“La literatura ha sido la salvación de los condenados; la literatura ha inspirado y guiado a los amantes, vencido a la desesperación, y tal vez en este caso pueda salvar al mundo”. / John Cheever
Hace algunas semanas escribí a los autores de DOS PASSOS para invitarles a participar en un diálogo sobre la literatura que ahora, tras recibir sus respuestas, comparto con mi hipotético lector (“mi semejante, mi hermano”, que cantó Baudelaire). La propuesta partió de un diálogo de la novela Cocaína (págs. 39 y 40), publicada por la editorial Galaxia Gutenberg, de la que es autor Daniel Jiménez (Madrid, 1981), Premio Dos Passos a la Primera Novela en su segunda convocatoria con el patrocinio de Ámbito Cultural de El Corte Inglés. A los autores de la Agencia les pedí que respondieran a la misma pregunta que el narrador le formula a su dealer, Andrés: ¿Para qué sirve la literatura?, al tiempo que les eximía de responder a la primera cuestión que también planteaba Daniel Jiménez: ¿Qué es la literatura?, quizá porque me pareció que esta tendría más complicación, aunque hubo quien se atrevió también a responderla.
En la presentación del Premio Dos Passos participaron los escritores, Ramón Pernas, Sergio Fanjul y Luisgé Martín. Este último dijo cosas tan interesantes de la novela que al final yo le pedí el texto para mi blog. Todo lo que argumentó Luisgé Martín sobre Cocaína era magnífico, el inconveniente era que solo llevaba unas notas, aunque, afortunadamente, ha rescatado para este post un fragmento. Yo animo a los lectores a emocionarse con esta primera novela de Daniel Jiménez, de menos de 200 páginas, de la que no se sale igual tras haber entrado en ella. Entre otras cosas, Luisgé Martín dijo: “Cocaína no es una novela sobre la cocaína, no es una novela sobre las drogas, no es una novela sobre las adicciones. Es una novela sobre la necesidad que tenemos a veces (o que tenemos siempre) de escondernos de la vida, de nuestra propia vida. De ensimismarnos o de huir. Daniel, el protagonista de la novela, conoce el sufrimiento en su estado más puro, conoce el fracaso, conoce la soledad, y un buen día descubre una sustancia que borra todo eso. Cocaína es el relato del dilema que se le presenta: seguir viviendo desnudo o tratar de vestirse con paraísos artificiales”.
Las opiniones de los autores de DOS PASSOS se publican por riguroso orden de llegada.
Daniel Jiménez ha querido participar con estas líneas que amplían su visión de la utilidad de la literatura. Dice así:
La literatura no sirve para nada. Sin embargo, algunos libros, los buenos, sirven para desenmascarar y poner al descubierto los vicios, las virtudes y los defectos de los humanos, aunque no necesariamente sirvan para cambiarlos. Sólo por eso ya no podemos permitirnos prescindir de ella.
BERNA GONZÁLEZ HARBOUR (Santander, 1965). Su última novela es Los ciervos llegan sin avisar (RBA)
Para solucionar en el ordenador lo que no puedo solucionar en la vida: para matar, para dar vida, para vengarme, para burlarme, para robar, para ligar, para reírme, para sufrir, para llorar, para desgarrar, para resolver los casos pendientes o crear los que nunca quisiera, para trabajar con las palabras, para reñir con ellas, para reconciliarme después. En suma, para abrir la ventana a un mundo donde las reglas son mías y el dolor y la felicidad funcionan a golpe de voluntad.
ALBERTO LLAMAS (Málaga, 1966), es autor de la novela El asunto Melkano (Unomasuno)
La literatura (incluso los textos sobre crimenes o sentimientos terribles) puede ser una caricia de palabras que active la serotonina de nuestra mente, el placer de escuchar y de leer hermosas construcciones sintacticas, afilados significados y enseñanzas sobre la propia vida. ¿Qué es la literatura? La literatura es, o puede ser, placer.
JOSÉ C. VALES (Zamora, 1965). Con Cabaret Biarritz (Destino) ganó en 2015 el Premio Nadal
Querido Miguel: nos planteas las dos preguntas clásicas de la Teoría de la Literatura: ¿qué es la literatura? y ¿para qué sirve la literatura? (Desde mi silla frente al ordenador veo al menos cinco libros dedicados a contestar esas preguntas). A muchas personas les asustan estas cuestiones, probablemente porque conceden a la literatura unos poderes sobrenaturales o unas características espirituales que en absoluto tiene. Es como quien otorga al amor cualidades quasi místicas, cuando todo el mundo sabe que se trata de pura biología, feromonas, serotoninas y otras guarrerías viscosas. Con la literatura ocurre algo parecido. No es tan difícil responder a esas preguntas, y tienen respuestas muy concretas. La literatura es un proceso de comunicación artístico elaborado esencialmente con la palabra (oral o escrita). El cine, la escultura, la música son también procesos de comunicación artísticos. ¿Y qué es un proceso de comunicación? Bueno, Jakobson y todos los lingüistas y semiólogos del siglo pasado lo dejaron bastante claro: es un proceso en el que se traspasa información (en cualquiera de sus variantes, desde la puramente documental o conceptual a la emocional) de una persona a otra. El medio que se utiliza en la literatura es una secuencia organizada y artísticamente dispuesta de palabras. (El adverbio «artísticamente» ha de debatirse, porque tiene muchas variantes y una evolución tortuosa a lo largo de aproximadamente unos treinta siglos). El placer estético y sus funciones se estudiaron sobre todo en el siglo XVIII y el que quiera puede acudir a los retóricos ilustrados, pero los modernos neurocientíficos dan por seguro que el placer estético guarda también mucha relación con el placer del conocimiento. En resumen: al cerebro le encanta saber. Es un yonki de la información. Un yonki de la información… de la buena y de la mala, y le encanta la basura que genera serotonina, como las ficciones literarias. Los neurocientíficos han descubierto que toda imitación segura de la vida produce placer. Por eso disfrutamos con el pavor que nos produce La lista de Schindler o con el miedo que nos da Drácula. El aprendizaje y la costumbre decantan los niveles artísticos e informativos con los que disfruta el cerebro. De ahí que haya individuos que no se sientan concernidos por el Partenón o por el Guernica y otros consideren esas obras como cumbres de la imaginación y la creación humana. De ahí que haya personas que disfrutan de Virginia Woolf y otras que disfrutan con Arnold Bennett.
¿Y para qué sirve? Los aficionados a la literatura se han empeñado en repetir en los últimos cien años que la literatura no sirve para nada. (Hacen mal en decirlo, porque se lo ponen fácil a los críticos que evalúan sus obras: pueden sentirse tentados a darles la razón). Bueno: que la literatura no sirve para nada es la fórmula más elemental del ars gratia artis. A lo largo de la historia ha habido varios trabajos titulados así: ¿Para qué sirve la literatura? El clásico es el trabajo de Sartre Qu’est ce que la littérature?, pero como sus teorías del compromiso y la responsabilidad son historias antiguas y polvorientas, ni siquiera me detendré en ellas. Después de estudiar a la mayoría de los teóricos, siempre vuelvo a la idea básica de Horacio. Yo sí creo que las dos funciones primordiales de la literatura son enseñar y entretener. No importa qué se enseña y cómo se entretiene. No estoy hablando de cuentos morales, sino de literatura de verdad. Puede plantearse también como «tener algo que decir» y «saberlo decir». Personalmente, no me interesa en absoluto leer un libro del que no puedo aprender nada y que no me entretenga, o que no tiene nada que decir y, además, lo dice mal. Las murgas de autores que me cuentan su vida o me consideran un psicólogo para su escritura terapéutica jamás me han interesado. Por eso creo que no es poca cosa conseguir esos objetivos: enseñar y entretener. Yo no pretendo ni transformar al lector, ni hacerle vislumbrar un mundo nuevo, ni epatarlo o asombrarlo, ni quiero darle la murga con mis ideas personales (porque él tendrá las suyas, tan buenas o tan malas como las mías) ni proponerle una nueva filosofía. Quiero que disfrute con mis textos, procurando no molestarlo mucho, o molestándolo sin que lo note. Conceder a la literatura unos valores y unas características místicas y sobrenaturales que no tiene es estafar al lector.
«Yo diría que un libro tiene que ser entretenido», decía C. S. Lewis.
C
CARLOS SALEM (Buenos Aires, 1959). Su última novela se titula, En el cielo no hay cerveza (Navona)
La literatura no sirve para nada y por eso sirve para cambiarlo todo. Es tan superflua que resulta indispensable. Me refiero a que la humanidad también podría haber construido aviones, palacios de invierno y casas de putas y hospitales si no hubiera existido la literatura. Pero serían casas de putas huérfanas de boleros, hospitales sin cicatrices bellas, aviones sin envidia de pájaro, y palacios de invierno que no merecería la alegría tomar, ni siquiera en primavera.
LEA VÉLEZ (Madrid, 1970). Es autora de El jardín de la memoria (Galaxia Gutenberg)
Estaba revisando un texto de mi próximo libro y tras leer un párrafo en el que hago una definición curiosa de lo que es la literatura, me entra un mail de Miguel pidiéndome que responda a la pregunta ¿qué es para mí la literatura? Bueno… Está claro que la propia sincronía tiene la respuesta, así que inmediatamente le mando el párrafo que acabo de leer y que yo misma escribí hace casi un año:
“La literatura está en todo lo que no parece literario, en la música de camino a algún monasterio, en las horas vespertinas, en velatorios en días significativos, en notas al margen que ya no se entienden, en ventanas que se abren a lo fantástico y casi nunca está, o cada vez lo está menos, en los libros. ¿Y para qué sirve? Pues para muchas cosa, todas buenas, útiles e inteligentes, pero sobre todo, la literatura sirve para iluminar la vida con la única forma inmortal de felicidad.”
GUILLERMO ROZ (Buenos Aires, 1973). Con Malemort, el impotente (Alianza) fue Premio Fernando Quiñones de Novela en 2015
Vila-Matas me descubre en un artículo en El País, un libro de Peter Handke que se titula Ensayo sobre el Lugar Silencioso. Gracias a estos dos autores encuentro que Lugar Silencioso es el nombre más adecuado para definir lo que (me) promete la Literatura y (me) sabe dar. A mí la literatura me sirve para hacer silencio.
F
Mª JOSÉ RUBIO (Madrid, 1965). Su última novela es El cerrajero del Rey (La Esfera de los libros)
La literatura sirve para ser persona. La esencia del ser humano, lo que nos distingue como personas, es la capacidad de pensar y amar. La literatura nos despierta ambos: pensar y amar las palabras; pensar y amar otros mundos, otros tiempos, otros hechos, otras ideas. Si un libro te hace pensar y amar, estás ante un obra maestra. Da gracias, porque te está haciendo mejor persona.
FERNANDO ROYUELA (Madrid, 1963). Su última novela es Cuando Lázaro anduvo (Alfaguara)
La literatura sólo sirve para soportar la realidad.
INMA CHACÓN (Zafra, Badajoz, 1954). Su última novela es Mientras pueda pensarte (Planeta)
¿Qué es la literatura?: Un virus que, una vez que se contagia, no hay manera de eliminarlo.
¿Para qué sirve la literatura?: Para abrir los ojos y comprobar que no estamos solos.
I
YOLANDA GUERRERO, (Toulouse, Francia, 1962), tiene una la novela inédita, La mariposa que volvió del Hades
La literatura sirve para vivir. Lo mismo que respirar. Sin la literatura, que es como decir sin todo lo que está escrito, sea “gallardo, hermoso y discreto” o “máquina mal fundada” como los “caballerescos libros”, según el padrastro de Alonso Quijano, no hay respiración. Quien no lee es asmático de la vida. La literatura sirve para vivir a cualquier edad: enseña cuando los años son pocos; enseña y divierte al alcanzar algunos más; enseña, divierte y advierte cuando se dejan de contar por primaveras; en la madurez y hasta la muerte, enseña, divierte, advierte, estimula, indigna, apasiona, repele, deleita, ofende, aplaca, irrita, incomoda, atempera, transforma… Y todo junto, en cada momento de la existencia, de principio a fin. Sirve para que “el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla”: Cervantes es el maestro de maestros. No habría mundo sin la palabra. No hay futuro si no deja huella. Lo que nadie sabe bien todavía, sin embargo, es para qué sirve escribir. Nadie, ni siquiera el maestro. Sólo se sabe que la literatura es eterna, aunque siempre haya habido quienes aspiren al genocidio de escritores. Armas no les han faltado. La más común es la más letal porque es la del poderoso: incinerarlos en la hoguera, en el olvido o en la penuria. La última es la preferida en tiempos modernos, pero no la menos dañina. No obstante, la literatura existirá hasta el infinito. Aun cuando desaparezcan los escritores. Y es que la literatura sirve de algo y para algo es irreemplazable, por eso no hay poderoso que pueda exterminarla: sirve para la vida.
J
PABLO DEL PALACIO (Madrid, 1981). Su novela, Antes de conocerte, se publicará en la editorial Planeta el 8 de septiembre de 2016.
¿Qué es la literatura? Coincido con la primera de las definiciones de la RAE: la literatura es el arte de la expresión verbal. Y voy más allá: la literatura DEBE SER el ARTE de la expresión verbal. Por eso, a mi modo de ver, no es literatura ni la mitad de las cosas a las que se les llama así.
¿Para qué sirve la literatura? Pues, consecuentemente, como toda forma artística, creo que la literatura sirve para conmover los sentidos, para emocionar, con todo lo que ello conlleva. Para algunos, entre los que me incluyo, la literatura (como todas las disciplinas artísticas) sirve para dar un sentido (en el mejor sentido de la palabra «sentido») a la vida, a la existencia. Para que apetezca más vivir; porque hay cosas, como la literatura, que merece la pena estar vivo para poder saborearlas.
K
MARTÍN SOTELO (Toledo, 1982) es autor de La vida muerta (Alfabia)
La literatura sirve para vivir en otra realidad más verdadera que la que vivimos a diario; para ordenar nuestra realidad cotidiana, para entenderla mejor. También tiene un fin moral. Detesto las novelas con moralina o de denuncia social; considero que la denuncia está implícita en toda gran novela, pues es inherente a la mirada de quien escribe o lee siempre que esa mirada sea honesta, pero, por lo mismo, tal fin moral es para mí, si no necesario, insoslayable: escribiendo y leyendo uno tiende a simpatizar con tal o cual personaje, es decir, elige, discrimina, se hace elegante (el adjetivo elegante viene del verbo latino eligere, elegir, seleccionar), de tal forma que el escritor o el lector encontrará en la literatura espejos en los que mirarse con satisfacción, compasión, ternura u odio. Unas veces estaremos más de acuerdo con lo que dice don Quijote, otras con lo que dice Sancho Panza, dependiendo de nuestras experiencias y de la etapa vital por la que estemos atravesando. Es decir, la literatura sirve para conocernos mejor conociendo a los demás, y para conocer mejor a los demás conociéndonos mejor a nosotros mismos, para reconocernos o no en sensaciones y sentimientos descritos, para poner a prueba nuestro grado de empatía, para valorar las acciones de los personajes y valorar su carácter, congeniando más o menos con según qué personajes en detrimento de otros, esto es, teniendo claro a qué personaje nos gustaría parecernos y a quién no. Gracias a la literatura, podemos vivir mil vidas y quedarnos con la que más nos guste de una forma inconsciente y con total libertad, mientras vamos pasando las páginas de un libro sin darnos cuenta.
L
ESTHER BENDAHAN (Tetuán, Marruecos, 1964). Su última obra es Tratado del alma gemela (Ediciones del Viento)
La literatura es el oído, la voz y los ojos del mundo. Reúne todos los sentidos, incluso el olfato. Sin literatura el mundo sería tierra seca y quemada. (por cierto, en ese mundo descrito por Juego de Tronos no hay literatura, ¿no es extraño?). Sin literatura desaparecería el acontecimiento de la belleza o lo que es peor no conoceríamos las sombras de la historia, la verdad. Solo la palabra literaria, reactivadora del fuego de la metáfora extinguida, puede actuar como antídoto: “La literatura es, entonces, indispensable a la significación; consiste en reavivar las metáforas extinguidas en el fondo de un lenguaje convertido en sistema de señales.” (Sucasas citando a Levinas).
MARÍA IGLESIAS (Sevilla, 1976), es autora de la novela Lazos de humo (Temas de Hoy)
Cuando Raquel Sánchez nos propuso en Navidad grabar un vídeo sobre ¿Por qué leer?, respondí que por lo mismo que los niños devoran los pasteles: por placer.
[Se refiere a un vídeo solicitado por Raquel Sánchez a los autores de Dos Passos, para YouTube, Twitter y Facebook con el hanshtag #porquéleer. A día de hoy se han lanzado los de Mª Iglesias, Luis Eduardo Aute, Lea Vélez y Ernesto Pérez Zúñiga].
Tu variante ¿Para qué? me da la posibilidad de matizar. Mantengo que leer me da el gustazo de, como dice Vargas Llosa “vivir las mil vidas que deseo” y, además, la mía biológica con más intensidad. Sin embargo, íntimamente coincido con Luisgé en algo que me empeño en discutirle: que la literatura es búsqueda… infinita. Y, como tal, jamás sacia plenamente, de forma que notamos siempre ahí un hueco lacerante.
Pero más que la utilidad de la literatura quiero afirmar su ser. La literatura puede cumplir funciones varias, o ser vana o incluso mala. Mala, sí, egoísta y escapista. Como también Vargas Llosa escribe pueden resultar más útiles la ingeniería, la cirugía, la política o el activismo. ¿Cómo no dejamos cuantos escribimos/leemos, y ayudamos hoy ya a un huido de la guerra -como los bomberos en Lesbos- o a emigrantes y parados de nuestros barrios?
Útiles o no, literatura, pensamiento, arte son. Y constituyen nuestra esencia. No es una afirmación filosófica, sino científica. Así lo consigna el neurólogo Oliver Sacks en su autobiografía En movimiento asumiendo la frase del paleoantropólogo Staphen Jay Gould: “Los seres humanos son sobre todo, seres que cuentan historias. Organizamos el mundo como una serie de relatos”.
¿Servimos para algo nosotros? Probablemente Tierra y cosmos completarían una existencia más duradera y estable sin nuestra especie. Somos el infierno para los otros, que decía Sartre y también, por momentos, excelsos. Pero la constante es que somos discursivos, literarios, teatrales, musicales, cinematográficos. Aquellos de nosotros que no leen, ni van al cine, conciertos, teatros viven amputados.
Y su mutilación no es casual sino provocada por un sistema que nos quiere adictos a sustitutivos de lo que por naturaleza necesitamos: desde la multitud de inutilidades que compramos (oniomanía) alimentando esa fiera desbocada de la economía de mercado, hasta el vacuo runrun de las redes sociales, a las toneladas de ansiolítico y drogas, como la heroína que resurge en EEUU y la cocaína, protagonista del libro de Daniel Jiménez.
A pesar de lo cual, dormidos, o en la vigilia a chispazos, mientras quede uno de nosotros vivo, en este planeta o la galaxia que sea, se seguirá fabulando.
N
LUISGÉ MARTÍN (Madrid, 1962). Su última novela se titula La vida equivocada (Anagrama)
En una ocasión, un hombre se acercó a la que entonces era Ministra de Cultura del Gobierno de España y le dijo: «Su ministerio es el más importante de todos. Los demás se ocupan de lo que hay que hacer, el suyo se ocupa de lo que somos». Yo creo que esta reflexión define perfectamente lo que es la literatura y el arte en general. No hace carreteras, no eleva el PIB, no alivia el frío de invierno ni nos protege de los delincuentes, pero habla de lo único que nos importa: quiénes somos y qué hacemos aquí, en el mundo. La vida, bien mirado, tampoco sirve para nada, y no se nos ocurre cuestionarla. A partir de una determinada edad nos damos cuenta de que lo verdaderamente importante es lo que no tiene utilidad, lo que no puede medirse en términos contables.
ROBERTO SANTIAGO (Madrid, 1968). Su última novela es Los Forasteros del tiempo (Ediciones SM)
La única respuesta sincera que puedo dar es que no tengo ni la más remota idea. Lo que sí sé es que las cosas más importantes que he aprendido a lo largo de mi vida, han sido a través de las novelas, del teatro, de la poesía. En estos tiempos en los que todos somos, de alguna forma, resistentes ante distintas formas de violencia y de intolerancia, de verdad creo que el mejor argumento es siempre un buen libro, una buena historia, un relato bien escrito. Abrir los ojos, aprender, ser un poco mejores, tal vez para eso sirve la literatura.
P
MARTA DEL RIEGO ANTA (La Bañeza, León) ha publicado Sendero de frío y amor (Suma de Letras)
¿Para qué sirve la literatura? Para salvarnos.
Y ahora me preguntaréis, ¿para salvarnos de qué? Para salvarnos de nosotros mismos. De nuestras angustias, de nuestro aburrimiento vital. Porque no nos engañemos: para el noventa por cierto de las personas la vida acaba convirtiéndose en una rutina, más cómoda o menos, más fácil o más dura. Pero siempre un día tras otro día tras otro día.
Y de pronto, un libro.
De pronto un libro que te salva, que te saca con una sola oración de donde sea que te halles. Te saca y te echa a un pozo y tienes que gritar para poder escapar o te arrastra por una orilla de mareas o te deja sin aliento al contemplar el horror o al contemplar la belleza. Y cuando sales de ahí, de esas páginas, de esa oración, de esa palabra, eres otro. Has sobrevivido y has comprendido muchas cosas y miras a tu alrededor con ojos nuevos, con ojos que vuelven a estar llenos de curiosidad.
Q
ERNESTO PÉREZ ZÚÑIGA (Granada, 1971). Su última novela es La fuga del maestro Tartini (Alianza)
La literatura sirve para viajar por el tiempo y por el espacio.
He estado en la mente de Virgilio.
He estado en el canto de un poeta que quizá no existe y se llama Homero.
He estado en la fundación de Roma.
He estado en el beso de Circe.
La literatura sirve para viajar por el corazón del mundo y por la inteligencia del mundo.
He estado en el laberinto de nostalgia de Proust.
He estado en la quemazón de Madame Bovary.
Me he quemado en el segundo círculo de Dante,
donde penan los que han tocado el amor.
He tocado la hoguera de la cueva de Platón
y no me he quemado.
La literatura sirve para viajar a otras dimensiones
donde arden los ángeles de Rilke y de Blake
sin chamuscar las páginas. Arden también los ojos
maravillados en Tlon, Uqbar, Orbis Tertius.
Borges me ha enseñado a mirar la lluvia:
sin duda es una cosa que sucede en el pasado,
pero también el futuro es un libro.
La literatura sirve para crear el futuro.
Para hacer que otro mundo -más nuestro que el conocido, pero que todavía desconocemos, hasta escribirlo-
descienda a la palabra.
La palabra entonces se vierte en páginas como un río
que, al leerlo, se hace transparente y nos muestra realmente como somos: es decir, como aquello que imaginamos.
La literatura sirve para que sirva la vida.
PALOMA BRAVO (Madrid) es autora de la novela La piel de Mica (Plaza&Janés)
La literatura sirve para hacer preguntas y buscar respuestas, para abrir ventanas, para cambiar el mundo, para cambiar tu propio mundo. La literatura es un refugio y un estímulo; es compromiso y es esperanza; es humor, dolor, amor; es vida. La literatura utiliza la belleza, la incertidumbre y la emoción a transformarnos, movernos, incomodarnos. Claro que, a veces, la literatura no sirve para nada.
S
ANA CADENAS (Madrid, 1970) ha publicado una primera novela, Cuando nadie se lo espera (Click Editores)
Según cuenta Kate Morton en un reciente estudio, un grupo de científicos colocó a varias personas un aparato especial para medir su actividad cerebral mientras leían. Descubrieron que cuando leían algo en una frase se encendía la parte del cerebro que utilizamos para aprender. Sin embargo cuando leían la frase «el niño está corriendo por la hierba húmeda», se encendía esa parte del cerebro que solo se activa en alguien que está corriendo de verdad. Es decir, al leer, haces lo que están leyendo. Y eso es muy potente.
Y nada más que añadir, salvo que he tenido, tengo y tendré muchas vidas gracias a la literatura.
NATALIO GRUESO (Oviedo, 1970). La soledad (Planeta), es su primera novela
La literatura sólo sirve para hacernos daño. Lo mismo que el amor o los recuerdos felices, lo mismo que las buenas canciones y la amistad, lo mismo que las puestas de sol y el buen vino, lo mismo que la pasión y el deseo. Sólo sirven para hacernos daño, porque cuando nos faltan nos damos cuenta de que la vida sin ellas, sencillamente, no vale nada.
U
BEATRIZ RODRÍGUEZ (Sevilla, 1980). Su novela, Cuando éramos ángeles ha sido publicada en Seix Barral
La antena de mi televisión no funciona bien, la compré en El Corte Inglés, me costó un dinero. Quiero decir que no es de los chinos ni nada por el estilo, pero no hace contacto con la televisión y veo las imágenes como si me estuviera dando un ataque de epilepsia. Como no es una tele muy grande, el otro día decidí que, si la elevaba un poco, tal vez el cable entrara en el ángulo adecuado para que se estabilizara la imagen, cogí unos cuantos libros, más bien gorditos, y los puse debajo del aparato (ya digo que no es muy grande). Al principio pareció funcionar, pero en seguida la presentadora del telediario se desdobló en ángulos rectos aparentando algún tipo de exorcismo. Empecé a ponerme nerviosa. ¿Y qué hacemos cuando nos ponemos nerviosos con una televisión? Le damos de hostias. Al menos un par de ellas, en algún lateral, para que se entere de quién manda aquí.
Nada. Mi televisión es masoquista, pensé, le gusta que le zurren.
El sutil cabreo empezó a crecer y me senté en el suelo mirándola fijamente, con cara de indefensa, por si se apiadaba de mí. Desde esa perspectiva reparé en que uno de los libros que la sostenían eran los cuentos completos de Eudora Welty. Me enamoré de esa autora hace unos años. Sujeté la televisión con cuidado, cogí el tomo de mil páginas, le quité el volumen a la imagen saltimbanqui, y empecé a leer hasta que dos horas después la miré con suficiencia: seguía temblando sin sonido en una esquina del salón. Me pareció estúpida y la apagué. Continué la lectura un rato más y comencé a experimentar cierta sensación de euforia: el cabreo causado por mi caprichosa televisión escondía ciertos días de angustia ante todos esos problemas a los que nos enfrentamos de lunes a lunes y que tienen que ver, casi siempre, con una exacerbada atención que nos prestamos a nosotros mismos. La angustia fue sustituida por esa sensación de seguridad tan placentera que da una buena historia magníficamente contada, con el tiempo que otorga la palabra: pertinaz y sosegado.
La literatura nos convierte en extraños ante nosotros mismo. Nos obliga a olvidarnos del tedioso «yo»: no tenemos miedo, no tenemos deudas, no tenemos enemigos, no tenemos enfermedades, no tenemos envidia, no existimos. La literatura sirve para eximirnos de nosotros mismos durante un espacio de tiempo feliz.
FERNANDO BELTRÁN (Oviedo, 1956) Su último libro de poemas se titula Hotel vivir (Hiperión)
Estoy cada vez más convencido de que la literatura, los libros, la lectura, sirven realmente de poco en esta batalla tan perdida de antemano a la que hemos dado en llamar nuestra vida, y sin embargo…
Oh captain, My captain.
Cuánto abrigo, vencejos, intemperies domadas, ríos, trenes, amores, trampolines… Cuánta lluvia hacia arriba. Cuánto lobo estepario comprobando al fin que tras el frío animal de algunas tardes habita siempre la incurable mesilla donde aguarda la noche más oscura del alma iluminando sueños, transitando su tinta desahuciada entre hallazgos y pérdidas, entre sueños y adioses, entre héroes y tumbas…
Rulfo, Sábato, Barthes, Vallejo, Ferrater, Juan de la Cruz… Tantas hojas de hierba mascadas sin pudor sin que jamás la adicción se templara o se amansara el grito que allá lejos sentenció mi oficio. Mi vértigo también:
¡Gloria eterna a Walt Whitman!
X
PALOMA SÁNCHEZ-GARNICA (Madrid, 1962). Su novela, La sonata del silencio (Planeta), ha sido adaptada a la televisión y se estrenará próximamente en La 1 de TVE
¿Qué es la literatura?
La literatura es un elixir de vitalidad mental, intelectual y de conciencia.
¿Y para qué sirve?
Sirve para conocer nuestro pasado, para entender nuestro entorno, para reconocer nuestros propios miedos, nuestras carencias, para identificar inquietudes. Gracias a la literatura comprendemos mejor nuestro presente y estamos mejor preparados para enfrentarnos al incierto futuro.
Z
LEANDRO PÉREZ (Burgos, 1972). Ha publicado una primera novela, Las cuatro torres (Planeta)
¿Que para qué sirve la literatura? A bote pronto, diría que sirve para alargar y acortar el tiempo. Para estirarlo y degustarlo, en buena compañía. Borges cerró así el epílogo a sus obras completas: «Somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros». Leyendo somos otros, gratamente.
Termino con varias frases que he recogido de un reportaje de Rodrigo Fresán, que no tiene desperdicio, titulado “Literatura: instrucciones de uso” en El País del domingo, 7 de febrero.
“… la literatura es un catálogo de posibles existencias que nos ayudarán a formar y conformar la nuestra. (…) También es aplicable a la idea de leer nada más que Juego de tronos. O de sentirse exculpado de todo repitiendo eso de que las series de televisión son la nueva gran literatura sin antes haber pasado por Shakespeare o Dante o Cervantes o Tolstoi o Dickens o Nabokov o Borges y siguen las firmas”.
“El no leer, en cambio, no tiene ninguna ventaja y sí demasiados efectos residuales”.
“Nunca olvidaré las palabras de aquel cuyo nombre no diré pero, orgulloso, me lanzó un “yo no leo ficción porque no me gusta que me cuenten mentiras”. Que en paz descanse aunque siga vivo, o eso crea él”.
“Y de acuerdo: Tal vez la literatura no sirva para salvar al mundo, pero sí que te ahorrará unos cuantos billetes de esos que gastas acostado en un diván recitándole a un casi desconocido el cuento de la nunca muy bien redactada novela de tu vida”.
Aquí dejo el enlace:
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/02/03/actualidad/1454497660_313853.html
La literatura sirve para que el pasado nos hable, para hablar al futuro.
Gracias por incluirme, Miguel, y sobre todo por abrirme las puertas de Dos Passos.