VÍCTOR MANUEL: «50 AÑOS NO ES NADA». OVIEDO, 14 de SEPTIEMBRE de 2014
Desde que en 1968 sonaron por primera vez las canciones de Víctor Manuel: “El tren de madera”, “La romería” y “El abuelo Víctor”, he seguido fielmente toda su carrera. Estas dos últimas han quedado como un emblema, a pesar –o tal vez por eso– de contar historias locales, como puede ser, en el caso de “La romería”, una fiesta popular en el valle de Cuna por los mártires San Cosme y San Damián, en las inmediaciones de Mieres, o la historia de su abuelo, picador en la mina. Víctor Manuel siempre supo contar su historia personal –como lo hizo hace muy poco en su magnífico concierto “Vivir para cantarlo”-, para el que compuso una música que queda prendida para siempre en el recuerdo y que se sigue cantando con la misma pasión que el primer día. O al menos es lo que hicimos Palmira y yo el viernes, 14, en Oviedo, en el concierto “50 años no es nada”, en el que acompañaron a Víctor Manuel muchos amigos: Aute, Serrat, el Gran Woyming, Estopa, Sole Giménez, Miguel Ríos, Pedro Guerra… y así hasta dieciséis, además de Miguel Poveda, apoteósico cuando se arrancó con “Yo soy un hombre del sur/polvo, sol, fatiga y hambre”, de la canción “Asturias”, el escalofriante poema de Pedro Garfias, transterrado en México por la Guerra Incivil Española. Al piano, su hijo David, a los coros, su hija Marina. En dos de las canciones, su mujer, su musa, Pilar (“es un volcán/es algo más”), la siempre impecable Ana Belén. De nuevo juntos pusieron en marcha todos los sentidos a las 20.000 almas que estábamos allí, con “La puerta de Alcalá”.
He estado en muchos conciertos de Víctor Manuel y siempre que vuelvo la sensación es la misma: la felicidad de rememorar el pasado con la alegría que te transmiten sus canciones. Recordar tal como éramos, contra lo que luchábamos. Quizá lo que nos ocurra ahora sea parecido a lo que Ángel González contó en su poema “Otro tiempo vendrá distinto a este”, que termina con esta rotundidad:
…estoy aquí,
insomne, fatigado, velando
mis armas derrotadas,
y canto
todo lo que perdí: por lo que muero.
Víctor Manuel ha sido uno de los personajes a los que había que seguir, si eras de izquierdas, naturalmente. Y su valentía por sacar adelante las letras que la censura se encargaba de remendar con tachaduras fueron siempre aire fresco. Todo lo que contaba en plena dictadura con “El cobarde”, por ejemplo, o después, en la Transición, que también fueron años complicados, con el disco 10, que publicó en 1978, en el que incluía un homenaje a Ignacio Fernández Inguanzo, al que conocíamos como “El paisano”, uno de los históricos luchadores contra el franquismo; o también la canción “Aire libre”, sobre un poema de Blas de Otero. Y luego su repertorio asturiano: “Cuélebre”, “Paxarinos”, “La planta 14”, canción ésta que me pone la piel de gallina, que me hace llorar y que me hace cabrear de impotencia. Un batiburrillo de sensaciones que se me entremezclan en tres minutos.
El concierto de Oviedo ha vuelto a conseguir que durante dos horas y media cantara con él a voz en grito, con la ayuda de Palmira, que a pesar de ser tan joven las cantaba con el mismo fervor. Pero de esa noche me quedó una impresión que no había tenido nunca con una de sus canciones: “Soy un corazón tendido al sol”. Cuando Víctor Manuel la publica en 1979 yo la recibo con la alegría de una nueva canción suya, pero no ha sido hasta este concierto del pasado día 14 cuando, antes de interpretarla, Víctor Manuel dice que la escribe después de una dura travesía del desierto. No contó más y yo tampoco sé lo que le ocurrió, aunque puedo presuponer desengaños y otras decepciones porque tras escucharla a la luz de ese mensaje aprecio mejor un canto a levantarse de nuevo, a pesar de todo lo ocurrido. Me ha parecido más hermosa que nunca y la he adoptado como una más entre el repertorio que prefiero: “Quiero abrazarte tanto”, “La planta 14”,”Nada sabe tan dulce”, “Luna”, “Asturias”…
SOY UN CORAZÓN TENDIDO AL SOL
Aunque soy un pobre diablo,
casi siempre digo la verdad.
Como fuego abrasador,
siempre quise ser el que no soy.
No transcurre el tiempo junto a ti,
no existe el reloj;
no tiene sentido entre tú y yo.
Aunque soy un pobre diablo,
se despierta el día y echo a andar.
Invencible de moral.
¡Qué difícil es buscar la paz!
Convivir venciendo a los demás…
Nuestra sociedad
es un buen proyecto para el mal.
Dejo sangre en el papel
y todo lo que escribo
al día siguiente rompería
si no fuera porque creo en ti.
A pesar de todo,
tú me haces vivir,
me haces escribir
dejando el rastro de mi alma
y cada verso es un jirón de piel.
Soy un corazón tendido al sol.
Aunque soy un pobre diablo,
sé dos o tres cosas nada más:
sé con quién no debo andar,
también sé guardar fidelidad.
Sé quién son amigos de verdad,
sé bien dónde están:
nunca piden nada y siempre dan.
¡Que envidia! Ya sé que no es lo mismo, pero estoy deseando que saquen el concierto en vídeo.
Maravilloso concierto y como siempre haces, Miguel, lo cuentas de maravilla. Lloré y recordé .
Estuve en el concierto, apoteósico en el sentido de ver a tanto cantante que ha puesto la banda sonora de mi vida. Y poder cantar todas las canciones porque todas las conoces. Eché en falta más banderas asturianas en el concierto. Me dió tristeza ver tan pocas, y eso que yo llevaba dos.
Sobre Miguel Poveda, siento discrepar, yo lo veo sobrevalorado, claro que está bien amadrinado, pero cantantes flamencos mejores que él y con más «pellizco» los hay a patadas.
Gracias y un saludo!