Empezaremos con poesía. Con un soneto que me gusta mucho, atribuido a Bartolomé Leonardo de Argensola (Barbastro, siglos XVI-XVII) en el que habla de la belleza fingida de una mujer que usaba cosméticos (afeites). En este poema se hace mención al engaño a los ojos, a la imprecisión de los sentidos y a las falsas apariencias de la naturaleza. Los tres últimos versos son de una belleza y una precisión contundentes.
A UNA MUJER QUE SE AFEITABA Y ESTABA HERMOSA
Yo os quiero confesar, don Juan, primero:
que aquel blanco y color de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.
Pero tras eso confesaros quiero
que es tanta la beldad de su mentira,
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual de rostro verdadero.
Mas, ¿qué mucho que yo perdido ande
por un engaño tal, pues que sabemos
que nos engaña así Naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul. ¿Y es menos grande
por no ser realidad tanta belleza?
El poeta y escritor Javier Cellino ha publicado su última novela, La escuela del italiano (Ediciones Oblicuas, 2015) en la que yo he tenido el honor de participar escribiendo el prólogo. El director del suplemento de cultura de La Nueva España, Francisco García Pérez, elogió esta novela, lo cual, para cualquier escritor que vea al fin publicado su libro, es muy de agradecer. García Pérez (Oviedo, 1953) es Doctor en Filología, catedrático de Lengua Española y Literatura, escritor y periodista -ha sido dos veces galardonado con el Premio de la Crítica al columnismo- y un experto en la obra de Juan Benet. Todas son buenas razones, además de la ironía con que afronta la vida, para conocer solo un poco la solvencia de este decano de las letras en Asturias.
UNA MAGNÍFICA NOVELA DE PERSONAJES
Prólogo a La escuela del italiano
Javier Cellino escribe desde que no sabía que su destino era precisamente ese, el de ser un escritor. Siendo yo un niño de unos 12 años me dijo que iba a escribir una novela que se titularía De entre las cenizas. Desconozco si lo llegó a hacer o si su argumento lo transformó más tarde en otra de sus creaciones. He dicho que es escritor porque Javier Cellino escribe desde siempre novelas, escribe en revistas y periódicos y también escribe poesía, que creo que es su auténtica pulsión literaria. Y lo mejor de todo eso es que puede disfrutar de sus libros, premiados y publicados.
Con La escuela de El italiano se adentra en una búsqueda identitaria que él tiene desde siempre alojada en su cerebro porque recurre a algunos rasgos de familia –Italia, Valladolid, artes plásticas, apellidos– sin que eso signifique, en absoluto, que los personajes o la historia sean autobiográficos, nada más lejos. Lo que hace Cellino, como buen escritor que observa su alrededor, es nutrirse de elementos que va colocando aquí y allá a medida que le encajen mejor en la historia. Imagino que podría tener suficiente carrete para un día tirar del hilo y construir una historia novelada, con tintes de saga familiar entre finales del siglo XIX y primera treintena del XX, que ahí le dejo a modo de propuesta para cuando quiera meterse en una obra de largo aliento.
La Escuela de El italiano es una novela realista, cuyo ritmo sostiene un equilibrio a lo largo de toda la lectura que la hace elegante y sobria. Mantiene en capítulos cortos dos historias paralelas que van creciendo en intensidad, de tal forma que en su transcurso el lector empieza a comprender el por qué una portera, llamada Aura, va escribiendo en un diario lo que ocurre en la escalera de aquella casa señorial de un Valladolid entre 1951 y 1953, es decir, cuarenta y tres años antes de que el protagonista, Rafael Cruz, conozca una noticia sobre su vida que le ayudará a comprender su pasado. Con el leit motiv de un cuadro titulado La oscuridad, Cellino ha escrito una historia de personajes interesantes: Rafael, Sara, el Prior, Otto, Julián, Natalia, y un misterioso Jaime Aguirre, dibujados con mano maestra, que quedarán en el recuerdo del lector. Cuántas veces hemos dicho que la novela, a partir de 1975 –salvo Pijoaparte y poco más–, no ha construido muchos personajes que pervivan tras la lectura, como ocurría con los decimonónicos de Ana Ozores, Fortunata, o los más entrados en la primera mitad del siglo XX, como el antihéroe de J.D. Salinger, Holden Caulfield.
La escuela de El italiano es un fresco en el que el autor combina con éxito el amor, el arte, la amistad y los acontecimientos diarios de la historia reciente. Hay también un misterio, en lo que se refiere al descubrimiento de hechos vitales desconocidos, y una sabiduría en el manejo de los diálogos, inteligentes y perspicaces, entre los que se entrecruzan la pintura y la psiquiatría (no es gratuita la cita de Goethe que encabeza el libro: “La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma”), entre Rafael, el protagonista, Fray Pedro, el prior de un convento de Redentoristas e importante personaje en la historia; Julián, el rector de la universidad, y Sara, eje fundamental en la vida de Rafael. Todo esto, unido a los capítulos de la portera Aura, con su gracejo popular, y ajena por completo a la importancia capital de su relato, conforman un universo inolvidable.
La escuela de El italiano es, para mí, una de las mejores novelas de Javier Cellino, cuya escritura depurada, en su cadencia seguramente pasada por el filtro de la poesía, tan cara al autor, deja constancia este arranque magnífico con el que dejo paso al lector, al que espero haberle abierto el apetito:
No mentiría del todo si aseguro que, cuando salió de la librería de Otto —a pesar de que su vestimenta era la habitual: unos pantalones vaqueros y una chaqueta de pana marrón con coderas del mismo color, y ese tipo de camisas a cuadros que acostumbraba a usar a diario—, el psiquiatra Rafael Cruz se había convertido en otra persona.
ARTE. EL AURA DE LOS CIERVOS
MIGUEL ÁNGEL BLANCO /MUSEO DEL ROMANTICISMO (Hasta el 1 de marzo)
El pasado domingo nos esperaba una mañana gozosa. Berna González Harbour e Itziar de Francisco nos convocaron en el Museo del Romanticismo (calle San Mateo, 13) para presentarnos a Miguel Ángel Blanco, quien nos iba a hacer de cicerone de su exposición «El aura de los ciervos». Allí estábamos, además, con Palmira Márquez, Máximo Gutiérrez y Ruth de las Heras (en la foto intentamos colocar nuestras cabezas ante las metopas de madera). Fue toda una experiencia que el artista se adentrara en el sentido de su obra y rememorara con pasión el proceso creativo. Después, en la más que agradable comida que celebramos en Bosco de lobos, el restaurante-biblioteca del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM), tuvimos oportunidad de conocernos mejor y conocer el proyecto que Blanco está culminando para noviembre de este año y que promete ser una exposición atractiva y, seguro, multitudinaria.
He rescatado de la página del Museo estos fragmentos sobre la exposición:
«Una exposición de Miguel Ángel Blanco en la que la creación contemporánea convive con obras del Museo del Romanticismo, para evocar en el espectador una imagen mítica de la naturaleza. El artista parte de un grabado de Fernando Brambilla perteneciente a la colección de este museo junto a otras piezas de temática relacionada con un animal tan emblemático como el ciervo y las pone en relación con ocho libros-caja de su Biblioteca del Bosque.
El grabado de Fernando Brambilla Vista del Real Palacio de Riofrío tomada entre el Norte y Levante, con relámpago (foto del centro en blanco y negro) que se conserva en el Museo del Romanticismo, ha servido de base para realizar una selección de obras pertenecientes a la colección del museo que reflejan la fascinación por un animal con una carga simbólica ancestral y dan idea de las distintas facetas que tuvo en el período romántico su representación artística.
Estas obras se muestran junto a ocho libros-caja de Miguel Ángel Blanco pertenecientes a su Biblioteca del Bosque, siete de ellas realizadas ex profeso para la muestra. La exposición culmina con una instalación que escenifica la liberación del aura de los ciervos, utilizando metopas y cuernas procedentes del Museo Nacional de Ciencias Naturales, complementada por una intervención sonora que reproduce el entrechocar de las cornamentas y la berrea, convocando el misterio de la expansión del sonido en la naturaleza».
De Miguel Ángel Blanco ya di noticia en el post: «De fotos, arte, frases, recuerdos y olvidos», el 3 de abril de 2014, a propósito de su intervención en el Museo del Prado.
VA PENSIERO, UN LIBRO-JUEGO A TRES BANDAS
Y acabamos con poesía. La de Va pensiero, un libro que ha editado Tito del Muro para Legua editorial y del que soy tan irresponsable como Julio Estrela, que lo hermoseó con sus fotografías, y como Luis Eduardo Aute, que cantó una canción en su estudio de pintura y que hemos introducido en el libro. Va pensiero es un libro que también juega con las palabras y persigue una intencionalidad política, social, amorosa. En el fondo es un cúmulo de ocurrencias que un día encontré escritas por un alter ego y que cuando las he vuelto a leer más me han parecido al autorretrato de un desconocido. Luis Eduardo Aute escribió este MICRÓLOGO para el libro:
La cosa es jugar, seguir jugando al juego de sacarle el jugo a las palabras, arrancarles el yugo que las atenaza y amenaza, amén de desnudarlas, desanudarlas del nudo que las ata y ataca…
La cosa es jugar extrayendo el jugo del ego del propio juego de palabras con palas de sueños sin dueños. Todo sea para que la palabra abra sentidos y sentimientos amuermados bajo un mármol de marmotas durmiendo en literas de aséptica literatura.
Va pensiero, de Miguel Munárriz, va en sentido contrario, com-pensando pensamientos lúdicos, lúcidos, con contrasentidos siempre sentidos mas no consentidos. Un indudable alarde de alas que arden desde las palabras más dudables…
Así también, Julio Estrela juega con imágenes que son como imanes de su imaginación. Juegos de espejos y espejismos sutiles, incluso a veces brutiles… que utiliza con desparpajo de párpados visionarios e invisibles, indistintamente, mas siempre distintos.
La cosa es jugar, jugar… mas nunca juzgar.
Bien, pues Va pensiero lo pondremos en marcha el día 29 con una fiesta en Factoría de Arte y Desarrollo donde brindaremos por la poesía con un cóctel Golden Autum, un cóctel con el que el editor del libro va a emular a Chicote y a Joaquín de las Muelas juntos. Aquí va este adelanto del libro:
EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS HE CUMPLIDO LOS 60:
Mi agenda 30 años después ya soy un exsimbol
……… ………
PATRIA O MUERTE CUBA 2.0
Propongo apátrida y vivo. Se cayó el sistema
Hace un tiempo, Luis Eduardo Aute nos escribió este poema en el que juega con las palabras. Ahora lo cuelgo aquí para decirle que el amor es mutuo.
enamoraDOS PASSOS
A dos passos del espejo,
en el reflejo,
mirándome os veo,
amaDOS PASSOTASS.
Fdo: Luisardo
Salud y hasta el jueves, 29.