Si no has programado aún tus vacaciones de verano, no lo dudes y vete a Asturias a disfrutar de sus playas. Allí, el sol solo te castiga lo necesario. Empléate a fondo en sus villas marineras: centollos, pixín y bonito de la mejor calidad. Y que no falte la sidra.
En Asturias hemos sabido preservar lo mejor de los fogones y transmitirlo a lo largo del tiempo, combinando la tradición con fórmulas renovadas que nos han dado 7 estrellas Michelín. Para hablar de la gastronomía de Asturias en poco espacio hay que tener una gran capacidad de síntesis, por eso es mejor comentarlo en episodios, como el que abordamos en este tiempo veraniego en el que hablaremos de los pescados y los mariscos, seres maravillosos a los que el fitoplancton del Cantábrico les proporciona una gran calidad que después nuestros chefs elaboran con mano maestra. Véase (o cómase, mejor) un besugo a la espalda, una exquisita merluza del pinchu, el singular pixín (rape) o la chopa a la sidra. Claro que si se trata de bonito, bien está que nos lo cocinen ”en rollo” o bien sea una ventresca asada. Y ya puestos, lo más marinero, una suculenta caldereta hecha con los mejores pescados de roca.
La gran variedad gastronómica de Asturias viene de hace más de un siglo cuando los más audaces iban desde un extremo al otro en barco; desde la occidental Luarca hasta Llanes, porque por tierra era más complicado por su orografía abrupta, con montañas y valles difíciles de cruzar, de tal manera que los habitantes de las distintas zonas conocían muy poco lo que se hacía al otro lado.
Para todos aquellos que no tengan aún programadas sus vacaciones este verano, que no lo duden y vayan a Asturias a disfrutar de sus playas, donde el sol no castiga más de lo necesario, y gastronómicamente se empleen a fondo en sus villas marineras.
El viajero que, además, necesite un toque de cultura popular que empiece esta ruta visitando el Archivo de Indianos, en Colombres, y que se adentre en la Cueva del Pindal, en Pimiango, Después, conocedores de nuestra prehistoria y de nuestro pasado emigrante y emprendedor, puede ya comerse de aperitivo unos tortos (a base de harina de maíz), y si la meteorología está algo inquieta, qué oportunidad para entrarles a unas verdinas (pequeña alubia de color verde), que con almejas o con marisco están para recordar.
Como andamos por la zona oriental, Llanes y alrededores, no podemos dejar de admirar dos espectáculos naturales: las playas de Torimbia y la de Gulpiyuri. Si las verdinas eran para recordar, estos paisajes son para no olvidar. Luego vayamos aproximándonos a la desembocadura del río Sella y si no hemos podido ir al Pindal tenemos ahora la oportunidad de, en Ribadesella, ver las cuevas de Tito Bustillo, unas de las muestras de arte rupestre más importantes de la Península Ibérica, alquilar una piragua y cenar el clásico salmón en una de las innumerables terrazas de la villa, mientras un lugareño nos escancia un culín de sidra, aunque lo del lugareño puede ser una manera de hablar, como se decía en los tradicionales folletos festivos, porque los últimos ganadores de los concursos de “echadores” de sidra creo que eran japoneses o ecuatorianos.
Si la sidra nos animó la noche y nos puso un poquitín achispados (no hay problema por marearse porque la sidra se mea con facilidad, ya la elogió el doctor Marañón), al día siguiente pongamos rumbo, ¡como no!, a la Comarca de la Sidra: Lastres, Tazones, Colunga, Villaviciosa…, allí nos esperan pescados frescos que en unos minutos pasan de la Rula a los restaurantes. Comamos, cantemos y bailemos, durmamos la siesta o lo que sea menester, pero luego hay que seguir, así que subamos de nuevo al coche y pongamos proa al Cabo Peñas, aunque antes debemos hacer una paradina en Candás, (cerca de Gijón), ¿para qué? para comernos unas sardinas a la plancha, y en Luanco (al lado), el susodicho bonito, ya sabéis: a la plancha, guisado, en rollo… Los oricios solo en el crudo invierno.
Próxima parada, Cudillero, pueblo marinero abalconado, con calles que bajan hasta el mar y casas pintadas de colores. Entre el cabo Vidio y el Busto, con dos magníficos faros, hay que bajar a la playa del Silencio (antes se recomienda haber leído el poema “Playa del Silencio”, de Fernando Beltrán, en su reciente libro Hotel vivir, publicado por la editorial Hiperión). Casi al alcance de la mano está Luarca, gran villa marinera con barrios de pescadores como La Pescadería o el Cambaral. Aquí se puede pedir la caldereta, faltaría más. Y casi llegamos a Galicia porque el estuario de la ría del Eo hace de frontera natural. Antes de pasar el puente están Vegadeo, Figueras y Castropol; este es, para mí, el pueblo más bonito y tranquilo del litoral, en el que se puede dar un paseo en barca. ¿Que tenemos apetito?, pues directamente nos damos a las ostras, a las navajas, a los mejillones y a las almejas que se cultivan en esta ensenada. Almejas a la marinera con el sol dorándonos la piel, pero si el día se levantó nubladín, ya sabemos, nos frotamos las manos porque vamos a pedir fabes con almejes.
¡Buen viaje y mejor apetito!
Cuatro restaurantes adonde ir (hay mil más pero no cabían)
En Prendes, Casa Gerardo (Ctra. AS-19, km 8,5. T. 985 887 797), continúa imparable su marcha de excelencia con varias generaciones que se funden. De Pedro y Marcos, padre e hijo, se dice que son «Un cocinero de cuatro manos, dos cabezas y una única visión gastronómica, la Asturias culinaria del siglo XXI». 1 Estrella Michelín.
El restaurante Gueyu Mar (Playa de Vega, 84, Ribadesella. T. 985 860 863), tiene la exquisitez de los mejores pescados en un entorno único, la playa de Vega. Hasta ahora no le ha hecho falta ninguna estrella; las tiene todas juntas cada noche sobre su terraza.
Y si vais a Oviedo hay que ir a Casa Conrado (c/ Argüelles, 1. T. 985 223 919), y a Casa Fermín (c/ San Francisco, 8. T. 985215462) ambos restaurantes en el entorno de la Universidad.