El fin de semana pasado se celebró en Madrid el día del Orgullo, diez años después de que el gobierno Zapatero aprobara la ley de matrimonio igualitario, cuyo adalid socialista fue el recientemente fallecido Pedro Zerolo, a quien la marcha del sábado recordó de manera especial. Diez años después, al panorama reivindicativo se han sumado los líderes políticos que han ganado las últimas elecciones municipales y autonómicas o se han aproximado tanto al poder que gracias a esas formaciones la izquierda podrá gobernar los próximos cuatro años. Por primera vez en Madrid, una alcaldesa de izquierda (desde Tierno Galván), Manuela Carmena, esperaba la cabalgata festiva en el escenario de la plaza de Colón para celebrar este movimiento que, afortunadamente y mal que les pese aún a muchos recalcitrantes inquisidores, puede cantar bien alto “A quién le importa lo que yo diga/…lo que yo haga”, etc.
La noche del 29 de junio de 1969 los clientes habituales del Stonewall Inn, un lugar de ambiente en el Greenwich Village neoyorquino, se rebelaron contra la policía que irrumpió en una de sus redadas habituales. Los clientes gays, e incluso los que no lo eran, se concentraron delante del bar y durante tres noches se opusieron a la policía con todo lo que encontraban a mano. Fue el día en que los maricas perdieron su cara de miedo, en palabras del poeta Allen Ginsberg. El Orgullo gay ganaba una fuerza que hasta hoy no ha hecho más que avanzar, demostrando que «fingir ser `normal´ sexual o socialmente es probablemente la pauta de conducta más perjudicial en el gueto», dice El manifiesto gay de Carl Whitman.
Como todavía hay quien siga viendo todo esto con cara de asombro, no estará de más recordar que “se dispone de numerosos elementos de juicio que demuestran que muchos hombres y mujeres adquieren su aversión hacia la homosexualidad al crecer y verse moldeados por las costumbres y condicionamientos sociales”, según el antropólogo social Marvin Harris, lo que no quiere decir que los heterosexuales sean homosexuales en potencia “sino que la gente aprende a aceptar sin dificultad las formas homosexuales de sexualidad si hay precedentes sociales”, concluye Harris. En la Grecia clásica, filósofos como Sócrates, Platón o Jenofonte la sexualidad formaba parte integral de un proceso educativo y muchos soldados griegos se hacían acompañar de muchachos más jóvenes que les servían de compañero de cama, independientemente de que más adelante se casaran o no con mujeres. “Todo el mundo lo practicaba, nadie se avergonzaba de ello”, escribe el filósofo Jeremy Bentham. Hoy día existen aún multitud de retrógrados victorianos que atacan cualquier desviación de la norma social imperante, demostrado así su ignorancia de la anatomía y de sus funciones. “Reprimen la sexualidad no procreadora para contrarrestar la tentación de violar el imperativo marital y procreador”, según Bentham. Y a pesar del movimiento mundial que lleva muchos años en lucha por lograr ser ciudadanos con plenos derechos, a nuestro alrededor todavía hay quien mira de reojo cualquier incitación al vicio y a la depravación, que según ellos trae consigo esta “enfermedad”, cuando la depravación ha sido la de fabricar y fomentar la norma social dominante y mantenerla a través de los siglos a base de mano férrea y de miedo por los políticos y la Iglesia. Y no solo con la homosexualidad, sino también con las mujeres, los negros y las minoría étnicas, movimientos cuyas reivindicaciones han ido parejos en el tiempo. Por eso es tan importante recordar una y otra vez, mediante el movimiento civil, que es necesario hacer prosperar leyes en favor de la verdadera igualdad que aún queda por recuperar.
Buenas amigo…. Sigues muy liado….?
No lograremos vernos más ….aunque fuera por casualidad como las tres últimas veces.
Te sigo en el Blog… Me gusta tu estilo…
Un abrazo.