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REVISTA DE BARES

26 de noviembre de 2015
por Miguel Munárriz
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BAR sloppy joes bar

En 1987, Carme Riera y yo le hicimos una entrevista a Jaime Gil de Biedma. Al acabar, me fui con Jaime de copas por Barcelona. Fue una especie de periplo que emulaba su “Revista de bares (o Apuntes para una prehistoria de la difunta gauche divine)”, recogido en su libro El pie de la letra (*), un conjunto de ensayos sobre vida y literatura, temas fundamentales en la obra del poeta. “El bar es una estilización urbana de la taberna”, escribe Gil de Biedma en este libro. Fue una tarde memorable en la que Jaime, como un caballero británico, me presentó a sus camareros. Sé que debería haber apuntado los nombres de los bares en los que entramos y salimos, tomando dry martinis acodados en cada barra, aunque no importan tanto los lugares en los que charlamos de poesía todo el tiempo, como las cosas que Jaime me contó, entre ellas un episodio de insomnio que había sufrido hacía unos años en el que, para dormirse, “en lugar de contar ovejitas”, me dijo, “recitaba de memoria los versos del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz”. “Para ser poeta”, me dijo también un poquito achispado, “hay que pagar un precio muy alto”.
Tal vez hayamos estado en el Stork o en el Flamingo, en el Elephas o en La Gàbia de Vidre, quién sabe si en ninguno, o si ni tan siquiera seguirán en pie o se han convertido en escenarios de película de ciencia ficción, con personas sentadas a sus mesas manipulando como autómatas sus teléfonos móviles.

(*) El pie de la letra. Ensayos 1955-1979. Editorial Crítica, 1980. Esta es la primera edición del libro que yo he manejado, y que salió como una colección de Lecturas de Filología dirigida por Francisco Rico. Jaime Gil dedicó el libro a ”A mi amigo Josep Madern, por las veces que hablamos de vida y literatura».

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Salvando las distancias, voy a hacer mi propia Revista de bares madrileña. Una sana costumbre para mantener en pie las relaciones humanas en un ámbito propicio para la felicidad. Estos bares, en puridad, son restaurantes en los que suelo comer habitualmente. Hay más pero, como decía El Jueves con sus portadas, estos son, hoy, los elegidos.

La Tavernetta. Esta trattoria la lleva como un guante a su medida, que es la medida de todos sus clientes, el sardo Angelo Loi, maestro en cordialidad y un profesional de los fogones, si está de vacaciones la cocinera oficial, la dulce Flor, una abuela filipina que parece que acabara de cumplir los 40. Local pequeño y acogedor, Angelo y todo su equipo han conseguido que La Tavernetta sea un lugar indispensable para comer bien, al tiempo que disfrutar del ambiente y reconocer a los amigos que gozan a diario de la alegría contagiosa del lugar. Lo mejor es dejarse guiar por lo que te propongan, tanto él, como Manuela o Javier, ya sea cuscus sardo, pasta con gamberini o el sin par escalope (por encargo y al que Flor le pone todo su cariño), y al que mi devoción me impulsó a escribirle una oda, al modo de las odas de Neruda. De aperitivo, queso, mortadela, aceite y una copa de vino, a mí me gusta empezar -y a veces seguir- con un buen godello. Y antes, para abrir boca, un Aperol Spriz. (Orellana, 17. T. 913 19 23 90).

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Angelo Loi ante la cocina de La Tavernetta

El Sexto. Moderno y acogedor, este resturante nació hace poco tiempo con vocación multidisciplinar. Tiene dos pisos en los que, además de comer, se puede disfrutar de copas con muy buen ambiente. El restaurante lo pueblan a diario una clientela variopinta, es decir, familias, ejecutivos, parejas… El personal es cálido y profesional y siempre está atento para ofrecerte un aperitivo mientras eliges qué platos entre tres primeros y tres segundos te apetecen. Solo por 14,50€ incluida bebida y postre. Calidad asegurada. (Fernando VI, 6, T. 608 56 61 04)


Taberna Laredo. Empezó hace más de 15 años llamándose Mitulo, en la calle Doctor Esquerdo, un mínimo local que siempre estaba lleno. Pero los camareros de la barra, perfectos anfitriones, te veían entrar siempre y con cortesía -no voceando en plan cheli: “Al fondo hay sitio”, te saludaban y te atendían con calidez y profesionalidad. A los fogones David, y en el local, su hermano Miguel hacían las delicias de los clientes: gourmets de todo tipo y condición. Lo siguieron haciendo cuando tuvieron que ampliar y se fueron a Menorca, 14, y actualmente en el número 30 de Doctor Castelo, en donde permanecen aumentando el éxito que radica -qué cosa tan fácil y tan difícil a la vez- en atender a los clientes con interés y dar de comer y de beber lo mejor.

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Comedor de la Taberna Laredo

Miguel continúa al frente del restaurante aconsejándote los mejores caldos, y David es el chef que en la cocina inventa todo tieso de bondades para hacerte feliz. Hace más de 10 años llevé a Ángel González con algo de inquietud porque él era más bien clásico al elegir las viandas y el vino (siempre Rioja), y recuerdo lo bien que lo pasó con el pulpo en el que las patatas eran un puré ligero, porque lo que caracterizó a Laredo fueron sus innovaciones sin perder de vista la base de la cocina, lo que David aprendió de su madre, fundadora del Mitulo. Miguel eligió un vino de “una bodega que está haciendo unos caldos muy interesantes, etc.”, pero en eso Ángel era fiel. La segunda botella fue un Rioja. (Doctor Castelo, 30, T. 91 573 30 61).

Minabo. Este japo, con una trayectoria de muchos años, mantiene y aumenta su calidad y su saber hacer. Al cuidado de las mesas está Reinel, que mantiene con sus clientes un trato exquisito y familiar y te asesora como nadie, lo que te asegura que vas a comer lo mejor sin tener que mirar la carta. Salmon tower, sashimi serranito o los ceviches…, todo en este local coqueto y tranquilo merece la pena.(Caracas, 8, T. 913 08 22 77)

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Mercato Ballaro. Conozco a Angelo Marino, como a Angelo Loi, desde sus inicios en Madrid con la formidable Taverna Siciliana, con la que entraron con una cocina propia, con raíz mediterránea. El Mercato tiene en su entrada un primer comedor, informal, donde comer  todo tipo de ensaladas, el vitello tonnato o los platos que se pueden degustar en el piso de arriba, agradable y más tranquilo, como puede ser un sabrosísimo pulpo picante, y, siempre, las alcachofas así como cualquier pescado que te proponga Rosa. (Sta Engracia, 24, T. 913 08 49 66)

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El tiramisú del Mercato

Premiata Fornería Ballaró. Angelo Marino acaba de inaugurar este restaurante colorista y simpático, cuyo horno de leña es una pieza fundamental para conseguir que sus pizzas resulten así de sabrosas. No cierra ningún día de la semana y tiene un sistema de grifos tras la barra con los que Branco y Enzo, maestros en saber lo que te gusta, ofrece unos vinos jóvenes que abren el apetito. (Santa Engracia, 90, T 915939133).

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Premiata Fornería Ballaró

 

LAUREL

En el Día Internacional contra la Violencia de Género:

«…pues el hombre no trastorna jamás la historia de la colmena, porque en cada una de las antenas de estos seres existe desde tiempos ancestrales un sentido desconocido que palpa y mide el alcance de las tinieblas y mientras viva una de ellas el desaliento no entra nunca en la ciudad de las castas bebedoras de rocío».

De La vida de las abejas, de Maurice Maeterlink

 

Sobre el autor
Este blog se llama “Ayer fue miércoles toda la mañana”, en honor al poeta Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008), por eso publico un post cada jueves. En el segundo verso de este poema, el poeta le da una leve vuelta: “Por la tarde cambió: se puso casi lunes”.
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    Miguel Munárriz

    Ayer fue miércoles
    toda la mañana

    He decidido salir a la palestra cada jueves. Este blog se llama “Ayer fue miércoles toda la mañana”, en honor al poeta Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008), que escribió este poema que comienza con ese verso y que en el siguiente le da la vuelta: “Por la tarde cambió: se puso casi lunes”.

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