Hoy es 23 de abril y celebramos el Día del Libro. Hoy es el día en que se les llena la boca a los medios de comunicación (sobre todo a las cadenas de televisión) hablando de libros, mientras que el resto del año no emplean ni un minuto porque lo tienen casi todo ocupado para pases de lencería fina. Hoy es el día que toca hablar de libros, como si en este país se leyera, como si este país no tuviera el índice más bajo de lectura del entorno europeo. Lo peor de todo es que hace tiempo que nos pasa factura, convirtiéndonos en ciudadanos menos imaginativos, y por lo tanto más ciegos y más manipulables, y destruyendo una industria que ha costado mucho esfuerzo levantar.
«John Berger escribe acerca de lo que verdaderamente importa». Susan Sontag
La lectura reciente de El toldo rojo de Bolonia (Abada, editores, 2011), un librito tan breve como hermoso de John Berger (Londres, 1926), que contiene algunas de las claves de su universo poético, artístico, social y literario, me recordó que hace 15 años tuve la fortuna de organizar para Alfaguara la presentación de su novela, King. Una historia de la calle.
Berger, tras publicar en 1995 su novela Hacia la boda, empezó a pensar en escribir un libro sobre los homeless, pero, «cada vez que me disponía a escribir me parecía más difícil. ¿Cómo evitar la superioridad, la caridad barata, la piedad?», escribió. Se le ocurrió entonces «que los homeless por lo general tienen perros y que si la historia fuese contada por un perro podría evitar esos riesgos y eludir cualquier tipo de juicio personal”. Así nació King, la novela que publicó Amaya Elezcano para Alfaguara en el año 2000, y que significó para mí un reto profesional porque, recién llegado al grupo mediático más importante del momento, no cabía la posibilidad de organizar una presentación convencional con el pintor y crítico de arte, autor de El sentido de la vista (Alianza, 1990), o de G. (Alfaguara, 1992), novela con la que había ganado en 1972 el prestigioso Booker Prize. John Berger también había escrito guiones, como el de Jonás, que cumplirá 25 años en el año 2000, la películas que Alain Tanner rodó en 1976 y que en aquellos años me impactó por su contenido utópico. Hace ya unos años, la cineasta Isabel Coixet organizó una exposición sobre otro libro de Berger, De la A a la X, en el que Aída, una mujer enamorada, escribe cartas a Xavier, su marido, preso político a quien no le permiten responder. Leonor Watling puso voz a Aída y participaron entre otras, las actrices Monica Bellucci, Penélope Cruz, Isabelle Huppert, María de Medeiros y Sarah Polley. Isabel Coixet le dedicó a Berger su película, La vida secreta de las palabras: «[Él] Me animó a hacerla. Las guerras se pueden contar desde las consecuencias», me dijo. En esta película, Coixet, la directora más personal e intimista de los últimos años, incluyó en la banda sonora, «Hope There´s Someone», la canción de Antony & The Johnsons, uno de los artistas más personales e intimistas de los últimos años.
Pero nos habíamos quedado en King. Una historia de la calle, la novela de John Berger con la que tuve que demostrar que era posible estar a la altura de las circunstancias. Claro que yo contaba con la ayuda de dos magníficos profesionales: Rosa Junquera y Gerardo Marín, que hicieron de aquella noche algo mágico. Lo primero que pensamos fue celebrarlo en la calle, como correspondía a un invitado tan ilustre con King, el perro callejero que narra esta historia. Berger vivía entonces en un pequeño pueblo de los Alpes franceses y llegó a la editorial con un queso de la región como regalo para su editora. Tenía entonces 74 años y su cara y sus manos tenían el aspecto de un rudo campesino, pero su amplia sonrisa y sus maneras joviales le hacían parecer un muchacho encandilado con la vida.
Hablamos con el ayuntamiento para que nos dejara ocupar la Plaza del Conde de Barajas, un lugar recoleto muy cerca del Mercado de San Miguel, de la Plaza Mayor y de la calle de Bringas, un entorno galdosiano que por unas horas recuperó el ambiente literario. Se montó un pequeño escenario, pusimos un micrófono que se alimentaba de la corriente de un bar cercano, colocamos un cartel, invitamos a Manuel Rivas como maestro de ceremonias del escritor, y pedimos a unos músicos callejeros que compartieran con el público una muestra de su saber hacer, sembramos de sillas parte del recinto… y al anochecer del 28 de septiembre de 2000… ¡ale hop!, comenzamos la fiesta. Surgió la palabra y la música y en un momento la plaza se llenó de poesía.
Al día siguiente, Rosana Torres lo contaba así en El País. «La de ayer también fue una historia de la calle. Por la tarde, en una pequeña plaza del casco histórico de Madrid, Berger volvió a meterse en la piel de los sin techo de la mano de Manuel Rivas, quien dijo: «Berger atrae y nos hace ver mejor y no dejar de plantearnos lo que le pasa al otro y por qué». Los dos leyeron, hicieron pintadas y, sobre todo, jugaron. No estuvieron solos. Se rodearon de músicos callejeros, esos que se ganan la vida a diario tocando para los que muchas veces les han convertido en parte del cotidiano mobiliario urbano. Y también se rodearon de textos que entroncan a través de imágenes poéticas con el mundo de Berger. Textos de Lorca, José Hierro, Claudio Rodríguez, César Vallejo, Ángel González… También la palabra de Berger se convirtió en sonido.
Y en un destacado, escribió: John Berger pide respeto a la sabiduría de los ‘sin techo’ al presentar su nuevo libro. La placita quedó abarrotada de gente que unas veces vitoreaba a los escritores y otras guardaba un silencio inhabitual en esa zona. Llamazares, Martín Largo, Felipe Vega, Pedro Guerra… Todos terminaron entusiasmados al grito de «¡capitalismo-canibalismo!».
Hoy, 23 de abril, Día del Libro, he querido recordar esta breve y emocionante historia de King, un libro que, gracias a la generosidad y la amplitud de miras de tanta gente, pudimos celebrar en la calle, como un auténtico ágora de las letras y de la vida.
Munárriz comienza su texto comentando lo poco que se lee en España. Pues voy a contar lo que me ha pasado hoy en una clase de 3 ESO (antiguo 1 BUP). Para resumir, sólo un alumno de veintitrés totales, sabia quien era Federico García Lorca. Tienen 14/15 años y no conocen a Lorca. ¿Cómo lo van a leer?
Como decían profesor de Sociología del Deporte ¿Cómo van a escoger un deporte si no saben que existe?
¡Ahí queda mi aportación!