LA NOCHE DEL NADAL
En Dos Passos comenzamos bien el año. El 6 de enero Palmira y yo acompañamos a José C. Vales y a su mujer, Belén Bermejo, a Barcelona- porque en el transcurso de una cena en el Hotel Palace, y hacia las 11,30 de la noche, se desvelaría el nombre del ganador del premio más prestigioso de las letras españolas: el Nadal. Fue una cena cargada de suspense en la que los comensales nos manejábamos entre el pescado y los pseudónimos, la xocolata del postre y el ¡tachán! del nombre del premiado de la 71ª edición del Premio. A la hora prevista, la presentadora del acto abrió el sobre y resultó ganadora la novela Cabaret Biarritz, del escritor, José C. Vales (Zamora, 1965). Se levantó el autor y una cohorte editorial lo llevó en volandas al estrado, perseguido por la marea de flashes. Allí, y en cuanto contó de qué iba su novela, se percibió el interés por leerla, sumado al interés que suscitó el propio autor, traductor, licenciado en Filología Hispánica y especializado en Filosofía y Estética de la Literatura Romántica. Vales diría después a la prensa que Cabaret Biarritz retrata un acontecimiento ocurrido en la ciudad francesa a través de los recuerdos de una treintena de testigos que participan en una investigación sobre unos crímenes que han ocurrido en 1925; personajes tan variopintos como aristócratas, buscavidas, prostitutas, criados. El mediador de todas estas voces es un periodista y los testigos de los sucesos investigados son todos esos personajes que «no siempre dicen la verdad, aunque el único que lo sabe es el lector, porque es el único que sabe que se trata de una novela». Los alegres años veinte, «cuando el mundo salía de una verdadera catástrofe y la gente quería beberse todo el champán posible», resultan interesante para el novelista, porque está poblado de gentes que «aprecian en todo su valor la libertad y la pasión», entre ellas «mujeres que deciden ser valientes y libres». Vales fue contando todo esto y más a los medios de comunicación que lo tuvieron secuestrado todo el día siguiente. La noche del premio había hecho un adelanto, con varios comedores repletos de comensales que asentían y sonreían ante la promesa de una lectura que se podrá materializar a partir del 3 de febrero, cuando la editorial Destino ponga el libro en los escaparates de todas las librerías. ¡Qué ganas de leerlo!, exclamó Ignacio Vidal-Folch, sentado a nuestra mesa. Cerca de él estaba el hijo de Ana María Matute, a quien el maestro de actores José María Pou homenajeó leyendo unas páginas de Primera memoria (Premio Nadal, 1959).
José C. Vales triunfó aquella noche como un torero -sin plaza- (recuérdese que toreaba en Barna y allí reconvirtieron la plaza de toros en un centro comercial), y fue vitoreado hasta por los más graves del lugar y alrededores, léanse Artur Mas, Xavier Trias, José María Lasalle y demás capitostes que ante la magnitud de la prosa valesiana doblaron la cerviz como buenos anfitriones de la cosa. El jurado (Lorenzo Silva, Andrés Trapiello, Clara Sánchez y Germán Gullón), se portó bien, quiero decir que leyó bien y premió bien y elogió bien y descubrió una voz literaria que solo conocían unos pocos miles de buenos lectores que se emborracharon con la magia de su primera novela, El pensionado de Newelke, a la que el autor, en un rapto de modestia suele referirse como «un cuento de fantasmas» y que seguramente es una de las novelas que no le dio tiempo escribir a Wilkie Collins.
El autor y su agente; solo y con su compañera. Fotos de Ludovic Assémat, foreign rights de Dos Passos
LA NOCHE DE GIUSEPPE TARTINI
Ernesto Pérez Zúñiga vivió el pasado diciembre una de las experiencias más emocionantes, gracias a su novela La fuga del maestro Tartini (Alianza, 2013), ganadora del XXIV premio Torrente Ballester, «una novela que traslada al lector a los lugares sagrados de la memoria y su incisiva nostalgia a través de la vida de Giuseppe Tartini, uno de los más importantes músicos del siglo XVIII, y autor de la sonata conocida popularmente como El trino del diablo», en palabras de Benito Garrido.
Zúñiga fue invitado a Pirano (Eslovenia), cuna del músico, y según me contó él mismo, «Fue como vivir la continuación de la novela, que empecé a buscar en aquel mismo lugar en el verano del 2006. La ciudad era la misma pero, a diferencia de los viajes anteriores, esta vez la ciudad me estaba esperando». La presentación se desarrolló el día 8 de diciembre de 2014. A partir de la media noche, Ernesto iba a cumplir 43 años. La novela la había comenzado con 35.
«Me había invitado Franco Juri, un humanista extraordinario, director del Museo de la Ciudad, primer embajador de España en Eslovenia, escritor y caricaturista. Nos alojaron en una suite del hotel Tartini, en el mismo hotel donde me había alojado otras veces, en habitaciones sencillas. Esta vez, gracias a la cortesía de la directora del hotel, nos esperaba una gran habitación con vistas al mar y a la plaza ovalada donde se levanta la estatua del músico, junto al puerto y la casa donde vivió Tartini y donde hoy está el museo en el que me había quedado tantas veces mirando los manuscritos de Tartini, su violín y su máscara mortuoria.
Franco Juri nos llevó, el día antes de la presentación, a cenar en el restaurante maravilloso que han abierto en la planta baja de la casa, donde estaba el pozo del agua que bebía en su infancia el protagonista de la novela. Allí comimos un pescado excelente y probaríamos por primera vez el vino malvasía que nos iba a acompañar durante toda la estancia.
Al día siguiente, por la mañana, me recibió el Alcalde de la Ciudad, Peter Bossman, y me dijo lo especial que era para ellos que un escritor escribiera sobre Tartini y Pirano. Yo le contesté que una ciudad que tiene por emblema a un músico y no a un guerrero es digna de la belleza memorable de su música.
Por la tarde, me esperaban nuevas sorpresas: nada más entrar en el salón de plenos del Ayuntamiento, donde iba a ser la presentación bajo un cuadro inmenso de Tintoretto hijo, encontré al coro de la Comunitâ degli italiani a Pirano, vestido como en la época del músico, que cantó composiciones vocales de Tartini desconocidas por mí hasta el momento. Después de la introducción de la embajadora de España en Slovenia, Anunciada Fernández de Córdova, que tuvo al generosidad de venir, comenzó la charla con Franco Juri, en italiano y esloveno. Una muchacha del coro leía fragmentos de la novela traducidos al italiano ante el público que abarrotaba la sala: escritores, periodistas, especialistas en la obra de Tartini, gentes de Pirano. Y Duska Zytko, gran conocedora de Tartini, y simpatiquísima conservadora del museo de la ciudad.
Al final del acto, me quedé con la boca abierta al ver aparecer a uno de los mejores violinistas del mundo, Crtomir Siskovic, del que tenía varios discos con las sonatas de Tartini. Llevaba en la mano ese mismo violín que tantas veces había visto en la vitrinas del museo, donde ahora también había un ejemplar de mi novela. Interpretó dos sonatas bellísimas e inéditas, que me dejaron destrozado de emoción y agradecimiento.
Para mi asombro, se vendieron todos los libros en español que el Museo había llevado a la presentación.
Luego fuimos a la casa de Tartini y en un gran salón, normalmente vedado a los visitantes, tuvo lugar el convite que había preparado la Comunitâ degli italiani a Pirano. No podía creerlo. Era el mismo salón que tantas veces había imaginado, y en el que había vivido los personajes de mi novela: Giuseppe de niño, su madre Caterina, donde habían tenido lugar todas las tremendas pasiones y rebeldías de su historia. Era mejor que en mi imaginación, con paredes pintadas con frescos antiguos y con aquel coro, que en un momento del convite, se puso a cantar, esta vez, por mi cumpleaños, al que nos estábamos acercando. Cantaron Solamente una vez y canciones tradicionales de Istria, y al terminar me lancé a dar un enorme abrazo a la directora del coro, que me estaba haciendo ese inolvidable regalo, para que lo viviera, como decía, la canción; solamente una vez. Todo aquella noche continuaría viviendo dentro de un cuento, y también hubo sitio para el personaje golfo de la novela, el diablo, tan aficionado al jazz, cuando uno de los miembros se quitó el traje del XVIII y se puso a tocar el piano por Thelonius Monk. El malavasía nos acompañó hasta la madrugada en una taberna escondida del puerto, donde el tabernero no paraba de sacar botellas, y acabó aún mejor que nosotros».
Y UNA NOCHE MÁS: PREMIO DOS PASSOS A LA PRIMERA NOVELA
Ayer presentamos la novela ganadora del I Premio Dos Passos (Ámbito Cultural, Galaxia Gutenberg y Dos Passos Agencia Literaria). El ganador, entre 1086 manuscritos presentados, fue Roberto Wong (Tampico, México, 1982) con su novela París D.F. Se encargó de hablar con el autor, la periodista y directora de Lectura Sumergidas, Emma Rodríguez.