A VECES GRAN AMOR
Conocí a José Agustín Goytisolo a mediados los años 80 cuando fue a leer poemas en la facultad de letras de la universidad de Oviedo. Oficiaba yo de presentador ante centenares de estudiantes que se agolpaban en los bancos del Aula Magna y se sentaban en el suelo hasta llegar a rodear nuestra mesa. Desde entonces fueron casi veinte años de amistad ininterrumpida, de lecturas, cursos, viajes, entrevistas, cenas y secretos inconfesables, porque donde estaba José Agustín la vida se desenvolvía de forma poco convencional. Fumó y bebió de manera desaforada y eso le hacía estar exultante y chisposo como nadie, hasta que un día decidió darse una tregua con el alcohol y lo dejó una temporada. Por aquellos días pregunté por él a Ángel González, porque días atrás habían coincidido en un congreso: ¿Qué tal está José Agustín?”, y Ángel me respondió: “aburrido”. Tiempo después volvió a liarse el wisky a la cabeza y recuperó el mismo tono de siempre.
En 1987 invité a los poetas de la Generación del 50 a un congreso (quien quiera abundar puede leerlo en mi Hemeroteca porque lo escribí a petición de Beatriz Rodríguez Delgado para su revista POEMAD). Fueron 3 días que conmovieron al mundo, parafraseando el libro de John Reed sobre la revolución rusa, porque logré reunir a Ángel y José Agustín, y también a Caballero Bonald, Carlos Barral, Carlos Sahagún, Claudio Rodríguez y a Francisco Brines, en conversaciones con Alarcos, con de la Concha, Carme Riera… A la cita faltaron dos poetas: José Ángel Valente, que me envió una carta furibunda para decirme que él no pertenecía a ninguna generación, y no contento con eso, al final de los encuentros publicó un artículo en los mismos términos de cabreo. El otro fue Jaime Gil de Biedma, que no podía estar en esas fechas pero que dijo sí a una entrevista que le hicimos Carme Riera y yo en casa de esta última en Barcelona. Los días que estuve allí los pasé con José Agustín y su familia, Ton Carandell, su mujer, y su hija Julia, que me dieron cama y pensión completa. Una noche cenamos con Horacio Vázquez Rial y otra con Gato Pérez, el autor de “Gitanitos y morenos”. Deliciosas compañías y conversaciones divertidas y llenas de ingenio. Unos días antes de ir llamé por teléfono a Goytisolo para decirle a qué hora llegaría, más o menos, y descolgó el auricular su hija Julia; me quedé algo noqueado al sentir que estaba hablando con la mujer –entonces niña– a la que su padre le había escrito el poema “Palabras para Julia” y que no solo había leído, sino que había hecho bandera tras haberlo elevado a himno Paco Ibáñez.
José Agustín volvió por Oviedo siempre que se lo proponíamos; tanto le gustaba que llegó a pedir a Juan Benito y Lola Lucio, creadores de la Alianza francesa y de Tribuna Ciudadana, que lo adoptaran, y que para facilitarles la cosa él se declararía insolvente. Qué buenos tiempos para la lírica. Si he llamado así este post es porque José Agustín tituló un artículo que le pedimos en Luna de Abajo para el libro Guía para un encuentro con Ángel González, “Elogio, nada desmedido de Á. G.” En 1999, último año que estuve en La Esfera de El Mundo, convoqué algunas firmas para que escribieran en la última un artículo sobre el siglo XX, que estaba a punto de extinguirse. Goytisolo fue uno de ellos, y el texto que me envió por fax -en el que he dejado la información del encabezamiento porque pertenece a un mundo finiquitado, y por tanto tiene un halo romántico-, es este en el que despide del siglo y en el que, qué lejos estábamos de saberlo, también se despidió de nosotros para siempre.
De: José Agustín Goytisolo
A: El Mundo, La Esfera. Miguel Munárriz
Núm. pág. inc. ésta: 2 Tel y Fax:…..
ADIÓS, ADIÓS
José Agustín Goytisolo
Me despido del siglo XX sin demasiada nostalgia. He vivido en su ámbito toda mi vida, o sea que pasé días felices, tiempos buenos y malos y años nefastos. Recuerdo mi infancia, como una edad de asombro, de estupor, de alumbramiento, de aprendizajes y alegrías. Luego, la mal llamada guerra civil y los años de postguerra me golpearon duro, como a muchísima gente, pero sobreviví para contarlo. Fue una época oscura, llena de prohibiciones y castigos, con la que no habia más remedio que enfrentarse si se tenia un mínimo de conciencia. Nunca estuve solo. Tanto en Barcelona, mi ciudad, como en Madrid, lugar donde terminé mis estudios, tuve la suerte de encontrar buenos amigos. Jaime, Carlos, Ángel, Pepe, Emilio, Claudio, Paco… Haberlos conocido y tratado ha sido uno de los mejores privilegios que he tenido en mi vida. Leí mucho, muchísimo, y he publicado poco, pues he roto cantidad de escritos que no me gustaban. Hay textos de los que hice más de veinte versiones para acabar editándolos; y eso creo que está bien: reescribir los propios textos llega a ser un ejercicio de aprendizaje apasionante. La dictadura franquista duró más de lo que era de prever: cuarenta larguísimos años. Después, una transición tibia -dicen que ejemplar, tranquila y sin traumas- y luego la llegada de una democracia, esa sí tibia, pero algo es algo. Fuera de nuestro país, el siglo trajo dos Guerras Mundiales, con masacres, bombardeos, destrucciones y represión de libertades, y todo eso en el llamado mundo occidental; porque sería bueno saber lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá en los países subdesarrollados, llamados del tercer mundo, y en los que están en vías de desarrollo. Me temo que el siglo XXI será peor para el primer, segundo y tercer mundo. Es decir para toda la humanidad. La riqueza y el poder estarán en muy pocas y anónimas manos. Habrá una mediana proporción de gente que podrá ir tirando; y para la inmensa mayoría de la población, guerras de todo tamaño, en todo lugar y por cualquier causa. Me gustaría pensar de otra manera, creer que nuestros sobrevivientes conocerán un mundo mejor. Pero por más que lo intento se me hace imposible imaginarlo así. Habrá una tremenda superpoblación mientras que los recursos se estancarán o disminuirán, y estarán catastróficamente repartidos: mucho para poquísimos, y casi nada para el resto. No creo que los avances tecnológicos, por muy asombrosos que están siendo, y lo serán aún más, puedan servir ni para mejorar a la humanidad entera ni para beneficiar el equilibrio del planeta, nuestros sobrevivientes incluidos. La aparición del «horno sapiens» es muy reciente comparada con la persistencia de ciertos peces, reptiles y mamíferos, y una escasísima fracción de tiempo comparada con la incalculable edad de la vida en el planeta Tierra. Por el camino quedaron muchísimas especies y subespecies, que perecieron o se extinguieron por diversas causas, y algo parecido puede sucederle a la especie humana. Total, que desde la protohistoria hasta la aparición de cierto tipo de inteligencia llamada humana, el mamífero lóbrego y desnudo, que es el hombre, parece haber desarrollado muchísimo su inteligencia, pero a costa de perder instintos y sensibilidades muy importantes, como son: el de la supervivencia, el respeto al medio ambiente que le da vida y la solidaridad entre sus hermanos. Se le ha disparado, en cambio, la agresividad, el egoísmo, el miedo aquí, en la vida, y en eso que llaman «el más allá», que ha provocado la aparición de muchos credos en nombre de los que se matan con gran alegría, pensando en la recompensa que recibirán después de muertos. No sé cómo se desarrollarán las letras y las artes en el siglo XXI pero en este punto soy optimista, pues sé que siempre existirán verdaderos creadores, aun en las condiciones más penosas, y que habrá gente capaz de reconocer su valía. Nunca me ha gustado la ciencia-ficción, porque no es ciencia y no creo que nunca adivine el porvenir. El futuro depende de muchísimas variables, y aún las más serias predicciones no son dogmas, tan poco dogmas como lo son los dogmas de fe. Me gustaría equivocarme, pero cuando escribo esto veo que soy algo optimista, aunque no lo parezca, porque el futuro de la humanidad puede ser peor, más corto y más cruel. A nuestros sobrevivientes, a todos, uno a uno, les deseo buena suerte viviendo, sin guerras, miedos, enfermedades o injusticias. Cada generación y cada siglo han tenido su cara oprobiosa y su cara amable. Deseo que el siglo XXI ofrezca la cara amable de la moneda oscilante, y mucho menos la cruz del oprobio.
Copio este poema de José Agustín Goytisolo porque me gusta recordarlo recitándolo ante los ojos chispeantes y enamorados de las más jóvenes que seguían con pasión cómo lo «decía», porque José Agustín empezaba siempre así: «Voy a decir un poema…»
A VECES
A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala
de espera del dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.
A veces
encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de
la persona que amas y eso te da un tremendo
escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por
hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un
día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.
A veces
una muchacha canta y estás triste y la quieres
un ingeniero agrónomo te saca de quicio
una sirena te hace pensar en un bombero o en un
equilibrista
una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu
prima
un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura
a tu marido.
A veces
explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a
un hombre que se llama Leopoldo
disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu
mujer y en tu hija
ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te
enamoras de quien no hace ni caso
hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
apagan lentamente las luces de la sala y ya buscas la
mano de tu amigo.
A veces
esperando en un bar a que ella vuelva escribes un
poema en una servilleta de papel muy fino
hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea
morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el
chico que te gusta te violara antes del cuarto piso
repican las campanas y amas al campanero o al cura o a
Dios si es que existiera
miras a quien te mira y quisieras tener todo el poder
preciso para mandar que en ese mismo instante se
detuvieran todos los relojes del mundo.
A veces
sólo a veces gran amor.
Contra el calor nada mejor que la lectura de tu blog
Por cierto, su Adiós, Adiós no puede ser mas clarividente sobre el siglo que se nos venia encima, 14 años después muchas cosas se han cumplido y las que nos quedan. Mejor que el famoso Nostradamus.