El 12 de enero de 2014 se cumplirán seis años de la muerte de Ángel González. He previsto publicar varios post en su honor y me ha parecido de rigor comenzar con esta entrevista que le hice con motivo de su entrada en la Academia de la Lengua y que se publicó en La Esfera, el suplemento de libros de El Mundo, hace ya 16 años. Para mí supone recuperar la voz de uno de los grandes de la poesía española del siglo XX; espero que sea un motivo de alegría para todos los seguidores del poeta asturiano. Mi agradecimiento a Juan Carlos Laviana, subdirector de El Mundo, que me rescató en 1996 para causas mayores.
ÁNGEL GONZÁLEZ, POETA: «No escribo como un hijo de Dios sino como un hijo de vecino»
Miembro destacado de la Generación Poética del Cincuenta, Premio Príncipe de Asturias de las Letras y Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, ocupará el sillón P tras leer mañana su discurso de ingreso en la Real Academia
EL MUNDO. LA ESFERA. 22 de marzo de 1997
Ángel González (Oviedo, 1925), poeta y profesor de Literatura en la Universidad Norteamericana de Alburquerque, en Nuevo México, lee mañana domingo el discurso de ingreso en la Real Academia. González, poeta de la llamada generación del cincuenta, compañero, entre otros, de Jaime Gil de Biedma, José Manuel Caballero Bonald, Claudio Rodríguez, Francisco Brines y José Agustín Goytisolo, se sentará a partir de ahora en el sillón P, el mismo que ocuparon anteriormente Azorín y Guillermo Díaz Plaja. Emilio Alarcos Llorach será quien responda al discurso. «Emilio hará unas reflexiones al hilo de lo que yo diga; ha trabajado algo forzado porque elegí este domingo de Ramos para leerlo hace muy poco tiempo». Entre sus trabajos de estudio y ensayo Ángel González publicó un libro sobre Antonio Machado (Júcar, 1979); estas primeras y deslumbrantes lecturas del poeta sevillano, y también la fascinación por la obra de Juan Ramón Jiménez -del que publicó un volumen de estudio y otro de antología en 1973- fueron influencias muy claras en su poesía. «Machado se aparta muy pronto del simbolismo; nada más empezar su carrera de poeta simbolista, que es admirable, se retira inmediatamente. Quiero hablar también de las actitudes sociopolíticas que mantiene, porque Machado sale con una simpatía por las causas populares que incrementan cada vez más su republicanismo, politizándose en un sentido muy distinto al que movió a la generación noventayochista. Luego empieza a marcar una dirección muy opuesta que acaba dejándole completamente solo respecto a su generación, a sus coetáneos más próximos».
En la biografía de Angel González existen etapas muy marcadas por diferentes episodios de gran tensión social, como la proclamación de la República, la revolución asturiana del 34 y la Guerra Civil. Ser hijo de una familia politizada «y en el lado de los que perdieron todas las batallas» determina muchas de sus actitudes ante la vida, «y, por tanto, frente al arte». El diagnóstico de una tuberculosis a los 19 años le obliga al reposo durante tres años en Páramo del Sil, León, donde su hermana ejercía de maestra. Durante ese tiempo descubre la poesía de Gerardo Diego, Rafael Alberti, García Lorca y «el Machado intimista de las Soledades». Tras estudiar la carrera de Derecho y la de Magisterio ejerce de maestro en un pueblo de la montaña leonesa. Mientras tanto escribe poemas, más como una pulsión que con la intención de publicarlos. No será hasta más adelante, después de una conversación con Carlos Bousoño y el aliento de Vicente Aleixandre, cuando se decide a dar sus versos a la imprenta (Áspero mundo, 1956), a los 31 años, «una edad razonablemente adulta». A partir de entonces comienza una nueva etapa que le llevará, «sin esperanza, con convencimiento», a ser considerado hoy como uno de los poetas vivos más importantes de este siglo.
Los años cincuenta, oscuros y difíciles, los empieza a vivir en Madrid como funcionario del Ministerio de Obras Públicas. Son años en los que González refleja su visión del mundo con poemas de tono biográfico, como “Aquí, Madrid, mil novecientos / cincuenta y cuatro: un hombre solo…”. Son también años de encuentros literarios y personales muy fructíferos vividos entre el humo de las conversaciones en las tertulias del Café Pelayo, el Gijón, el Oliver… «Fue muy importante para nosotros, sobre todo la tertulia del Café Pelayo, hoy convertido en una sucursal bancaria. Era un lugar de conspiración en donde se hablaba también de otras cosas, naturalmente, pero fue una especie de Contraministerio de Información por donde pasaron intelectuales, escritores y fotógrafos de toda Europa que venían buscando información que no podían tener de otra forma. Alfonso Sastre, Antonio Ferres, Juan García Hortelano, José Manuel Caballero Bonald y algunas veces también venían los de la llamada Escuela de Barcelona: José María Castellet, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma. Era un lugar imprescindible en aquellos años de cerrazón y oscuridad». Su amistad con estos últimos hizo que frecuentara también los círculos catalanes. Antes de conocerlos, Vicente Aleixandre le recomendó la tertulia que semanalmente los reunía en casa de Carlos Barral. «Yo viví un año en Barcelona. La tertulia de Carlos Barral era muy notoria y también muy abierta. Yo llegué recomendado por Aleixandre. Recuerdo que aquel día pasaban por Barcelona Juan Goytisolo y Monique Lange y se habló sólo en francés. Yo estuve callado porque no me siento nada seguro en esa lengua; creo que fue José Agustín Goytisolo el que le dijo a Barral: «Oye, este de Madrid no será policía». Carlos llamó a Aleixandre y como yo, entonces, usaba algunas veces el segundo apellido (Muñiz) y otras el primero, Vicente no cayó en ese momento y Carlos dijo: «Seguro; si Vicente no sabe a quién nos mandó…»».
La ironía
En 1969, Emilio Alarcos, su primer crítico y uno de los mayores valedores de la poesía de Ángel González, dijo que el poeta procedía de una provincia (Asturias), que nunca se había distinguido por la abundancia de poetas, «acaso porque el asturiano, sin ser introvertido, suele esconder su intimidad goteándola sólo por el camino expresivo de la ironía». Muchos de los poemas de González se valen de ese recurso para burlar la censura. «Sí, la ironía, en principio, parecía que era un buen recurso. Y lo era. Pero yo creo que en mí es algo más, o acabó siendo algo más. Puede ser algo característico de la región donde he nacido; hay un tipo de asturiano que es un poco burlón, un poco escéptico, y puede que yo participe de esa cualidad colectiva, probablemente. También es una consecuencia del escepticismo que hay debajo de mis creencias que me impide aceptar que las cosas sean sólo de una manera. La ironía resuelve las contradicciones dejándolas planteadas como contradicciones vivas. No sólo es la forma de decir algo sino que es también su contenido».
Hay una frase de Jaime Gil de Biedma que define muy bien la trayectoria poética de Ángel González, una breve muestra donde están presentes la unidad de contrarios que él mismo estudió en la poesía de Antonio Machado. Gil de Biedma dijo admirar «la aleación de disparatamiento y de cordura en sus poemas». «Esto es parte de la visión irónica”, dice González, “la ironía no siempre nos hace sonreír sino que a veces nos pone en evidencia la existencia de contrarios, de cuestiones que parecen incompatibles pero que con la ironía se resuelven quedando vivas las dos. En cuanto a lo de disparatamiento y cordura, creo que sirve también para definir mi vida. Aspiro a ser bastante racionalista, pero a veces…».
La poesía de Ángel González es cálida y cercana. Desde su primer libro se aleja del lenguaje ampuloso, haciéndolo cotidiano y preciso. Esa cercanía con el lector, al que hace cómplice y solidario de sus poemas, la manifestó en la entrega del Premio Príncipe de Asturias cuando dijo que el poeta no existe, dando a entender que el poema es una creación colectiva. «El poema necesita para existir, digamos, de un intérprete, casi como si tratara de una partitura musical. Sin un receptor, el poema está incompleto y es el lector el que va ampliando el poema, dándole calidades y una cierta pátina que lo puede enriquecer».
Ocurrencias
La desmitificación del poeta como un ser tocado por los dioses también está presente en su obra cuando dice que escribe a partir de ocurrencias y no iluminado por la inspiración. «Hay gente que tiene habilidad y don para transformar en formas plásticas lo que ve, lo que mira. Eliot diferenciaba entre el poeta hijo de Dios y el hijo del vecino, frase que recogió muy bien Gil de Biedma; yo también creo que escribo, no como un hijo de Dios sino como un hijo de vecino». Y es que Ángel González habla en sus poemas de las cosas que les ocurren al común de los mortales. «Sí, yo creo que esa es una posibilidad de la poesía, no digo que sea la única, tal vez no es la forma más culta de hacer poesía, pero sí lo es de hacer poesía de verdad». Poesía que ha funcionado muchas veces como declaración de amor. Más de un lector se apropió de algunos de sus versos para conquistar a una mujer: «Si yo fuese Dios / y tuviese el secreto, / haría / un ser exacto a ti…». «Me lo habían dicho», responde sonriendo. Tiene Ángel González aún algo de tímido, como si todavía estuviera empezando, a pesar de que le paran por la calle -no solo porque le hayan reconocido en las fotos de los periódicos, sino porque le han leído- a pesar de que se diga que los únicos que leen poesía son los poetas. «Yo tengo lectores, seguramente poquísimos, pero muchos los encuentro en la calle y hablan conmigo. Sí que hay lectores de poesía, lo que pasa es que algunos poetas se lo ponen muy difícil. Ha habido modas y movimientos tan herméticos, tan difíciles que parecen ensayos, y eso ha alejado a algunos de la lectura de poesía. La poesía, cuando es relativamente clara y aborda temas que se reconocen y preocupan a muchos, o a bastantes, entonces sí tiene lectores, pero no pienso en ellos al escribir porque el lector soy yo; el poema tiene que quedar como yo quiero que quede como lector de lo que estoy escribiendo».
Ahora vuelve a tener un nuevo manojo de poemas que, como alguna vez ha dicho, van apareciendo en su cajón de manera misteriosa, a los que ha bautizado como Otoños y otras luces. «Es un libro que yo creo que está sin terminar, que escribí en largos otoños, aunque hay poemas que no responden a ese título. Es un libro en cierto modo otoñal».
González es un hombre que ha rozado el cielo con la poesía, tiene una importante obra a sus espaldas, es profesor de Literatura en la Universidad de Alburquerque, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Príncipe de Asturias de las Letras, Académico de la Lengua, pero es también un hombre que toca cada día el suelo con las manos, que goza de la compañía de muchos y buenos amigos; noctámbulo, bebedor y cantante privado de boleros. “¿Cómo se ve Angel González a los 72 años?”. «Pues fatal. No me veo nada bien, no puedo hacer un autorretrato; eso de «hombre, conócete a ti mismo», nada».
Cada semana mejor que la anterior, felicidades.
No te he leído el Jueves pero también ha iluminado mi Viernes tu blog, esta vez, recordando al irrepetible poeta, un poco mío también, Ángel González. Me han entrado ganas irrefrenables de volver a sus poemas. Gracias
Fascinante reencuentro con la poesía y con el añorado Ángel Gozález. Irrefrenable impulso de releer. Gracias,