Una semana da para mucho. A veces se pasa sin sentir, entre trabajos enmarronados y un duermevala constante en el sillón de orejas. Otras, como esta que comienza un 1 de noviembre en el que no celebramos ningún Halloween, ni falta que hace, estuvo sembrada de momentos felices en buena compañía, como estos que voy a contar.
Sábado 1 de noviembre. Valle
Domingo 2. Tándem
Con José C. Vales (El pensionado de Neuwelke. Planeta) y Belén Bermejo (editora de Espasa) salimos a media mañana a pasear por el Barrio de las Letras, que está lleno de buenos sitios para disfrutar de un tapeo castizo a base de patatas fritas, gambas, aceitunas y boquerones, en bares que tienen nombres como Cervantes o Los gatos. Las cañas que tiran como nadie en esta ciudad son el complemento a una mañana gloriosa de cielo azul, en un ambiente en el que parece no pasar nada, salvo el tiempo. A las tres de la tarde nos sentamos en el restaurante Tándem, cuyos propietarios tienen también muy cerca El Triciclo y damos buena cuenta de unos platos que nos invitaron a dormir la siesta.
Miércoles 5. Un viaje iniciático
El viaje de Carla es un documental dirigido por Fernando Olmeda que cuenta la vida de Carla Delgado, diputada autonómica por el PSOE en Madrid, y conocida en su anterior faceta de artista como Carla Antonelli, desde que se va de Güimar, su pueblo natal en Tenerife, hasta su vuelta para reencontrarse con sus recuerdos, tras una vida de lucha y de superación en favor de la igualdad. El viaje de Carla es una lección de cine y de compromiso, y una propuesta de libertad: “Ha sido un exorcismo de mis demonios, me había creado mis propios prejuicios. Y también es un ejercicio de resiliencia, esa capacidad para sacar algo bueno de todo lo malo”, dice Antonelli en una entrevista que Emilio de Benito publicó en la última de El País el miércoles, el mismo día en que fuimos a ver el pase a Matadero, dentro del festival Lesgaicinemad. Fernando Olmeda trabajó en este documental cinco años. Ahora es el momento de que El viaje de Carla recorra todos los festivales del mundo con sensibilidad social para llevarles la emoción con que está rodada esta historia de lucha por dignificar la identidad de género.
Jueves 6. Visitando a un rey loco
Basado en la dramaturgia de José Sanchis Sinisterra, el Ricardo III shakespeariano llenó el teatro Español de espíritus torturados, de traiciones, de muertes y de rebeliones desesperadas. Un retrato de un alma ambiciosa y turbia por el que se respira durante hora y media el jadeo incesante de un ser vil y sin conciencia, el mismo que, atravesado de muerte en la batalla clama: «¡Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo!».
Natalio Grueso, que fue quien programó esta obra y todo lo que en el Español se está produciendo aún, antes de irse a respirar nuevos aires vitales y culturales -su novela La soledad (Planeta), ha entrado ya en los circuitos internacionales-, coprodujo el Ricardo III más sonado de la historia, con dirección de Sam Mendes, en donde un poderoso Kevin Spacey mostró todo su potencial dramático. Inolvidable aquel 29 de septiembre de 2011 en el Teatro Palacio Valdés de Avilés.
Viernes 7. El Prado bien vale un misa
Con Las ánimas de Bernini. Arte en Roma para la corte española, en el Museo del Prado, comenzaba el fin de semana. Aprovechando que venían de La Robla, en León, (lugar de nacimiento de la escritora Josefina Aldecoa) Reme y Emilio, dos amigos con los que hablamos de arte, cine, libros, viandas y algo de medicina -ellos, que son médicos; nosotros preguntamos por algún dolorcillo sin importancia-, fuimos a ver la primera exposición sobre este grande italiano, uno de los artistas más influyentes del siglo XVII. Gian Lorenzo Bernini fue un excelso escultor y pintor, también arquitecto, inventor… un auténtico polifacético cuyos trabajos fueron todos exitosos. Roma está llena de su arte, como las estatuas que adornan los laterales del vaticano y que forman un grupo escultórico de magnífica belleza. Esta cabeza que Bernini llamó «Anima dannata», tuvimos la suerte de verla en Roma, en 2009, en la Embajada de España ante la Santa Sede, que es de donde ha llegado hasta el Prado para esta breve, pero intensa muestra.
Después nos fuimos a saludar a Velázquez y a extasiarnos por enésima vez con Las Meninas. Ha sido una semana fructífera, culturalmente potente, y digo lo de cultural porque la gastronomía es uno de los soportes culturales más importantes, no solo por la tradición en la que se basa y la evolución que cada día experimenta, sino porque es el pilar fundamental para que antes o después disfrutemos de todo lo demás. Para dar fuerza a las piernas que nos llevan con alegría de un sitio a otro y para regenerar el cerebro de neuronas, porque ahora ya se sabe que el sistema nervioso no es rígido y que su plasticidad alimenta la esperanza terapéutica en el tratamiento de enfermedades, lagarto, lagarto.
Receta para terminar esta semana cultural madrileña: Buenas viandas y buenos encuentros con amigos en lugares propicios para la alegría.