Estamos en la era de las series televisivas y hemos llegado a tal punto que en cada conversación sale casi siempre el tema: ¿habéis visto House of cards?, no, la tengo pendiente, ¿y Breaking bad?, ¿Mad men?, ¿Fargo?, y así todo el rato. Pero ocurre que en ese intercambio de títulos y de opiniones, nadie, o casi nadie nombra una serie española, si acaso desde hace poco El Ministerio del Tiempo.
Por eso yo quiero hablar hoy, aquí, de Cuéntame cómo pasó (La 1 de TVE) para decir que en sus 302 capítulos nunca me ha defraudado, y aunque me hayan gustado mucho los que correspondían a los años 60 y 70, porque el tono melancólico de la narración me recuerda haberlos vivido yo de forma muchas veces parecida, al menos en la actitud política, en los gustos musicales, en estos últimos capítulos, de la época democrática -en 1984-, algunos siguen dejándome clavado en el sillón, como este último en el que se cuenta al final una vendimia en el pago familiar de Sagrillas, en la que participa en pleno la familia Alcántara. Pero para llegar a ese happy end hay que conocer el conflicto que colea bastantes capítulos atrás, con las tensiones que sufren a causa de un exsocio de la bodega que regentan Antonio (Imanol Arias) y Merche (Ana Duato), ahora apoyados por sus hijos. Un conflicto enquistado por la envidia que tienen a esta familia a la que nada se les pone por delante, a pesar de sus propios problemas internos, y que ahora, gracias al coraje y al arrojo de Inés (Irene Visedo), su hija, actriz, consigue traer de la ciudad al pueblo de Sagrillas a sus colegas del teatro que se convertirán, durante una jornada gloriosa, en una cuadrilla de improvisados vendimiadores, que convierten aquellas vides castellanas en un idílico paraje provenzal.
Lo que le da al final un aire épico, es que Julia (Claudia Traisac), la hija del malvado exsocio, enamorada de Carlos (Ricardo Gómez), el hijo menor de los Alcántara, se una a la cuadrilla de vendimiadores que convertirán este duro trabajo de recolectar la uva en un acto de amor y de solidaridad. Un apoteosis final que es un ejemplo de buen cine, en el que no falta nada: la música, el color, la ropa, los rostros mirándose sonrientes, la emoción de todos, y la del padre, Antonio Alcántara, que levanta la vista y les conmina, orgulloso, a seguir con la tarea, la de su mujer, Merche, que pone en su mirada todo el amor que siente por él; del hermano de Antonio, Miguel, el otro Alcántara, indispensable papel que hace Juan Echnove, y al que su hermano llama De Gaulle por haber estado muchos años exiliado en Francia; el orgullo de Carlos, quien se está haciendo todo un hombre con hidalguía, un personaje que es todo corazón y que es, además, el hilo conductor de la serie; su primer gran amor, Karina (Elena Rivera), que recién redescubre sus sentimientos hacia Carlos, correspondido, y las miradas que se cruza con Julia, al descubrirse enamoradas del mismo hombre, y tras darse cuenta, sus sonrisas cómplices…
¿Se nota que he quedado impresionado?, pues solo falta decir que lo que cantan es la Canción de los vendimiadores, el poema de Miguel Hernández, que mi hermano, Chema, se encargó de buscarme, así como la imagen en you tube que incorporo.
Si vas a la vendimia,
mi niña, sola,
volverás con la saya
de cualquier forma.
Y a pocos meses
te rondarán el talle
sandías verdes.
De la vendimia vengo
sola, mi niño,
con la saya ordenada
y talle fino.
De la vendimia
vuelve revuelto el talle
que se malicia.
A la vendimia, niñas
vendimiadoras.
A la vendimia, niña,
que ya es la hora.
¡Si vendimiara
el ramo de tu pecho
y el de tu cara!
A la vendimia, niños
vendimiadores.
A la vendimia, niño,
van mis amores.
Mas con el cuido
de no perder las hojas
ni los racimos.
Enriquezco tu mano
cortando uvas
cubiertas por los soles
y por las lunas.
¡Ay si quisieras
que cortara tus besos
con mis tijeras!
Cuando pisa racimos
tu abarca verde,
tu pie se vuelve sangre,
mi sangre nieve.
Pisa las uvas,
que como mis amores
ya están maduras.
21 de marzo. La poesía
Y mientras yo pensaba en qué poema iba a rescatar para ese día me llega un correo de Samantha Bermejo, la poeta -porque ya podemos llamarla así-, alumna de Enfermería que los lectores de este blog conocen bien, y me dice:
«Llevaba unos días pensando en cómo escribir otro poema y he visto que hoy era el Día Internacional de la Poesía y me ha dado una idea recordando a Bécquer, que fue el primer poeta que leí cuando era niña. Quería compartir contigo mi pequeña aportación.
Por cierto, me encantó la iniciativa de #Porquéleer y la lista de recomendaciones que subiste, he leído bastantes, pero ya tengo más de un título pendiente que no conocía».
¿Qué es poesía?
Pienso mientras siento a Bécquer buscando mi pupila azul
¿Qué es poesía?
Me pregunto mientras la locura emana de tus ojos marrones
mientras la luz acaricia tu piel
y mi mano juega a acariciarte,
mientras me detengo al besarte
tan sólo para decirte te quiero
Preguntar qué es poesía es cómo preguntar qué es el amor
Querer definir lo que siento cuando te veo
y lo que siento cuando me alejo
El amor es poesía y la poesía es amor
Igual de fuerte, igual de doloroso, igual de bello
El paraíso inhumano al que buscamos llegar,
aquello intangible que queremos tocar
¿Qué es poesía? ¿y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú
¿Se puede decir mejor?, ¿se puede articular con más sentido, hilar con más gracia los versos de nuestro mejor romántico y traerlos a su terreno? Enhorabuena, y no solo a ella sino también a nosotros como lectores porque tenemos la suerte de saludar a una poeta que sin duda dará que hablar, y muy bien, por cierto.