SEPTOPLASTIA
Palabreja. Pero hay una más: Turbinoplastia, es decir intervención quirúrgica que corrige la desviación del tabique nasal. Y ya está. Uno se deja llevar y entra en el quirófano -el mío era el número 14, me fijé bien al entrar bajo el dintel de la puerta-, donde me esperaba un anestesista simpático que antes de que empezara a dormirme me dijo: «Dentro de un rato vendré a despertarte, y no sabes lo feliz que me hace que me hagan caso». No me digan que no es una frase digna de Bogart.
Una operación, cualquier operación, tiene sus dosis de intensidad. Y aunque los médicos saben, y también firmas un consentimiento, que existe un riesgo, la verdad es que no lo piensas. Mejor no pensarlo, claro. Mejor vivir como si fueras eterno. El caso es que hay momentos en los que la cabeza empieza a elucubrar, desde que te aíslan para ponerte vías en vena con suero o hacerte algunas preguntas como, «¿Sabes de qué te van a operar?», y ante tu cara de asombro se ríen porque lo que quieren es asegurarse de que todo está OK. Eso es lo que uno quiere, que todo esté OK, y no KO.
La experiencia tiene su bemoles. Yo soy de natural tranquilo y positivo, y el caso es que mi organismo siempre ha reaccionado como un campeón, pero no quiero imaginar a los que no pueden controlar las señales negativas de un cerebro inquieto. Estoy aún viviendo esa experiencia porque el postoperatorio es delicado, pero pronto volveré a olisquear el aire como el sabueso de los Baskerville, o no, que este era un perro diabólico, mejor de Lassie, tan limpia ella y con tan buen rollo.
DEMOCRACIA
Democracia no es una palabreja; es una palabra hermosa. Democracia es igual a Poder del Pueblo, ahí es nada.
El domingo de la próxima semana saldremos a votar. Desde 1978 son ya muchas las veces que lo hemos hecho, y espero que las que te rondaré morena. Vuelven unas elecciones en las que el voto puede cambiar el sesgo político de unos años atrás. Gran parte de la sociedad está cansada, harta de advertir que eso no es lo que quieren, pero al final, en la noche del escrutinio comprobaremos si el hartazgo se transforma en castigo, en pedir y esperar un nuevo rumbo a las costumbres, o no. Como en otras ocasiones, el 24 no hay que ir a las urnas tapándose la nariz porque no hay alternativa; no sabemos si las posibles alternativas de estas elecciones resultarán luego trigo limpio. Lo que yo tengo meridianamente claro es que sin auténtica participación democrática no se espanta el miedo, y el miedo es un producto genuino de la ignorancia. Hay que ser claro y rotundo, armarse de imaginación e ilusionarse una vez más para que no nos ocurra lo que Ángel González escribió en el poema:
ELEGIDO POR ACLAMACIÓN
Sí, fue un malentendido.
Gritaron: ¡a las urnas!
y él entendió: ¡a las armas! -dijo luego.
Era pundonoroso y mató mucho.
Con pistolas, con rifles, con decretos.
Cuando envainó la espada dijo, dice:
La democracia es lo perfecto.
El público aplaudió. Sólo callaron,
impasibles, los muertos.
El deseo popular será cumplido.
A partir de esta hora soy -silencio-
el Jefe, si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.
Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio.
Los poetas y los novelistas siempre nos consuelan porque al leerlos tenemos la impresión de que eso es lo que pensamos y hemos querido decir. Por eso, Benito Pérez Galdós ya sabía todo esto de la casta que ahora vuelve a estar tan de moda.
“Los políticos se constituirán en casta, dividiéndose, hipócritas, en dos bandos igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo; no crearán una Nación; no remediarán la esterilidad de las estepas castellanas y extremeñas; no suavizarán el malestar de las clases proletarias. Fomentarán la artillería antes que las escuelas, las pompas regias antes que las vías comerciales y los menesteres de la grande y pequeña industria. Y por último, hijo mío, verás si vives que acabarán de poner la enseñanza, la riqueza, el poder civil y hasta la independencia nacional, en manos de lo que llamáis vuestra Santa Madre Iglesia».
Y es tan verdad como que lo estamos sufriendo desde que los partidos han creado su propias reglas para sobrevivirnos, aunque nada es para siempre (salvo un diamante, pero no están las cosas para frivolidades). «¿Qué hacer?», que dijo Lenin, pero tampoco le hagamos mucho caso. Allá cada uno con su conciencia, pero luego que no diga que pasaba por aquí.
El jueves que viene más, pero por narices que de la palabreja no hablaré
Me gustó mucho ese texto leve y profundo, de fina ironía, escrito por un hombre maduro… a una nariz pegado. Buena semana amigo. Ah, cómo los años y, tal vez la distancia, nos acercan los recuerdos de la infancia.