Comenzaremos por el final, es decir, por la apoteosis de Va pensiero, que se cantó en Madrid el mismo día que la ópera Nabucco se estrenara en La Scala de Milán, un 9 de marzo de 1842. Guiseppe Verdi, además de un músico excelso, estuvo también implicado en la vida política, de hecho la palabra VERDI, como Vittorio Emmanuele Re D´Italia, se usó en la época como acrónimo político clandestino a favor de la unificación italiana.
Esta es la imagen que cierra una mañana de reivindicación por la dignidad de la cultura, de los que la hacen posible, de los que la disfrutan y de todos los que estamos padeciendo la masacre originada por el aumento del IVA cultural al 21%. Esto ocurría el domingo pasado, 9 de marzo, y los damnificados nos paseábamos desde Colón hasta Cibeles para subir al pie de la Puerta de Alcalá a gritar «Sí se puede» y cantar a coro el «Va, pensiero», del coro de los esclavos de Nabucco, de Verdi.
No sé cuántas personas había. Lo que sí es seguro es que faltaban muchas, muchísimas aún para que el Gobierno no se vuelva a reír de nosotros. También es posible que los que leyeron los textos denunciando la situación podrían haber sido más contundentes, y que faltó la advertencia de volver a salir a la calle a pedir que dejen de robar a los que menos tienen, pero de lo que estoy seguro es de que hemos salido a gritar el basta ya de la cultura y a decir a este Gobierno corrupto y manipulador que los que estuvimos en la calle el pasado domingo no estamos dispuestos a soportar más tanta ignominia. En ningún país civilizado ocurre lo que en el nuestro con los impuestos, ni siquiera en Portugal o en Grecia, que supuestamente están peor que nosotros. Aquí, el Poder se deshace hábilmente de todo lo que le incomoda para poder seguir robando sin testigos, llámese Garzón o quien sea. Y lo que los jóvenes comprueban cada día es que los que están arriba son los chorizos, los ladrones, los que engañan con alevosía y a veces con nocturnidad. El resultado es la creación de una sociedad sin escrúpulos, que imita lo peor de esos comportamientos; la sociedad del «sálvese quien pueda» y «el que venga detrás que arree», frases que me harté de oír de niño cuando vivía inmerso en una dictadura, cuyos métodos ya estaban tardando en volver a asomar la patita. Por eso no queremos ser cómplices de un sistema caduco y casposo. Por eso hay que salir y denunciarlo, y decir que los cantantes, los pintores, los escritores y actores no son mangantes que no quieren trabajar. Los que viven de los demás son precisamente ellos, que legislan a su antojo contra los ciudadanos, es decir Wert, Montoro, Cospedal, Rajoy y toda una troupeque se levanta cada mañana dispuesta a hundir más este país en la ignorancia, algo que ni Franco logró, aunque ahora existen otros métodos más sofisticados para conseguirlo.
Si la marea blanca ha podido frenar el atropello de la privatización de los hospitales y la marea verde continúa movilizándose para evitar los desmanes de la ley, ahora, la marea roja de la cultura tendrá que demostrar que su reivindicación no es flor de un día. Sanidad, Educación y Cultura, las tres marías, como llamábamos a las asignaturas blandas del bachiller de los sesenta. Tres marías que son los pilares de cualquier sociedad que se respete a sí misma.
Albert Boadella escribió El rapto de Talía en 2000, un ensayo cáustico sobre la sociedad del espectáculo (Talía es la musa del teatro), y entre otras frases brillantes decía ya cosas como esta: «Banqueros, estafadores de altura, políticos corruptos o expresidentes resentidos se ven capacitados para crear a su imagen un personaje de ficción empeñado siempre en trabajar por el bien de la humanidad».
A esos personajes de ficción son los que una sociedad con suficiente masa crítica tiene la obligación de desmontar. No es fácil, y la urnas no ayudan mucho, pero no nos queda otra si no queremos vernos reconvertidos en simples izquierdistas de café.
Este es el enlace de la noticia de la 1 de TVE sobre el domingo, 9 de marzo:
OTRA MALA NOTICIA: Hace dos semanas fue Manterola, de San Sebastián. Ahora es la librería Altair, especializada en libros de viaje, la que también ha sufrido uno de los males de este tiempo: «Es oficial. Altaïr, una referencia de la literatura de viajes y de la cultura en Madrid, echa el cierre. En mayo de 2013 se publicó el último número de la revista del mismo nombre, dedicado a los parques nacionales de Estados Unidos. Ahora le llega el turno a la sede madrileña de la librería, inaugurada en 1997 en Argüelles con una superficie de 200 metros cuadrados. La de Barcelona, por ahora, continúa abierta», escribió Juan Francisco Alonso en su blog «Próxima estación».
El jueves, 19, más. Y espero que mejor.
Triste y desesperanzado presente, el futuro a este paso no existe.