en diferentes disciplinas artísticas, en el que se imparten talleres y cursos como el de escritura creativa, del director de La Posada de Hojalata, el escritor David Vicente; la Tutorización de proyectos poéticos, de Óscar Santos Payán; Escritura creativa para niños (entre 9 y 12 años), impartido por Marta Fernández Rañada; Claves para escribir una novela negra, de Guillermo Roz, y muchos otros cursos de novela, de teatro o de ajedrez, que convierten el número 12 de la calle Nebrija (buen padrino para una escuela de letras) en un ir y venir de profesores y alumnos, que cargan el entorno de energía, de sabiduría y de ganas de aprender.
El creador de La Posada de Hojalata, David Vicente (El sonido de los sapos, relatos, y Un pequeño paso para el hombre, novela, ambas en Ediciones Tagus, seleccionada entre las cinco mejores ópera prima de 2012 por El Cultural de El Mundo), hizo Ciencias Políticas en la Complutense y se especializó en la Unión Europea por el Colegio de Politólogos y Sociólogos, pero antes de desarrollar su carrera profesional se bregó como mozo de almacén, operario en una panificadora industrial, camarero, vendedor de colchones y gerente de una librería-café, entre otros loables oficios antes de emplearse como corrector, lector y editor para distintas editoriales, y como redactor freelance para prensa gráfica, radio y televisión. Pero la labor titánica de David Vicente no acaba ahí porque en los últimos años ha sido guionista de numerosos cortometrajes, series y documentales de índole social, entre los que destaca Rompamos con el maltrato, basado en la obra El diario de Sara, o la serie web TV Historias en igualdad. Ya metido en las labores profesionales para las que tanto se preparó, ejerció también como jefe de redacción en el canal de literatura Literalia Televisión y se ocupó de la dirección editorial del sello independiente Ediciones Baladí. Ha sido articulista en el Diario de Alcalá, donde contó durante mucho tiempo con una columna fija en la sección de cultura, y crítico literario en varios blogs especializados como La tormenta en un vaso.
Hoy, David Vicente sigue en activo y se ha embarcado en La Posada de Hojalata para contar a los demás que hay que buscar la creatividad en uno mismo y para enseñar lo que sabe y ayudar a leer y escribir con placer.
Otro de los alcalaínos de pro es Francisco Javier Rodríguez Álvarez, que regenta en el centro de Alcalá la Librería Cervantes, también llamada La librería de Javier, que ha conseguido crear, con esfuerzo y buen hacer, un club de lectores que se reúnen en torno a un escritor, unas quince veces al año, para leer y comentar sus libros. El sábado pasé allí una tarde memorable, como acompañante de la agente literaria Palmira Márquez, a la que habían llamado para que uno de los autores de Dos Passos fuera el escritor invitado en ese club de lectura. Y ahí nos fuimos con Natalio Grueso, cuya primera novela La soledad (Planeta), además de contar con el favor de miles de lectores españoles (ya ha salido la tercera edición) ha comenzado su carrera europea habiéndose vendido los derechos extranjeros a Italia, Francia, Alemania, Turquía y República Checa.
«La soledad» como recomendación del librero
Más de cuarenta lectores compartieron con Natalio Grueso en el salón de actos del Círculo de Contribuyentes, la experiencia de La soledad y, algo que no suele darse en otros coloquios, todos lo habían leído y un 90% de los asistentes tomaron el micrófono para expresarle al autor sus sensaciones. Las palabras que más sonaron aquella tarde, además de los agradecimientos por haberla escrito, fueron “prosa elegante, ternura, novela que hace lectores…”.
Javier Rodríguez, el anfitrión, nos abrió después su librería de la calle Ramón y Cajal, 10, para que el autor firmara en el libro de honor. La librería de Javier me recordó a la Shakespeare and Company, de Silvia Beach, en el París de entreguerras, y no precisamente por su apariencia física ni por su tamaño, sino porque los libros se abarrotan con un orden controlado en un espacio pequeño con toques personales como el de una cálida lámpara de pantalla, una mesita redonda, pequeños carteles hechos a mano ante los libros para distinguirlos por géneros…
Antes de irnos, Javier nos regaló un sobrecito que contenía unos dibujos con los que había hecho marca páginas, y allí, ante la puerta de librería nos contó su curiosa historia: “Están dibujados por un mendigo, una persona que pide por las calles de Alcalá; se llama Francisco Pozo Rodríguez”. El tal mendigo no solo es un dibujante magnífico, sino que también se ha leído el Quijote del derecho y del revés, como naturalmente se desprende de los dibujos, que además Francisco los explica y dice a qué capítulo pertenecen. Javier los ha llamado “El Quijote de Francisco” y ha hablado con Jesús Egido, de la editorial Rey Lear, para que puedan ver la luz en forma de libro.
La historia del mendigo me trajo a la memoria un cuento de Javier Marías titulado «Un epigrama de lealtad», de su libro Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables (Alfaguara), que trata de un librero de viejo que tiene en su escaparate unas ediciones muy valiosas y un día, mientras él trabaja en su mesa, ve a un mendigo mirándolas con atención, un mendigo que sabe más de lo que el librero podía imaginar.
Estas son las cosas que te asaltan en Alcalá de Henares y estas son algunas de las personas especiales que lo pueblan. Estoy seguro de que la influencia de Don Miguel hace que afloren en ellos quijotescos desfacedores de entuertos con empleos de mucha enjundia y poco provecho material.
Alcalá de Henares: una isla a media hora de Madrid bajo cuyos adoquines David y Javier han descubierto playas para contagiar de imaginación a cuantos quieran dejarse inocular por virus benefactores. Me ha salido la frase de un tirón, así que la dejo tal cual.
Vale.
VÍCTOR MANUEL: «50 AÑOS NO ES NADA». OVIEDO, 14 de SEPTIEMBRE de 2014
Desde que en 1968 sonaron por primera vez las canciones de Víctor Manuel: “El tren de madera”, “La romería” y “El abuelo Víctor”, he seguido fielmente toda su carrera. Estas dos últimas han quedado como un emblema, a pesar –o tal vez por eso– de contar historias locales, como puede ser, en el caso de “La romería”, una fiesta popular en el valle de Cuna por los mártires San Cosme y San Damián, en las inmediaciones de Mieres, o la historia de su abuelo, picador en la mina. Víctor Manuel siempre supo contar su historia personal –como lo hizo hace muy poco en su magnífico concierto “Vivir para cantarlo”-, para el que compuso una música que queda prendida para siempre en el recuerdo y que se sigue cantando con la misma pasión que el primer día. O al menos es lo que hicimos Palmira y yo el viernes, 14, en Oviedo, en el concierto “50 años no es nada”, en el que acompañaron a Víctor Manuel muchos amigos: Aute, Serrat, el Gran Woyming, Estopa, Sole Giménez, Miguel Ríos, Pedro Guerra… y así hasta dieciséis, además de Miguel Poveda, apoteósico cuando se arrancó con “Yo soy un hombre del sur/polvo, sol, fatiga y hambre”, de la canción “Asturias”, el escalofriante poema de Pedro Garfias, transterrado en México por la Guerra Incivil Española. Al piano, su hijo David, a los coros, su hija Marina. En dos de las canciones, su mujer, su musa, Pilar (“es un volcán/es algo más”), la siempre impecable Ana Belén. De nuevo juntos pusieron en marcha todos los sentidos a las 20.000 almas que estábamos allí, con “La puerta de Alcalá”.
He estado en muchos conciertos de Víctor Manuel y siempre que vuelvo la sensación es la misma: la felicidad de rememorar el pasado con la alegría que te transmiten sus canciones. Recordar tal como éramos, contra lo que luchábamos. Quizá lo que nos ocurra ahora sea parecido a lo que Ángel González contó en su poema “Otro tiempo vendrá distinto a este”, que termina con esta rotundidad:
…estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.
Víctor Manuel ha sido uno de los personajes a los que había que seguir, si eras de izquierdas, naturalmente. Y su valentía por sacar adelante las letras que la censura se encargaba de remendar con tachaduras fueron siempre aire fresco. Todo lo que contaba en plena dictadura con “El cobarde”, por ejemplo, o después, en la Transición, que también fueron años complicados, con el disco 10, que publicó en 1978, en el que incluía un homenaje a Ignacio Fernández Inguanzo, al que conocíamos como “El paisano”, uno de los históricos luchadores contra el franquismo; o también la canción “Aire libre”, sobre un poema de Blas de Otero. Y luego su repertorio asturiano: “Cuélebre”, “Paxarinos”, “La planta 14”, canción ésta que me pone la piel de gallina, que me hace llorar y que me hace cabrear de impotencia. Un batiburrillo de sensaciones que se me entremezclan en tres minutos.
El concierto de Oviedo ha vuelto a conseguir que durante dos horas y media cantara con él a voz en grito, con la ayuda de Palmira, que a pesar de ser tan joven las cantaba con el mismo fervor. Pero de esa noche me quedó una impresión que no había tenido nunca con una de sus canciones: “Soy un corazón tendido al sol”. Cuando Víctor Manuel la publica en 1979 yo la recibo con la alegría de una nueva canción suya, pero no ha sido hasta este concierto del pasado día 14 cuando, antes de interpretarla, Víctor Manuel dice que la escribe después de una dura travesía del desierto. No contó más y yo tampoco sé lo que le ocurrió, aunque puedo presuponer desengaños y otras decepciones porque tras escucharla a la luz de ese mensaje aprecio mejor un canto a levantarse de nuevo, a pesar de todo lo ocurrido. Me ha parecido más hermosa que nunca y la he adoptado como una más entre el repertorio que prefiero: “Quiero abrazarte tanto”, “La planta 14”,”Nada sabe tan dulce”, “Luna”, “Asturias”…
SOY UN CORAZÓN TENDIDO AL SOL
Aunque soy un pobre diablo,
casi siempre digo la verdad.
Como fuego abrasador,
siempre quise ser el que no soy.
No transcurre el tiempo junto a ti,
no existe el reloj;
no tiene sentido entre tú y yo.
Aunque soy un pobre diablo,
se despierta el día y echo a andar.
Invencible de moral.
¡Qué difícil es buscar la paz!
Convivir venciendo a los demás…
Nuestra sociedad
es un buen proyecto para el mal.
Dejo sangre en el papel
y todo lo que escribo
al día siguiente rompería
si no fuera porque creo en ti.
A pesar de todo,
tú me haces vivir,
me haces escribir
dejando el rastro de mi alma
y cada verso es un jirón de piel.
Soy un corazón tendido al sol.
Aunque soy un pobre diablo,
sé dos o tres cosas nada más:
sé con quién no debo andar,
también sé guardar fidelidad.
Sé quién son amigos de verdad,
sé bien dónde están:
nunca piden nada y siempre dan.
SOBRE TEATRO Y OTRAS COSAS DEL ESPÍRITU
Para Natalio Grueso: mi agradecimiento infinito por su novela, La soledad
Verano y Teatro Romano de Mérida ya es para mí -y nunca mejor dicho- un clásico. Entraré de nuevo en ese santuario mañana, viernes 25 de julio, y me reiré con el loco de Aristófanes, que era un sabio porque colocaba entre medias de su discurso dramático un torrente de críticas con humor y valentía. Pero también fue un tipo conservador en su defensa de los valores religiosos y poco dado al avance del pensamiento. Para él, Sócrates era poco menos que un cantamañanas, y Eurípides (uno de los tres padres de la dramaturgia griega), una especie de un aprendiz de todo, aunque en la obra que veré este verano, Las ranas, se mete bien a fondo con la crisis del teatro y hace bajar al Hades al dios Dionisio en pos de Eurípides para traerlo de nuevo a la vida, a ver si soluciona la cosa. Aristófanes es también el autor de Lisístrata, una comedia en la que las mujeres de los guerreros, hartas de tanta guerra piden la paz de una forma muy peculiar: se ponen en huelga… sexual. Así era Aristófanes.
Este año ha pasado por Mérida una superproducción de La Ilíada. Yolanda Markapoulou, la productora, ha dicho a El País: «Una pieza clásica como esta cree en un diálogo con otros países. Abrir un camino para mostrar que Grecia no solo tiene riqueza clásica sino también contemporánea».
La ruta de esta moderna Ilíada, además de Mérida, pasará por Madrid, Amsterdan, Canadá…, es decir, todo un destino global, porque la cultura, cuando está bien hecha, bien programada, bien dotada de medios y ayudas, el mundo la solicita y la disfruta, así que entre este año y 2015 Grecia seguirá intentando levantar la cabeza económica y social pero mientras tanto su cultura tendrá voz en todo el mundo. Seguro que recordaréis esta noticia: «El presidente del PP y candidato de este partido a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, ha restado hoy importancia al cambio climático aludiendo a un primo suyo, catedrático de Física de la Universidad de Sevilla. «Yo de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá. Y entonces dijo: ‘Oiga, he traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla’. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?», se ha preguntado el líder de la oposición. Por ello, ha aseverado, no podemos convertir esta cuestión «en el gran problema mundial».
Yo le recomiendo vivamente a Rajoy que lea este verano Fisica para futuros presidentes, de Richard A. Muller, porque no podemos aguantar más tanta falta de criterio, tanta incultura y tanto desprecio por la ciencia, porque según Richard A. Muller, «Cualquier persona que se interese por la marcha del mundo ya sabe mucho del tema, pero como dice el exvicepresidente estadounidense, y Premio Nobel de la Paz, Al Gore en su documental Una verdad incómoda, el problema de la mayoría de la gente no es la ignorancia, sino el conocimiento de muchas cosas que no son ciertas». Ernesto Pérez Zúñiga, espléndido poeta y novelista, ha puesto en su facebook esta receta que ahora copio yo con mucho gusto porque todo me parece poco para atacar a los piratas y a la vez reivindicar el valor del libro y la lectura. Lo ha llamado Recetas infalibles y dice así:
Comprar y leer libros. No piratearlos nunca. No sustituir las horas de lectura por un vagabundeo por redes sociales, internet. Presumir de libros. Llevarlos al café y al parque. Manifestarlos en el metro. Dedicarles los momentos de espera: abrirlos en los semáforos y en el portal, mientras un cómplice nos abre la puerta. Comerlos entre horas. Usarlos en cualquier postura. También en el baño, siempre que se repongan. Camuflarlos detrás del paquete de lentejas y café. Entre la ropa del armario. Dentro del lavavajillas (en la buena época, se inventó el libro sumergible). Leer, en fin, libros consistentes y presumir de ello. El que no lo haga es tonto.
Como me gustó tanto, di la voz de alarma y acudió otro novelista no menos espléndido, llamado José C. Vales, que me recomendó el último párrafo de su blog (no dejéis de leerlo para aprender todo y más de literatura), y aquí está también su Receta:
Insistiré en que creo que cada cual puede hacer lo que le venga en gana en este mundo libresco siempre que no cometa delitos, ni robe, ni plagie, etcétera, y se someta a las leyes y a las normas elementales de educación. No tengo opinión sobre quienes tienen otros gustos u otras preferencias, y si leen en e-books o en estelas funerarias, en megalitos, en planchas de cobre, en puertas de baño, en ordenadores, en teléfonos o en papiros es cosa de cada cual, y a mí ni me va ni me viene. Ni los juzgo ni evalúo su capacidad para asumir la modernidad. Y espero que tengan la bondad de hacer lo mismo conmigo, aunque sólo sea por piedad y misericordia: los libros son mi antídoto contra la cháchara inútil y el herrero que me libera de la servidumbre.
¡Saludos, luciérnagos!
Habrá más recetas en próximas entregas
Ives Bonnefoy dijo que «La sociedad sucumbirá si la poesía se extingue».
Einstein dijo que “Si desaparecieran las abejas, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida. Sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres“.
Yo digo que entre lo que dice Bonnefoy y lo que dice Einstein está todo el entramado espiritual y físico del mundo.
Hace unos días salía yo de un banco tan ufano -perdón por el eufemismo- y oí, muy cerca y muy potente, a una mujer gritarle a otra, que ya casi cruzaba la calle, lo siguiente: «Dale una retroalimentasión brutalmente honesta». Y escribo con «s» el palabro porque fue así como lo dijo, con todo su acento mexicano.
Bajé bastante trecho de la calle pensando en la frasecita. Confieso que me impactó la seguridad de la hablante para pronunciarla, más bien para gritarla a los cuatro vientos. Y seguí bajando la calle pensando qué querría decir la señora con aquello que, bien mirado, parece un lanzamiento de jabalina verbal, un «dale fuerte cuando llegues, mi cuate», pero no. Tras mucho pensar (porque bajé mucha calle para llegar a esta conclusión), decidí que lo que la buena señora le estaba diciendo a la otra, no menos buena, porqué iba a ser menos, era que cuando se encontrase con su interlocutor le respondiera con la mayor veracidad posible, de forma muy, pero que muy honrada. Es decir, que lo que a mí me pareció un insulto,como un «dale un mamporro en plena cabeza al llegar» era todo lo contrario.
Como anduve tanto calle bajo, pensé también que esto de que el mejor español se habla en Latinoamérica se parecía a aquello tan celebrado de que el mejor castellano se habla en Burgos.
Cosas del lenguaje.
Buen verano a mis hipotéticos lectores. Yo intentaré remojarme en agosto y preparar más post para la vuelta.
A VECES GRAN AMOR
Conocí a José Agustín Goytisolo a mediados los años 80 cuando fue a leer poemas en la facultad de letras de la universidad de Oviedo. Oficiaba yo de presentador ante centenares de estudiantes que se agolpaban en los bancos del Aula Magna y se sentaban en el suelo hasta llegar a rodear nuestra mesa. Desde entonces fueron casi veinte años de amistad ininterrumpida, de lecturas, cursos, viajes, entrevistas, cenas y secretos inconfesables, porque donde estaba José Agustín la vida se desenvolvía de forma poco convencional. Fumó y bebió de manera desaforada y eso le hacía estar exultante y chisposo como nadie, hasta que un día decidió darse una tregua con el alcohol y lo dejó una temporada. Por aquellos días pregunté por él a Ángel González, porque días atrás habían coincidido en un congreso: ¿Qué tal está José Agustín?”, y Ángel me respondió: “aburrido”. Tiempo después volvió a liarse el wisky a la cabeza y recuperó el mismo tono de siempre.
En 1987 invité a los poetas de la Generación del 50 a un congreso (quien quiera abundar puede leerlo en mi Hemeroteca porque lo escribí a petición de Beatriz Rodríguez Delgado para su revista POEMAD). Fueron 3 días que conmovieron al mundo, parafraseando el libro de John Reed sobre la revolución rusa, porque logré reunir a Ángel y José Agustín, y también a Caballero Bonald, Carlos Barral, Carlos Sahagún, Claudio Rodríguez y a Francisco Brines, en conversaciones con Alarcos, con de la Concha, Carme Riera… A la cita faltaron dos poetas: José Ángel Valente, que me envió una carta furibunda para decirme que él no pertenecía a ninguna generación, y no contento con eso, al final de los encuentros publicó un artículo en los mismos términos de cabreo. El otro fue Jaime Gil de Biedma, que no podía estar en esas fechas pero que dijo sí a una entrevista que le hicimos Carme Riera y yo en casa de esta última en Barcelona. Los días que estuve allí los pasé con José Agustín y su familia, Ton Carandell, su mujer, y su hija Julia, que me dieron cama y pensión completa. Una noche cenamos con Horacio Vázquez Rial y otra con Gato Pérez, el autor de “Gitanitos y morenos”. Deliciosas compañías y conversaciones divertidas y llenas de ingenio. Unos días antes de ir llamé por teléfono a Goytisolo para decirle a qué hora llegaría, más o menos, y descolgó el auricular su hija Julia; me quedé algo noqueado al sentir que estaba hablando con la mujer –entonces niña– a la que su padre le había escrito el poema “Palabras para Julia” y que no solo había leído, sino que había hecho bandera tras haberlo elevado a himno Paco Ibáñez.
José Agustín volvió por Oviedo siempre que se lo proponíamos; tanto le gustaba que llegó a pedir a Juan Benito y Lola Lucio, creadores de la Alianza francesa y de Tribuna Ciudadana, que lo adoptaran, y que para facilitarles la cosa él se declararía insolvente. Qué buenos tiempos para la lírica. Si he llamado así este post es porque José Agustín tituló un artículo que le pedimos en Luna de Abajo para el libro Guía para un encuentro con Ángel González, “Elogio, nada desmedido de Á. G.” En 1999, último año que estuve en La Esfera de El Mundo, convoqué algunas firmas para que escribieran en la última un artículo sobre el siglo XX, que estaba a punto de extinguirse. Goytisolo fue uno de ellos, y el texto que me envió por fax -en el que he dejado la información del encabezamiento porque pertenece a un mundo finiquitado, y por tanto tiene un halo romántico-, es este en el que despide del siglo y en el que, qué lejos estábamos de saberlo, también se despidió de nosotros para siempre.
De: José Agustín Goytisolo
A: El Mundo, La Esfera. Miguel Munárriz
Núm. pág. inc. ésta: 2 Tel y Fax:…..
ADIÓS, ADIÓS
José Agustín Goytisolo
Me despido del siglo XX sin demasiada nostalgia. He vivido en su ámbito toda mi vida, o sea que pasé días felices, tiempos buenos y malos y años nefastos. Recuerdo mi infancia, como una edad de asombro, de estupor, de alumbramiento, de aprendizajes y alegrías. Luego, la mal llamada guerra civil y los años de postguerra me golpearon duro, como a muchísima gente, pero sobreviví para contarlo. Fue una época oscura, llena de prohibiciones y castigos, con la que no habia más remedio que enfrentarse si se tenia un mínimo de conciencia. Nunca estuve solo. Tanto en Barcelona, mi ciudad, como en Madrid, lugar donde terminé mis estudios, tuve la suerte de encontrar buenos amigos. Jaime, Carlos, Ángel, Pepe, Emilio, Claudio, Paco… Haberlos conocido y tratado ha sido uno de los mejores privilegios que he tenido en mi vida. Leí mucho, muchísimo, y he publicado poco, pues he roto cantidad de escritos que no me gustaban. Hay textos de los que hice más de veinte versiones para acabar editándolos; y eso creo que está bien: reescribir los propios textos llega a ser un ejercicio de aprendizaje apasionante. La dictadura franquista duró más de lo que era de prever: cuarenta larguísimos años. Después, una transición tibia -dicen que ejemplar, tranquila y sin traumas- y luego la llegada de una democracia, esa sí tibia, pero algo es algo. Fuera de nuestro país, el siglo trajo dos Guerras Mundiales, con masacres, bombardeos, destrucciones y represión de libertades, y todo eso en el llamado mundo occidental; porque sería bueno saber lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá en los países subdesarrollados, llamados del tercer mundo, y en los que están en vías de desarrollo. Me temo que el siglo XXI será peor para el primer, segundo y tercer mundo. Es decir para toda la humanidad. La riqueza y el poder estarán en muy pocas y anónimas manos. Habrá una mediana proporción de gente que podrá ir tirando; y para la inmensa mayoría de la población, guerras de todo tamaño, en todo lugar y por cualquier causa. Me gustaría pensar de otra manera, creer que nuestros sobrevivientes conocerán un mundo mejor. Pero por más que lo intento se me hace imposible imaginarlo así. Habrá una tremenda superpoblación mientras que los recursos se estancarán o disminuirán, y estarán catastróficamente repartidos: mucho para poquísimos, y casi nada para el resto. No creo que los avances tecnológicos, por muy asombrosos que están siendo, y lo serán aún más, puedan servir ni para mejorar a la humanidad entera ni para beneficiar el equilibrio del planeta, nuestros sobrevivientes incluidos. La aparición del «horno sapiens» es muy reciente comparada con la persistencia de ciertos peces, reptiles y mamíferos, y una escasísima fracción de tiempo comparada con la incalculable edad de la vida en el planeta Tierra. Por el camino quedaron muchísimas especies y subespecies, que perecieron o se extinguieron por diversas causas, y algo parecido puede sucederle a la especie humana. Total, que desde la protohistoria hasta la aparición de cierto tipo de inteligencia llamada humana, el mamífero lóbrego y desnudo, que es el hombre, parece haber desarrollado muchísimo su inteligencia, pero a costa de perder instintos y sensibilidades muy importantes, como son: el de la supervivencia, el respeto al medio ambiente que le da vida y la solidaridad entre sus hermanos. Se le ha disparado, en cambio, la agresividad, el egoísmo, el miedo aquí, en la vida, y en eso que llaman «el más allá», que ha provocado la aparición de muchos credos en nombre de los que se matan con gran alegría, pensando en la recompensa que recibirán después de muertos. No sé cómo se desarrollarán las letras y las artes en el siglo XXI pero en este punto soy optimista, pues sé que siempre existirán verdaderos creadores, aun en las condiciones más penosas, y que habrá gente capaz de reconocer su valía. Nunca me ha gustado la ciencia-ficción, porque no es ciencia y no creo que nunca adivine el porvenir. El futuro depende de muchísimas variables, y aún las más serias predicciones no son dogmas, tan poco dogmas como lo son los dogmas de fe. Me gustaría equivocarme, pero cuando escribo esto veo que soy algo optimista, aunque no lo parezca, porque el futuro de la humanidad puede ser peor, más corto y más cruel. A nuestros sobrevivientes, a todos, uno a uno, les deseo buena suerte viviendo, sin guerras, miedos, enfermedades o injusticias. Cada generación y cada siglo han tenido su cara oprobiosa y su cara amable. Deseo que el siglo XXI ofrezca la cara amable de la moneda oscilante, y mucho menos la cruz del oprobio.
Copio este poema de José Agustín Goytisolo porque me gusta recordarlo recitándolo ante los ojos chispeantes y enamorados de las más jóvenes que seguían con pasión cómo lo «decía», porque José Agustín empezaba siempre así: «Voy a decir un poema…»
A VECES
A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala
de espera del dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.
A veces
encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de
la persona que amas y eso te da un tremendo
escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por
hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un
día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.
A veces
una muchacha canta y estás triste y la quieres
un ingeniero agrónomo te saca de quicio
una sirena te hace pensar en un bombero o en un
equilibrista
una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu
prima
un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura
a tu marido.
A veces
explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a
un hombre que se llama Leopoldo
disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu
mujer y en tu hija
ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te
enamoras de quien no hace ni caso
hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
apagan lentamente las luces de la sala y ya buscas la
mano de tu amigo.
A veces
esperando en un bar a que ella vuelva escribes un
poema en una servilleta de papel muy fino
hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea
morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el
chico que te gusta te violara antes del cuarto piso
repican las campanas y amas al campanero o al cura o a
Dios si es que existiera
miras a quien te mira y quisieras tener todo el poder
preciso para mandar que en ese mismo instante se
detuvieran todos los relojes del mundo.
A veces
sólo a veces gran amor.
PARA PARAR LAS AGUAS DEL OLVIDO
Para Jesús Ortiz, que de fabes y de Asturias lo sabe todo
Paco Ignacio Taibo I fue uno de esos seres humanos que después de haberlos conocido te das cuenta de que has tenido mucha suerte, sencillamente porque, como escribió Cortázar para su epitafio: “No andará otro como él”.
Paco Ignacio Taibo I (Gijón, 1924- México 2008) o PIT I como se le conocía (su hijo, el escritor y creador de la Semana Negra de Gijón, era, y es, PIT II), vivió su primer exilio en 1934, a raíz de la revolución de Asturias (su familia se trasladó a Bélgica), regresando en 1936 y viviendo con intensidad la Guerra Civil.
Empezó a trabajar en El Comercio, hasta que en 1959 se exilió en México con Mari Carmen, su mujer, y su hijo mayor, Paco Ignacio. Allí fue una figura importante en el ámbito del periodismo cultural y en el cine, y fue amigo de muchas personalidades de la época, como Luis Buñuel y Amparo Rivelles.
Yo lo conocí siendo él director de la sección cultural de El Universal, de México, cuando su caricatura, «El gato culto», era muy famosa en ese periódico. PIT I volvía cada verano a Asturias, y en Oviedo coincidía con Ángel González, su amigo del alma. Era divertido, generoso, amable y juguetón como un niño travieso, y participó en cuantos proyectos literarios le propuse. Las jornadas de pitanza en el restaurante Casa Conrado, con Ángel, Juan Benito y Emilio Alarcos, eran antológicas. Comíamos y bebíamos y nos reíamos con la alegría que da estar entre verdaderos amigos que anteponían su amistad y el placer de estar juntos a cualquier otra cosa.
Paco Ignacio escribió más de 50 libros. Uno de ellos, Breviario de la fabada, del que hablaré, tuvo cuatro ediciones; la primera por José Esteban en 1981, las dos siguientes por la empresa de transportes ALSA (1985 y 1988), y la última publicada por la editorial Trea en 2010, subvencionada por el Gobierno del Principado de Asturias siendo yo el delegado de la cosa en Madrid. Trea tiró también una edición para librerías; espero que aún haya ejemplares porque el Breviario de la fabada no tiene desperdicio. Se lee saboreando y sonriendo en cada párrafo.
El libro tiene este encabezamiento:
«Un abuelo tuvo vuesa merced, tío de mi padre, que en viendo lechugas se desmayaba: ¡qué hombre era tan cabal!» . FRANCISCO DE QUEVEDO. La vida del buscón, capítulo IV.
El libro empieza de esta guisa, con la descripción histórica del producto estrella astur:
“Los grandes inventos del ser humano se producen siguiendo una ley que pudiéramos llamar de ´unión de circunstancias´. Esa unión hace posible la fabada, que ya estaba allí, ante los ojos de Asturias, pero que jamás hubiera nacido de no haber entrado Asturias en un clima propicio; un clima económico. La historia de la fabada es la historia la prosperidad del país; la historia de los recientes tiempos de las vacas gordas y de los cerdos gordos. No se trata de que no hubiera judías, morcilla, tocino, chorizo y jamón; se trata de que nadie era tan dispendioso como para comérselo todo de un solo golpe”.
PIT I elabora un texto que ya es eterno porque conjuga la felicidad de la tierra con la literatura, el humor con la documentación periodística y la fineza de escritor con el plato típico y tópico de Asturias, un alegato emocionado de las costumbres gastronómicas y festivas de una tierra que ha sabido unir la fabada a las estrellas Michelín. Ahí es nada.
Siguiendo la estela de las cocineras asturianas que transmitieron la receta a sus hijos–mi homenaje a las que conocí siendo niño en la cuenca minera del Nalón, mujeres de armas tomar que llevaban el peso de la casa y el cuidado amoroso pero con mano firme de sus maridos que bajaban a la mina y morían asfixiados o enterrados con menos de 60 años–, siguiendo esa estela, digo,un buen día de 2001 me puse manos a la obra y tras algunas pruebas que sufrieron mis amigos más cercanos me inicié públicamente con una fabada para 20 personas que me vacunó contra el miedo escénico. Tanto debió gustarme que lo repetí. Otro día contaré ambas pitanzas.
Entresaco del Breviario de Taibo un par de páginas. La primera, esta declaración de principios nacionales a favor de nuestro plato por excelencia (o por su excelencia el plato), que es como un menosprecio de corte y alabanza de aldea, sin que el menosprecio sea tal, sino dejando en un segundo plano al cassoulet en un ranking imaginario.
Así lo cuenta Taibo:
El cassoulet es una fiesta con fuegos artificiales
La fabada es una profesión de fe
El cassoulet es un alarde
La fabada es una verdad contenida en sí misma
El cassoulet es un invento francés
La fabada es un hallazgo asturiano
El cassoulet es un cuadro pompier
La fabada es un bisonte pintado en una roca
El cassoulet es una fabada que se perdió el respeto
La otra página es la de la receta. Recetas de la fabada hay muchas, pero todas son más o menos la misma. Esta tiene la literatura y la gracia de este irrepetible personaje que fue PIT I.
La receta:
1. Búsquense seis o bien ocho amigos de confianza; han de ser gentes de buen contar, de buen comer, de buen dormir. Señálese una fecha.
2 Cómprense los ingredientes. Las fabes o alubias blancas han de ser «de la granja» o de otra clase prestigiada. Han de estar bien secas estas judías. Se compran también cinco morcillas asturianas, que jamás tendrán arroz, y cinco chorizos de lomo, que pueden tener algo de carne de vaca, pero no mucho. Se compra un lacón de medio kilo, un hueso de jamón y otro medio kilo de tocino entreverado.
3. La noche anterior hemos metido en agua les fabes; es un baño frío, generoso, ya que ninguna faba ha de quedar en seco. En otro recipiente, el cocinero meterá el tocino, el jamón y el hueso de jamón, tumbién en agua fría.
4. El agua -mientras el cocinero duerme- comenzará a producir efectos benéficos; las judías iniciarán un proceso de absorción y de ablandamiento, la piel se les arrugará suavemente y el tamaño aumentará a causa del líquido adquirido.
Por su parte, el tocino perderá un tanto por ciento de su salazón, y en sus partes externas se ablandará al tacto y aun a la mirada.
5. Se enciende el fuego, se usa una olla de buen fondo, se ponen las fabes en el agua que aún tienen y se les añade el tocino, el lacón, el chorizo y las morcillas.
Estas se pinchan ligeramente para que suelten el aire que pudieran tener.
Sobre la olla se colocarán unas hebras de azafrán para que se vaya tostando lentamente. Este azafrán se usará como colorante incluyéndolo en la fabada momentos antes del último vaivén. Así la fabada tendrá un bello aspecto.
6. La olla no se tapa absolutamente, sino que se deja un resquicio por el que sale el vapor.
El fuego no será furibundo, sino suave, y la cocción apacible y continuada.
7. De cuando en cuando el cocinero se asomará sobre la olla y verá si el agua ha disminuido sensiblemente. En este caso, se asusta la fabada con un poquito de agua fría. La fabada se recupera pronto y comienza a hervir de nuevo.
8. La cocinera, o el cocinero, tendrá que cuidar que las fabes no estén ni demasiado duras ni demasiado tiernas. Un proceso de vigilancia se impone. El hervir de las fabes puede durar una hora y hasta tres, si se resisten.
9. Ya estamos en la fase final; el cocinero, o cocinera, toma la olla por sus asas y produce una especie de vaivén que mueve las fabes y consigue que los diferentes líquidos que cada producto ha segregado se esparzan en el recipiente.
10. Con una cuchara de palo se prueban las fabes y, si tienen poca sal, se les añade.
11. De solo verlas se sabe si su caldo está espeso o un poco aguado. Si así ocurre, se puede hacer lo que sigue: en una sartén se pone un trocito de mantequilla y unas cuantas fabes bien machacadas, se refríen ligeramente y se añaden. Se vuelve a balancear la fabada con cuidado para no estropear la morcilla.
12. S deja que la fabada se asiente, se la mantiene lejos del fuego, pero no tanto que se enfríe. Se espera a que se vaya condensando. Ha pasado una hora, más o menos, y ya es llegado el momento de llamar a los invitados.
13. Se ha cortado pan, que ya está sobre la mesa. El pan ha de ser blanco, con migajón abundante, con una corteza dorada y suave.
14. Se abren las botellas de sidra asturiana o se sirve el vino de Rioja, ya abierto hace rato.
15. Se desea una digestión plácida a todos.
16. Se come.
Paco Ignacio escribe este colofón al final de este Breviario:
«Muchas gracias por su atención, ya saben dónde me tienen: Calle Escondida, número 105, en los jardines de Ahuatepec, Cuernavaca, Morelos, México. Justamente en donde, durante los meses de noviembre y diciembre. 1980, fui escribiendo este Breviario de la fabada, también titulado Afirmación apasionada de un manjar.
…y la fabada
ANA MAª MATUTE, NOVELISTA
Llegué a Madrid en 1996 invitado por Juan Carlos Laviana, subdirector de El Mundo, para sustituir a Manuel Hidalgo en La Esfera, el suplemento de cultura. Mi amigo, el escritor José Manuel Fajardo, que tantas páginas me ayudó a llenar de buena prosa y sabiduría, fue el primero en decirme que Ana Mª Matute estaba acabando la redacción de Olvidado Rey Gudú, que ese mismo año publicó la editorial Espasa. Noticias como esa, o como que Pérez Reverte se estrenaba con el primer Alatriste, que publicaba nuevo libro Benedetti o Umbral, hacían que el oficio mereciese la pena.
Para mí, la Ana María Matute que adoro se remonta a los tiempos remotos de la trilogía Los Mercaderes: Primera memoria, Los soldados lloran de noche y La trampa. También de La torre vigía y muchos otros, una Ana Mª cargada de fuerza social y política. Siempre mantuvo ese pulso e hizo crecer en cada novela su talento literario. He leído mucho a los autores de su generación, la del 50, conocidos también como la generación de la Berza, escritores que vivieron la tragedia de ser sensibles en una sociedad que los consideraba, como poco, raros. Había que reflejar la hipocresía y el pesimismo y lidiar al mismo tiempo con la censura. Esos sí fueron malos tiempos para la lírica, pero ahora tampoco podemos dormirnos porque después de un periodo de crecimiento de la industria cultural estamos asistiendo al cierre de periódicos, de cines y de pirateo indiscriminado del talento ajeno, y quien aún no se haya dado cuenta de que la ideología de la derecha ha vuelto a colocar sus garras en la cultura, es que la cultura le queda muy lejos de sus aspiraciones en la vida.
Este es mi modesto homenaje a Ana Mª Matute, una escritora rebelde que luchó por elevar el grado de civismo en una España vencida por los bárbaros. Que las musas la tengan en su gloria. Gracias Ana Mª.
La mala noticia comenzó así:
La escritora Ana Mª Matute, premio Cervantes en 2010, académica y una de las grandes autoras de la posguerra, ha fallecido este miércoles (25 de junio de 2014) en su domicilio de Barcelona a un mes de cumplir 89 años. Hace sólo unos meses, fue la encargada de entregar la última edición del premio Nadal en su ciudad, donde había nacido el 26 de julio de 1925.
ANA Mª MATUTE: “ESCRIBIR ES UNA FORMA DE PROTESTA Y UNA FORMA DE PREGUNTA»
Josefina Aldecoa y Ana Mª Matute compartieron mesa de debate en Oviedo en 1993. Los Encuentros literarios se llamaban Otra mirada sobre el mismo paisaje y las escritoras invitadas, además de ellas, fueron Cristina Peri Rossi, Ana Mª Moix, Carme Riera, Carmen Gómez Ojea, Clara Janés, Blanca Andreu, Inmaculada Mengíbar y Marina Mayoral. El pretexto, escribimos entonces en el programa de mano, es «Intentar saber qué domina en la escritura, ¿el carácter, la educación?; ¿para quién escribir?, ¿qué modelos imitar?, o debatir sobre el problema que supone descubrir una identidad aletargada o bajo la sombra de unos esquemas de comportamiento, etc.,etc”. En la contra del libro que se publicó después decíamos que ese volumen “reflejaba aquellos Encuentros con los que se pretendió mirar con independencia, libertad y sentido crítico la realidad de cada día”.
Aquel 2 de diciembre en que comenzaban las charlas Ana Mª Matute llegó algo quejosa a causa de una leve torcedura de tobillo, pero con el buen humor que le permitían sus 67 años de entonces. Tal vez fuese la escritora más longeva porque, según dijo, había empezado a escribir a los cinco años, «pero por una razón muy obvia: yo escribí porque no sabía hablar. Igual que ahora tampoco sé hablar, pero entonces menos, porque era una niña tartamuda y era horroroso». Eso hizo que la niña Ana Mª se sintiera discriminada en el colegio y los niños se rieran de ella porque era tartamuda. Empezó oyendo los cuentos que le leía su niñera y cuando leyó por su cuenta fue cuando decidió ser escritora. «Me recuerdo leyendo los cuentos de Andersen, y al abrir el cuento y ver en la página, arriba, Hans Christian Andersen, yo recuerdo que decía, Ana Mª Matute». La soledad también ayuda en ese empeño: » La soledad es un buen campo de cultivo para un escritor”, dice Matute, “en realidad es un oficio muy solitario, muy solidario pero muy solitario. Me encerraba en el cuarto oscuro, el cuarto del miedo, el cuarto en el que si mis hermanos entraban alguna vez, salían llorando, pero yo enseguida me portaba mal para que me metieran en el cuarto oscuro porque por lo menos me dejaban en paz». Las niñas de la guerra tuvieron todo en contra para dedicarse a lo que era su inclinación verdadera. ‘Las monjas nos decían: Leer, poco; novelas, nunca’. Y claro, yo fui novelista».
Pero en ese tiempo, Ana Mª era solo una niña. Luego, ese impulso fue creciendo en ella y sintió que si no continuaba escribiendo se moriría. «Pero después vino la conciencia de escritora, la rebeldía. Para mí, escribir es una forma de protesta y una forma de pregunta porque yo creo que un escritor no resuelve problemas, más bien los plantea, y cuando uno se siente indignado y estafado, como nos sentíamos nosotros, los adolescentes que empezamos a escribir después de la guerra, tiene que manifestar esa indignación, esa protesta y esa pregunta de alguna manera. Y para el que ha nacido escritor nada mejor que la literatura, claro».
Ana María Matute posa para La Vanguardia disfrazada con motivo de la celebración del Carnaval del 2006. Foto: Pedro Madueño/LVE
Ana Mª Matute rompió totalmente con sus amigos de la época juvenil, unos amigos burgueses que pensaban que escribir estaba mal y que era algo intolerable. Rompió con ese mundo y fue cuando empezó a conocer escritores, bien es verdad que aún en ciernes, «porque en la zona donde yo vivía en Barcelona, vivían también muchachos jóvenes como los Goytisolo, Carlos Barral, que había hecho una especie de seminario encima de la editorial, y nos reuníamos allí con José Mª Castellet y muchos otros».
Lo mismo ocurría en Madrid con Josefina Aldecoa que en la facultad de letras coincidió con Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre, José María Valverde, Rafael Sánchez Ferlosio… Eran tiempos en los que las clases de la universidad eran muy poco estimulantes. «Estaba prohibido casi todo», dice Josefina Aldecoa, «yo he llegado a tener con el sello de censura Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez».
Aldecoa y Matute nacieron en 1926 y vivieron el mismo «tiempo hostil, propicio al odio», como escribió Ángel González (1925) en un poema. «Pasábamos la vida en las tabernas», continúa Aldecoa, «eran los refugios naturales. Sin un duro siempre, reuníamos el dinero y se pagaba. Algunas veces bebíamos vino y cuando teníamos un poco más de dinero, otras cosas. Hay tabernas en Madrid en las que hemos agotado cosechas completas de aguardiente con guindas». Y Ana María apostilla: «Oh, sí, y estaba muy rico, por cierto».
LA HEROICA CIUDAD DORMÍA LA SIESTA
Para mis Alas preferidos: Juan Cueto Alas, Amelia Alas y en memoria de Leopoldo Alas Mínguez (1962-2008)
Leopoldo Alas «Clarín» publicó la primera parte de La Regenta en 1884 con solo 33 años, y el segundo volumen en los primeros meses del año siguiente. Entonces, el autor supo que había “escrito una obra maestra», aunque ese pensamiento estaba muy lejos de lo que dijeron sus críticos, cuyas reseñas en los periódicos fueron escasas, breves y nada edificantes. Una de las más sangrantes fue la de un semanario ovetense llamado «Tambor y Gaita», que con ese nombre no me extraña que publicara una crítica anónima con el siguiente encabezamiento: «Contra el insomnio». Claro que eso lo tuvo que imaginar Leopoldo Alas, que conocía bien la ciudad que critica en su novela, como lo sabemos, aún hoy, quienes hemos vivido en ella. Lo que no extrañó a nadie es que el entonces Obispo de Oviedo condenara la novela en una Pastoral. Lo que sí alcanzó a ver el escritor “nacido en Zamora” antes de morir en 1901, y que le dio más satisfacción, fue una segunda edición prologada por su amigo Benito Pérez Galdós.
La novela tuvo una vida aciaga durante buena parte del franquismo porque no se publicó hasta el año 1962, aunque anteriormente el profesor de la universidad de Oviedo, José Mª Martínez Cachero había hecho una edición, además de otra de Juan Antonio Cabezas, pero ambas pasaron con más pena que gloria hasta que Alianza editorial la sacó del olvido. Yo vi esa edición en 1969 en el escaparate de una librería y fui inmediatamente a pedir a mi madre las cien pesetas que costaba el libro. Lo compré y al regresar a casa mi madre miró la portada y dijo: ¡Ah!, Polín Alas, este escritor fue amigo de mis tías, Teresa y Amparo. Venía siempre por casa, según contaban ellas”. Mi madre había nacido en 1922 y «Clarín» había muerto 21 años antes, por lo tanto estas tías, pertenecientes a la burguesía ovetense y algo menores que él, podrían haber sido dos señoritas interesantes para el maestro. De hecho, cuando hace años le conté este episodio a Caroline Richmond, especialista en “Clarín”, me dijo con su divertido gracejo norteamericano: “Mira tú que si una de esas tías de tu madre fue una de las amantes de Leopoldo Alas…”.
Hoy recuerdo la figura de este insigne escritor y polemista para quien la literatura significaba mucho más que publicar una novela o un ensayo. Lo hacía también como escribía en los periódicos o discutía de política en el Casino o en el Ateneo, como un arma ideológica contra los poderes de la Iglesia o los conservadores de la época. Durante sus años en Madrid escribió artículos periodísticos de pensamiento filosófico, político y también literario. No hay que olvidar que el joven Alas había estudiado en una universidad en donde los maestros más estimulantes eran krausistas, sobre todo Francisco Giner de los Ríos. Una influencia que avivó en él su vena idealista, y como Larra, uno de sus maestros, un sentido racional a la vida. Los dos mantuvieron una preocupación en sus obras por las formas y el culto a la belleza.
Esta es una lectura de La Regenta con visos de guía turísticocultural. Propongo pasear con estos datos por las vetustas calles de la “bien novelada” y ver con los ojos de “Clarín” aquella heroica ciudad que dormía la siesta, reconocible hoy con nombres muy parecidos.
VETUSTA Y OVIEDO
Empezamos con el capítulo 1: La catedral- “La torre de la catedral, poema romántico de piedra…”.
De la Rúa- “Aquel don Fermín que allá abajo en la calle de la Rúa parecía un escarabajo”. (Esta calle va desde Cimadevilla, al lado del ayuntamiento, hasta la calle San Juan).
La Encimada. Actual Cimadevilla.
La Encimada- “Alrededor de la catedral se extendía, en estrecha zona, el primitivo recinto de Vetusta. Comprendía lo que se llamaba el barrio de La Encimada y dominaba todo el pueblo…” (La Encimada es hoy la calle Cimadevilla, entonces la más importante de la ciudad, con comercios y cafés famosos y actualmente una de las más distinguidas del Oviedo antiguo).
El Espolón- “…y ya las Hermanitas de los Pobres tenían coronado el edificio de su propiedad, tacita de plata que brillaba cerca de El Espolón, o sea el barrio nuevo de los americanos y comerciantes del reino”(…), y en capítulo 14: “Era el Espolón un paseo estrecho…”. (Es el tramo del campo de San Francisco, al pie del kiosko de la música, donde estuvo hace años la sala de fiestas La Herradura en la que la Sociedad Ovetense de Festejos organizaba los bailes por San Mateo).
Calle del Rosario- “Quién era un embozado que de noche, a la hora de las criadas (…) salía muy recatadamente por la calle del Rosario… (Hoy calle de El Rosal).
Calle Quintana- “…torcía entre las sombras por la de Quintana…”. (Es la calle de Quintana actual).
Plaza Nueva- “…hacia la Plaza Nueva, adonde…” (Esta es la actual plaza del ayuntamiento, ahora plaza de la Constitución. Hay autores que aseguran que era donde vivía La Regenta).
Capítulo 6:
El Casino- “El casino de Vetusta ocupaba un caserón solitario, de piedra ennegrecida por los ultrajes de la humedad…”. (El casino lo sitúa “Clarín” en el Palacio de Valdecarzana-Heredia. Es la sede de la Audiencia provincial, en la misma plaza de la catedral).
Capítulo 9:
La calle del Águila- “La calle del Águila era una pendiente rápida…”. (Actual calle del Águila; se llama igual y va desde el jardín de los Reyes caudillos, pegado a la catedral, hasta la calle Jovellanos. Autores como Ernesto Conde la sitúan en la actual calle de Jesús. A mí me parece que la descripción que hace “Clarín” se parece más a la actual del Águila, aunque en los capítulos 9 y 12 menciona el caserón de los Ozores en la Plaza Nueva, la que hemos mencionada ya, del ayuntamiento, muy cercana a la calle de Jesús, que sale a la calle Fruela, continuación de la céntrica calle de Uría.
Capítulo 10:
Tras la cerca- “Ana, lánguida, (…) por la calle de Tras-la-cerca”. (Actual calle Jovellanos, cerca del Teatro Campoamor).
Capítulo 12:
La Corralada- “Se dirigió a Palacio. Así se llamaba por antonomasia el del Obispo. Sumido en la sombra de la catedral (…) y estrecha que se llamaba “la Corralada”. (Se conoce ahora como la Corrada del Obispo; uno de los laterales es la fachada del claustro de la catedral, otro es el palacio del arzobispado y enfrente la casa del deán Payarinos, hoy Conservatorio de música).
Parroquia de san Isidro- “Era en la parroquia de San Isidro, un templo severo, grande. (Es la Iglesia de San Isidoro, en la plaza del ayuntamiento, al lado de la famosa plaza del Fontán).
Capítulo 14:
El Paseo grande- “…los pollos advirtieron que el paseo de los curas (El Espolón) era más corto y más estrecho que el Paseo grande…”. (Es el llamado Paseo del Bombé, en el Campo de San Francisco, y va de lado a lado del parque, desde la Fuentona hasta la fuente de les ranes).
Universidad- “El reloj de la Universidad dio tres campanadas…” (Es la universidad actual en la calle de San Francisco, frente al hotel Principado, y la fundó el Gran Inquisidor Valdés y Salas en 1608).
Biblioteca Ramón Pérez de Ayala
Capítulo 16:
Coliseo de la Plaza del Pan- “El teatro de Vetusta, o sea nuestro coliseo de la plaza del Pan se le llamaba…” (Antigua Casa de las Comedias en la Plaza Daoiz y Velarde, al lado del Fontán. Fue después Teatro y hoy es la Biblioteca Pública Ramón Pérez de Ayala).
(Más información en Ruta clariniana del Ayuntamiento de Oviedo: http://www.rutaclariniana.es/)
La Regenta da para mucho más pero por esta vez, y para que el lector se sienta con ganas de emprender la ruta literaria propuesta, le damos un respiro. Si se anima, debe saber que aunque la sidra le salpique la ropa, no mancha, lo digo porque en Asturias hay que comer y beber, y porque un buen pixín con patatines también es literatura. O un buen bonito, que estamos en temporada. En definitiva, alimentos para el cuerpo y para el alma.
Para Beatriz Rodríguez Delgado, autora de La vida real de Esperanza Silva (Edit. Casa de Cartón, 2013) que sabe valorar la importancia de editar un texto literario
Luis Buñuel llamó al cine “instrumento de poesía, con todo lo que esta palabra pueda contener de sentido libertador, de subversión de la realidad, de umbral al mundo maravilloso del subconsciente”. Entre algunas películas que podemos agrupar en esta categoría destaca El lado oscuro del corazón (1992), película que se nutre de las obras de Benedetti (quien hace un cameo), Juan Gelman y Oliverio Girondo. El filme, dirigido por Eliseo Subiela, es la búsqueda de la mujer etérea. “No puedo enamorarme de una mujer que no sepa volar”, dice en un momento el protagonista tras una de sus relaciones.
El cartero de Neruda o Ardiente paciencia (1994), que fue como tituló Antonio Skármeta su novela, se cuenta la historia de la amistad entre Pablo Neruda y un joven cartero en una isla italiana.
Howl (Aullido), el poema de Allen Ginsberg, fue llevado a la gran pantalla en 2010. Una película experimental interpretada por James Franco, que gira en torno a la figura del poeta y a la lectura de Howl que marca el inicio de la generación beat.
Robert Altman se atrevió a hacer Short Cuts, una película basada en la especial respiración de nueve cuentos y un poema de Raymond Carver.
Véanse estas cuatro películas, eminentemente «poéticas». El desencanto (1976), documental de Jaime Chávarri sobre el poeta Leopoldo Panero, según el testimonio de su mujer, Felicidad Blanch, y de sus hijos Juan, Leopoldo Mª y Michi Panero.
La noche oscura (1989), sobre la persecución y reclusión de Juan de la Cruz por sus «ideas heréticas».
Cravan vs. Cravan (2002), un documental biográfico del poeta y boxeador Arthur Cravan, al que la revista Poesía, del Ministerio de Cultura de los años 80, le dedicó un número magnífico.
Y El cónsul de Sodoma (2009), biopic inspirado en la vida de Jaime Gil de Biedma.
Las influencias son de ida y vuelta. La poesía también se ha nutrido del séptimo arte y muchos poetas del siglo XX han hablado en algunos de sus poemas de actores, actrices, escenas, títulos…, como Rafael Alberti en su libro Cal y canto (1929):
Yo nací –¡respetadme!- con el cine.
Bajo una red de cables y de aviones.
Cuando abolidas fueron las carrozas
de los reyes y al auto subió el Papa.
… que Jaime Gil de Biedma, en «Infancia y confesiones», del libro Compañeros de viaje (1959), parafrasea:
Yo nací (perdonadme)
en la edad de la pérgola y el tenis.
Los poetas novísimos tienen muchas referencias al séptimo arte, véase Pere Gimferrer y su poema “En las cabinas telefónicas”:
En las cabinas telefónicas
hay misteriosas inscripciones dibujadas con lápiz de labios.
Son las últimas palabras de las dulces muchachas rubias
que con el escote ensangrentado se refugian allí para morir.
Última noche bajo el pálido neón, último día bajo el sol
alucinante,
calles recién regadas con magnolias, faros amarillentos de
los coches patrulla en el amanecer.
Te esperaré a la una y media, cuando salgas del cine
-y a esta hora está muerta en el Déposito aquélla cuyo
cuerpo era un ramo de orquídeas.
Herida en los tiroteos nocturnos, acorralada en las esquinas
por los reflectores, abofeteada en los night-clubs,
Mi verdadero y dulce amor llora en mis brazos.
Una última claridad, la más delgada y nítida,
parece deslizarse de los locales cerrados:
esta luz que detiene a los transeúntes
y les habla suavemente de su infancia.
Músicas de otro tiempo, canción al compás de cuyas viejas
notas conocimos una noche a Ava Gadner,
muchacha envuelta en un impermeable claro que besamos
una vez en el ascensor, a oscuras entre dos pisos, y tenía
los ojos muy azules, y hablaba siempre en voz
muy baja-se llamaba Nelly.
Cierra los ojos y escucha el canto de las sirenas en la noche
plateada de anuncios luminosos.
La noche tiene cálidas avenidas azules.
Sombras abrazan sombras en piscinas y bares.
En el oscuro cielo combatían astros
cuando murió de amor,
y era como si oliera muy despacio
un perfume.
“El cine de los sábados” es el título de un poema de Antonio Martínez Sarrión, del libro Teatro de operaciones, recogido en su obra poética completa y en cualquier antología de poesía contemporánea:
El cine de los sábados
maravillas del cine galerías
de luz parpadeante entre silbidos
niños con su mamá que iban abajo
entre panteras un indio se esfuerza
por alcanzar los frutos más dorados
ivonne de carlo baila en scherezade
no sé si danza musulmana o tango
amor de mis quince años marilyn
ríos de la memoria tan margos
luego la cena desabrida y fría
y los ojos ardiendo como faros
Por su parte, otro de los novísimos de Castellet, el senior Manuel Vázquez Montalbán, a lo largo de su obra poética tiene infinidad de referencias al cine. Como ejemplo estos tres: el primero, en el poema “Variaciones sobre un 10% de descuento”, que en su parte II dice: “Si Ud. no hace regalos le asesinarán / vea las películas de Losey… (del libro Ars amandi, en su apartado “Liquidación de restos de serie”). El segundo “El hombre que sabía demasiado”, título de un poema que pertenece al libro Una educación sentimental, y por último “Nunca desayunaré en Tiffany”, poema del mencionado libro Ars amandi.
Nunca desayunaré en Tiffany
ese licor fresa en ese vaso
Modigliani como tu garganta
nunca
aunque sepa los caminos
llegaré
a ese lugar del que nunca quiera
regresar
una fotografía, quizás
una sonrisa enorme como una ciudad
atardecida, malva el asfalto, aire
que viene del mar
y el barman
nos sirve un ángel blanco, aunque
sepa los caminos nunca encontraré
es barra infinita de Tiffany
el jukebox
donde late el último Modugno ad
un attimo d’amore che mai più ritornerà
y quizá todo sea mejor así, esperado
porque al llegar no puedes volver
a Ítaca, lejana y sola, ya no tan sola,
ya paisaje que habitas y usurpas
nunca,
nunca quiero desayunar en Tiffany, nunca
quiero llegar a Ítaca aunque sepa los caminos
lejana y sola.
“Vaya con Dios, mi amor”, es un poema de Guillermo Carnero (lo antologó Castellet en Nueve novísimos poetas españoles. Dice así: “que nunca viste a Greta Garbo sollozando / I vant to be alone, ni a Vivien Leigh / en el puente de Wateerloo…”.
Otro novísimo, José María Álvarez, escribió un poema titulado “Noche en la ópera”, con este final: “Hablo de aquellos tiempos / de Humphrey Bogart en Casablanca”.
José Hierro en su Cuaderno de Nueva York titula “La ventana indiscreta” uno de sus poemas y José Agustín Goytisolo, en el poema “Las mujeres de antes”, del libro Del tiempo y del olvido, escribe estos versos: “que no podía ser / que la hermosa película no iba a durar siempre”.
“Travelling” es el título de un poema de Luis Eduardo Aute de su libro La liturgia del desorden, cuyo final dice: “y Groucho ha muerto”.
Pablo García Baena en “Palacio del cinematógrafo”: “Impares. Fila 13. Butaca 3. Te espero / como siempre”,
y Carlos Edmundo de Ory escribió este…
Soneto a Greta Garbo
Ábreme las dos puertas de tu casa
quiero besar tu boca que me deja
adivinar el aire cuando pasa
tu corazón envuelto en una abeja
O bien decirme puedes qué te pasa
pálido rododendro triste y vieja
bajo la luna que te pone lasa
mientras te llueve el mundo en una oreja
Sin duda como sueles llorar lloras
Sin duda te desnudas a la luna
Sin duda de costumbre te adormeces
Quiero besar tu boca en esas horas
muertas que mueres tú también de una
supuración de amor algunas veces
Jorge Guillén, como muchos poetas (Nicolás Guillén y su “Poema para la voz de Marliyn Monroe”, por ejemplo), dedicó estos versos al mito de Hollywood:
Caminantes callad.
La hermosa actriz ha muerto,
ay de la publicidad.
Entre fulgor y ruido,
aquella desnudez,
extravió su sentido.
Era tan observada
por los ojos de todos
que se escondió en la nada.
Allí no habrá ya escena
donde suene un fatal
arrastre de cadena.
El bello cuerpo yace
libre, por fin, a solas.
¡Uf!
Requiescat in pace.
Ernesto Cardenal
Oración por por Marilyn Monroe
Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso…
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo -de mármol y oro- es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!
Leopoldo Mª Panero
Marilyn Monr´oes Negative
Cabellera rubia que en la nada se extiende
viva tan sólo en las cavernas
(el orgullo así muere, en las cavernas)
agitábase el monstruo en el vacío
Cuál es pues, la causa de su tristeza
-Los negros
en la oscuridad viscosa, la muerte por agua.
Todos por el camino encuentran a nadie
Todos por el camino encuentran a nadie
El rey oculto por la carne
sombra que en la luz no se ve
Marilyn (agua solo) este poema
no te nombra.
Leopoldo Mª Panero refleja el mundo del cine en muchos de sus poemas. Este es una declaración de principios con los elementos del western que el poeta conoce a través del cine:
Sitting Bull
Deseo de ser piel roja
(Sitting Bull ha muerto, los tambores
lo gritan sin esperar respuesta)
La llanura infinita y el cielo su reflejo.
Deseo de ser piel roja.
A las ciudades sin aire llega a veces sin ruido
el relincho de un onagro o el trotar de un bisonte.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto: no hay tambores
que anuncien su llegada a las Grandes Praderas.
Deseo de ser piel roja.
El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
desiertos abrasados de silencio. Deseo
de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
Cruzó un último jinete la infinita
llanura, dejó tras de sí vana
polvareda, que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser piel roja.
En la Reservación no anida
serpiente cascabel, sino abandono.
En la poética de Así se fundó Carnaby Street (1970), dice:
“Todas las palabras son la misma que se inclina hacia muchos lados, la palabra FIN, la palabra que es el silencio, dicha de muchos modos. Porque es un FIN que incluye a todos en la única tragedia, la que solo se puede contemplar participando en ella”.
UT PICTURA POESIS.- Locución latina que literalmente expresa: Como la pintura así es la poesía, o la poesía como la pintura
SIEMPRE ES PRIMAVERA (TOLSTOI)
Libros que relaten los últimos días de escritores y otras personalidades hay unos cuantos. Pessoa, Chejov, Lord Byron, Kant, Che Guevara, Virginia Woolf… Ahora que voy teniendo eufemísticamente más perspectiva, contemplo el paso del tiempo por acontecimientos que he visto nacer y morir, o inaugurarse y clausurarse, aunque al principio pensara que serían eternos (Ná, ná, ná es eterno, que cantaba Camarón): Adolfo Suárez presidente, Juan Carlos I nombrado Rey, etc. Los hemos visto subir y bajar, empezar y terminar, su compromiso y su cese, o lo que es peor, su muerte. Fulgor y muerte de Joaquín Murrieta, que escribió Pablo Neruda; la noticia de Carrillo, de estranjis con peluca por Madrid. Los Beatles como fenómeno musical, un cuarteto de imberbes formidables de los que quedan vivos solo dos. El tiempo pasa y nos hace más sabios, que dijo aquel, aunque yo preferiría que pasara más lento y ser un poco menos listo, pero, en fin, es lo que hay.
Antes de recordar algunos de estos libros sobre “los últimos días de”, pido atención a esta cita extraída de Resurrección (1899), última novela de Leon Tolstoi, un libro sobre la injusticia de las leyes humanas y la hipocresía de la iglesia institucionalizada. Son, sobre todo, palabras para momentos como el que vivimos, en el que los profesionales de lo público continúan practicando políticas de tierra quemada. Pero que no se crean que siempre va a ser así –Tolstoi dixit– porque siempre es primavera.
“Por mucho que cientos de miles de personas, reunidas en un corto espacio de terreno al que se han apegado, se esfuercen en llenar el suelo de piedras para que no crezca nada en él; por mucho que limpien ese terreno hasta de la última brizna de hierba; por mucho que impregnen el aire con el humo del carbón y el petróleo, por mucho que corten los árboles y obliguen a marcharse a todos los animales y aves, la primavera, hasta en la ciudad, siempre es primavera”.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DE…
De Los tres últimos día de Fernando Pessoa. Antonio Tabucchi
Antes tengo que afeitarme, dijo él, no quiero ir al hospital con esta barba, se lo ruego, vaya a llamar al barbero, vive en la esquina, es el señor Manacés.
Pero es que no hay tiempo, señor Pessoa, replicó la portera, el taxi está ya en la puerta, sus amigos han llegado ya y le están esperando en el recibidor.
No importa, respondió, todavía queda tiempo.
Se arrellanó en la pequeña butaca donde el señor Manacés acostumbraba a afeitarle y se puso a leer las poesías de Sá-Carneiro.
El señor Manacés entró y le dio las buenas noches. Señor Pessoa, dijo, me han dicho que no se encuentra bien, espero que no se trate de nada grave.
Le colocó una toalla alrededor del cuello y empezó a enjabonarlo, cuénteme algo, dijo Pessoa, usted, señor Manacés, conoce muchas anécdotas interesantes y ve a mucha gente en su establecimiento, cuénteme algo.
De Tres rosas amarillas. Raymond Carver
Chejov. La noche del 22 de marzo de 1897, en Moscú, salió a cenar con su amigo y confidente Alexei Suvorin, editor y magnate de la prensa; era un revolucionario, un self-made man cuyo padre había sido soldado raso en Borodino. Al igual que Chejov, era nieto de un siervo. Tenían eso en común: sangre campesina en las venas. Pero tanto política como temperamentalmente se hallaban en las antípodas. Suvorin, sin embargo, era uno de los escasos íntimos de Chejov, y Chejov gustaba de su compañía.
Chejov
De Che, la vida por un mundo mejor
Pacho O’Donnell, autor del prólogo, reproduce el testimonio de lo ocurrido en la aldea boliviana de La Higuera el 9 de octubre de 1967. Un relato de los últimos instantes de la vida de Ernesto Che Guevara, narrado por su verdugo, el sargento boliviano Mario Terán, a su ministro del Interior, Antonio Arguedas.
«¡Serénese y apunte bien! -me dijo como si me ordenase-. ¡Va usted a matar a un hombre!
Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y comenzó a regar muchísima sangre. Recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y el corazón.
Ya estaba muerto».
La muerte de Virginia. Leonard Wolf
El 28 de marzo de 1941 Leonard Wolf, (1880-1969) escribió a lápiz con mano temblorosa la palabra «Muerta» en uno de los diarios de bolsillo de su esposa. Horas antes, instantes efímeros en el destino de la vida de ambos, Virginia Woolf (1882-1941) se adentró en el río Ouse con los bolsillos de su abrigo llenos de piedras y se ahogó. Era el final de una larga y dolorosa agonía, provocada por el trastorno bipolar que no le fue diagnosticado en vida, y que se vio intensificada por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el desmoronamiento de cuantos cimientos personales la escritora británica luchó por edificar a lo largo de su frágil existencia.
Esos últimos años, el sufrimiento desgarrador de quien siempre tuvo la muerte «a flor de piel» en su imaginación, como aseguró su marido en su autobiografía, vuelven a estar de actualidad después de que la universidad de Sussex anunciara la compra de ocho dietarios personales de la escritora, fechados entre 1930 y 1941, por los que la institución británica pagó 73.500 euros en una subasta en Sotheby’s en diciembre. En ellos, la autora de «La señora Dallloway» reflejaba su actividad cotidiana, desde citas amistosas y profesionales a sus pensamientos y sensaciones. Se trata de una valiosa aproximación a la figura de una de las escritoras más importantes y fascinantes del siglo pasado, cuya vida ha hecho correr tantos ríos de tinta como los que ella derramó en cuadernos. Inés Martín Rodrigo.
CAMUS
Albert Camus (1913-1960), que obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1957, fue hasta el final de su vida ese hombre discreto, obsesivamente inquieto, que, por apego a sus orígenes africanos, revistió su talento con una capa de humildad, como lo hacen los bereberes para protegerse de los vientos y el frío del desierto. Como lo hizo San Agustín, a quien dedicó parte de sus estudios de filosofía.
Los últimos días de la vida de Albert Camus, cuenta Carmen Grimau, es un libro minúsculo de José Lenzini. Basta con 143 páginas para contornear sobradamente al autor que se comió el siglo XX francés. Lenzini conoce muy bien a Camus. Le ha dedicado varios libros. Lo quiere. Y se nota. El abordaje es sentimental, y lo es en el mejor de la palabra. Lenzini recrea, basándose en testimonios, lo que pudo pasar hace exactamente 50 años:
El 4 de enero de 1960, el Facel-Vega que conducía el riquísimo Michel Gallimard (sobrino del gran patrón Gaston Gallimard) se estrelló contra un árbol. Mató al escritor en el acto. Una recta había animado a Michel a pisar el acelerador, la carretera helada hizo el resto. Segundos antes, Camus preguntó por el nombre del pueblo al que iban acercándose. Petit-Villeblevin, contestó Michel. Silencio en el coche. Camus oye los neumáticos patinar, tensa sus piernas instintivamente, no ve nada, «¡Endereza… Ende…!» grita.
Así de tonta, así de absurda, la muerte súbita. Encontraron en el bolsillo de nuestro hombre un billete de tren. Cambió de idea para no hacer un feo a Michel, pues ya no le quedaban apenas amigos. Tenía 47 años.
POST SCRIPTUM
La noticia es de El País del lunes, 9 de junio. He extractado lo más sangrante. Dice así:
El exilio y la marginación que sufrió muchos años en vida persiguen a Miguel Ángel Asturias (1899-1974) incluso en la eternidad, ganada por libros clásicos latinoamericanos y la concesión del premio Nobel en 1967. Guatemala, su país, por el que tanto hizo desde la literatura, casi lo ha olvidado y solo tiene silencio para él en el 40º aniversario de su muerte, sucedida en Madrid hace hoy cuatro décadas.
Una fecha inadvertida en su país y un despropósito si se considera que Ciudad de Guatemala ha sido nombrada Capital Iberoamericana de la Cultura 2015.
“Ni siquiera estábamos advertidos”, reconoce la jefa de información del Ministerio de Cultura, Claudia Velásquez. “Te agradecemos que nos alertaras. Vamos a emitir un boletín al respecto y lo distribuiremos a la prensa”. Es el tiempo que corroe la memoria de uno de los precursores del boom latinoamericano por obras como El señor presidente y Hombres de maíz.
¿Y digo yo, que la jefa de información del Ministerio de Cultura de Guatemala, la tal Claudia Velásquez, necesita que la adviertan de la efeméride de sus próceres culturales? ¡Que la trasladen al de Agricultura, que se equivocó de Ministerio!
SILOGISMO
Guatemala ha sido nombrada Capital Iberoamericana de la Cultura 2015
Al premio nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias no lo recuerdan en su tierra
Guatemala no puede ser Capital Iberoamericana de la Cultura 2015
Ayer fue miércoles
He decidido salir a la palestra cada jueves. Este blog se llama “Ayer fue miércoles toda la mañana”, en honor al poeta Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008), que escribió este poema que comienza con ese verso y que en el siguiente le da la vuelta: “Por la tarde cambió: se puso casi lunes”.
toda la mañana