A veces me gusta rescatar noticias que leo en los periódicos y recontarlas, o a partir de una fotografía escribir lo que me sugiere. De un tiempo a esta parte me entran nostalgias de palabras o de libros o de momentos vividos al calor de proyectos, pero eso no quiere decir nada más que eso: que he hecho cosas y que alrededor de ellas se reunían otras voces, otros ámbitos.
El saber no ocupa lugar pero los libros, sí. Estos de la fotografía estaban hace unos días esperando «la mano de nieve» de la que habla Gustavo Adolfo Bécquer en su Rima VII, refiriéndose a alguien que pudiera arrancarle las notas al arpa, y en este caso de algún comprador que supiera leer en sus páginas. Gustavo Adolfo Bécquer fue uno de los primeros poetas que en la adolescencia me descubrieron el efecto cómplice que producen unos versos en un alma juvenil, deseosa de encontrar tesoros todo el tiempo. Me pasó lo mismo con el descubrimiento de Las desventuras del joven Werther, la novela de Goethe que causó en su momento tanto delirio entre la juventud alemana.
La historia de la novela cuenta que Werther, un joven alemán que se va lejos de su hogar llorando la separación de una amiga, conoce a Carlota, de la que se enamora ipso facto. Lo que no sabe es que Carlota está comprometida con Alberto, lejos de su casa en aquellos días. Entre Werther y Carlota nace una profunda relación, que, como suele suceder, es para ella, amistosa, y para él, amorosa. Pero Alberto debe volver para casarse con Carlota, momento en que el joven Werther se desmorona y angustia… , etc., etc.
Y este es el poema de Bécquer:
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!”
“-¡Ay! -pensé-, ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: “Levántate y anda”!
Empecé hablando de la acumulación de libros y me quedé en el recuerdo de estas dos lecturas que en los años de formación causan tanta impresión y se quedan marcadas de forma indeleble. ¡Qué hacemos con tantas cosas acumuladas! Aún estamos en los albores de un siglo que comienza lentamente su labor de olvido.
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El sábado despedimos PoeMad. Fueron dos tardes intensas de poesía, flamenco y rock que comenzaron con Francisca Aguirre y Guadalupe Grande y se clausuraron con la guitarra de Pepe Habichuela y los versos lanzados al aire de Inma Chacón y Ernesto Pérez Zúñiga. Entre medias muchos y buenos poetas, como el venezolano Rafael Cadenas al que deberían tener encuenta para un premio Cervantes; música en honor de Lou Reed y homenajes a figuras que nos acompañaron durante muchos años, como han sido Juan Gelman y José Emilio Pacheco, en un recital con 10 mujeres poetas que leyeron sus versos, y los de ellos, con la presencia permanente del Cuervo de Julio Rey.
Daniel Mordzinski, a quien tenía perdido, apareció en PoeMad y nada más llegar revolucionó todo. Él y Lisbeth Salas, otra espléndida fotógrafa a quien conocí esa noche, fueron el complemento gráfico y alegre, poético también, a dos días inefables. La dirección de Beatriz Rodríguez y su socia en musaalas9.com, Leonor Medel, más Alba Ramírez y las presentaciones en la voz de la actriz Eliana Sánchez, hicieron el resto.
Esta es la foto de Mordzinski. Detrás de mí, Beatriz, Leonor, Palmira y Eliana. Cámara en ristre, Lisbeth Salas. Un final de lujo.
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El domingo vimos en el Español El loco de los balcones, de Mario Vargas LLosa. En el programa de mano cuenta que la historia la escribió a partir de un personaje que conoció en Lima en los años 50, un italiano, profesor de Historia del Arte que libró «una quijotesca batalla en defensa de los balcones de Lima colonial, a los que iba desapareciendo, uno tras otro, la picota del progreso». Nada descubro si digo que el protagonismo de José Sacristán le da a la obra la magnitud dramática que necesita, y que en el papel de su hija en las tablas, Candela Serrat , encuentro a una actriz que se maneja bien con los movimientos y que vocaliza con cristalina dicción. Gustavo Tambascio dirige con maestría la obra y le da el toque mágico y dramático necesarios en cada momento. Lo pasé muy bien entre tanta buena literatura, tan buenos actores y un aire vargasllosiano idealista, romántico y con briznas de Camus y Shakespeare. En el bar del Español, tras la función, tuvimos ocasión de comentarlo con Natalio Grueso, el impulsor de estas obras, y con los actores. La semana se cerraba con un sobresaliente.
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El martes pasado, en rueda de prensa, se falló el Premio Dos Passos a la Primera Novela (ver post del 27 de febrero: «Premio Dos Passos o el descubrimiento de nuevos talentos»), patrocinado por Ámbito Cultural con un premio de 12.000 euros, la pertenencia del ganador a Dos Passos Agencia Literaria y la publicación en la editorial Galaxia Gutenberg.
El jurado lo formaban Marta Sanz, Javier Goñi, Antonio Iturbe, Emma Rodríguez, Antonio Orejudo, Andrés Ibáñez y Susana Fortes. La novela ganadora se titula París D.F. y el autor se llama Roberto Wong. El jurado destacó «una voz nueva y audaz, con un brillante lenguaje coloquial, imágenes poderosas y un interesante tratamiento de la violencia y el sexo. Una novela sobre la melancolía, los deseos no cumplidos y el riesgo del hastío».
París D.F. será publicada el 14 de enero de 2015, efeméride del escritor John Dos Passos.
https://www.youtube.com/watch?v=rNXj3hZ8GsI&feature=youtu.be
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Leí a Julio Llamazares en una de sus columnas de El Pais y rescato esta frase que tanto me ha gustado porque es la sensación que yo siento cuando el que está a mi lado le hace más caso al teléfono que a mí: «Desde la aparición del teléfono móvil, ese aparato que acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca…».
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Celebramos el Tricentenario de la RAE con estas frases de Pedro Álvarez de Miranda, sillón Q de la RAE y director del novísimo Diccionario de la lengua española (Espasa):
* «El léxico es un inmenso caldero en el que las palabras están en ebullición»
* «Los que han pensado antes que nosotros y enriquecido el léxico nos han legado ese patrimonio y disfrutamos
de esa riqueza mientras vamos incrementándola»
* «Las palabras enriquecen el espesor ideológico de la lengua, de los pensamientos expresables en esa lengua»
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