Dice Alberto Savinio en su Nueva Enciclopedia, a propósito de la entrada “Cultura”, lo siguiente: “La cultura tiene por objeto principal dar a conocer muchas cosas. Y cuantas más se conocen, tanta menos importancia se da a cada cosa: a más fe, menos fe absoluta. Conocer muchas cosas significa juzgarlas más libremente y, en consecuencia, mejor”.
Este extracto me ha hecho recordar a Luis Eduardo Aute, a lo que Aute representa en el arte, a lo que siempre ha hecho con la música que ha compuesto, con los cuadros que ha pintado y con las películas que ha dirigido. Es decir, que Aute ha practicado esta parte de la cultura a que se refiere Savinio en su excéntrico libro que, dicho sea de paso, es una atractiva manera de acercarse a las cosas cuando las cosas empiezan a no servir tal y como las conocemos. “Tan descontento estoy de las enciclopedias”, dice Savinio, “que me he hecho la mía propia para mi uso personal”. Esto también me recuerda a Eduardo en cuanto que todo lo que ha hecho ha sido construirse un mundo propio, a su medida, porque el que habitaba estaba incompleto, y así, 47 años después de que grabara su primer disco (antes sólo escribía para otros), los autistas hemos tenido la suerte de poder elegir una vida instalada en esas coordenadas lunáticas que Aute ha ido creando en cada canción, porque Aute, como Baudelaire, ya no escucha a la musa, sino solamente a la voz de su propio corazón.
“El amor en un país de ateos, es capaz de conseguir que adoren hasta la divinidad”, escribió el conde de Rochester. En ese mismo país de ateos, para Ángel González, si Dios está en alguna parte, es en la música.
Aute habla del amor como de un milagro, como una unión común, o sea, una comunión, un acto amoroso en el que dos alcanzan el orgasmo y se transforman en dioses. Entre la música y esa unión de dos cuerpos en armonía “El verbo se hizo carne / tuya/ y carne / mía/ y conjugó entre nosotros”. Y en el tándem Amor-Dios estos versos finales de “El universo” nos llevan al apoteosis de la carne en su más alta espiritualidad: “Disuelto en tus entrañas / de líquidos secretos / desentrañaba el nudo / de Dios y su Misterio”, y encabeza este poema con una cita de Cioran que dice: “En pleno delirio sexual, cualquiera tiene el derecho a compararse con Dios”. La canción “Sin tu latido” contiene un verso en el estribillo, con el que titulo este escrito, que va más allá, a la unión del cuerpo y el alma: “Ay, amor mío, / qué terriblemente absurdo / es estar vivo / sin el alma de tu cuerpo / sin tu latido”.
Luis Eduardo Aute es un poeta que ha cantado al amor, las más de las veces a ese amor que se ha perdido y por el que se llora, como mandan los cánones; pero también lo ha desdramatizado, y ha fundido el amor y el humor. Así, desmitifica, ironiza y humaniza el tema amoroso con canciones como “Una de dos”, “Ay de ti, ay de mí” o “Pumpum, Pumpum” en la que tras contar que el corazón es insensible, que ni siente ni padece y que no es otra cosa que una víscera, que padece soplos, taquicardias, etc., termina diciendo que siente que se asfixia, que tiene un dolor que le golpea, que le traspasa ”… pumpum, pumpum, pumpum, / que me crucifica, pumpum, pumpum, pumpum, / cuando tú me dejas, corazón”.
Hace ya muchos años, una noche en que Luis Eduardo Aute actuaba en un cine de Oviedo –allí se juntó el cine, la música, la poesía (¿Eduardo preguntaría: ¿no es lo mismo?) –Aute supo que Ángel González estaba entre el público y le invitó a subir al escenario, conocedor del gusto del poeta por los boleros. Ángel González subió, carraspeó mientras le tomaba el pulso a la guitarra, y se despachó a gusto con un par de boleros que contribuyeron a aumentar el clima de amor del que Eduardo se había encargado hacía rato de crear.
Hemos visto, pues, que Aute es un autor que maneja todos los registros poéticos y no sólo cuando se trata del amor y sus misterios sino también al adentrarse en el tema político, denunciando situaciones concretas –la guerra, la corrupción–, (hace tiempo que Aute vaticinaba que “La guerra que vendrá / será / la más hortera de todas las guerras / que ha habido y habrá”), u otras denuncias tan necesarias como la falta de ética, y me estoy refiriendo a La belleza: “…Y me hablaron de futuros / fraternales, solidarios, / donde todo lo falsario / acabaría en el pilón. / Y ahora que se cae el muro / ya no somos tan iguales, / tanto vendes, tanto vales, / ¡viva la revolución! / Reivindico el espejismo / de intentar ser uno mismo, / ese viaje hacia la nada / que consiste en la certeza / de encontrar en tu mirada / la Belleza”. Estas dos canciones están incluidas en el disco Segundos fuera que debe de ser uno de los más combativos que se han escrito, con títulos tan expresivos como “Todo es mentira”, “Va como va”, “Cómo te atreves” o el que da título al álbum.
La obra poética de Luis Eduardo Aute es de una coherencia máxima. Desde sus alegatos contra los burgueses o sus versos a favor de la libertad desde Rosas en el mar, pasando por los Aleluyas como una marca de la casa inconfundible, hasta ese destello poético que es “Alas y balas” que, por cierto, apuntaba ya en uno de los versos de Aire: “…algo más que los vuelos y revuelos / de tus alas y balas”, o como en “Alevosía” que avanzaba lo que vendría después en su disco Animal (“Más que amor, lo que siento por ti / es el mal del animal”), un disco en el que me gustaría detenerme porque me parece una de las aventuras más interesantes en las que se metió el artista; más tarde vendría una nueva aventura en forma de película dibujada llamada Un perro llamado dolor, que es otra forma sublime que tiene Aute de atraparnos en la Belleza. O en su última película dibujada, la más reciente a la que acompaña las canciones de El niño y el basilisco.
Con Animal, Aute escribe lo que él llama Poemigas y experimenta con todo: con la música, la letra, la voz y hasta con los tiempos de cada canción. La más larga, Ánimo, animal dura 4 minutos, 43 segundos, y la que menos 0,30; entre ambas, y hasta un total de 25 poemigas, los hay de 1,40, de 0,58 o de 1,03 minutos. Un experimento por el que planean las vanguardias, Duchamp, Buñuel, Eluard, y también el cine, la literatura y el caligrama en un original juego de hacer versos. El final es una invitación a comprarse “la próxima vez un libro de reclamaciones”, y concluye: “Como si no hubiera otra cosa que hacer, / tú, / ¡hala…! / leyendo estas incontenidas incontinencias / sin-con, sin-con, sin-con- / tenido”.
Luis Eduardo Aute escribió “Siglo XXI”, una canción-homenaje al poeta argentino Santos Discépolo, autor del tango Cambalache, cuya letra sigue teniendo idéntica vigencia que cuando la escribió (“…el que no llora no mama / y el que no afana es un gil”). La primera estrofa de la canción de Aute dice así: “Siglo XX, cambalache, problemático y febril /anunció Santos Discépolo, un poeta del 2000 / y profeta en aquel tango que cantó a la corrupción / que gobierna las cloacas de la humana condición”. El tango está en algunas de las canciones de Luis Eduardo Aute y aparece de una forma u otra: en el bandoneón que suena de fondo en “Aire, aire”; en el homenaje a Carlos Arjona en forma de elegía en “Che, qué mal” o en su particular versión del cambalache de nuestro tiempo a que hacíamos referencia, en “Imán de mujer”, en donde vuelve a recordar: “Que el mundo fue y será una porquería / ya lo dijo Enrique Santos / y hoy tengo un día de esos en que sufro / toda esa poesía cruel, / aunque me temo que yo mismo soy quien / me produzco más espanto / al verme comprendiendo las razones de Caín / matando a Abel”.
Con esta declaración decididamente Autista he intentado acercarme a la obra poética de uno de los autores vivos más importantes del siglo XX. Un autor por el que respiran Aleixandre, Carlos Edmundo de Ory, Lorca, Monterroso, Sábato, Scott Fritgerald, Goya, Quevedo, Jacques Brel, Stevenson…, y que nos ha dado canciones como “Al alba”, “Las cuatro y diez”, “Mira que eres canalla”, “Albanta” “No te desnudes todavía”, o todas las que componen uno de sus últimos y mejores discos: Intemperie.
ANIMAL de MANILA
sería
este autémata
que ya
soy
Me gustan mucho los Jueves. Deliciosa lectura la de hoy.
Leyendo esta entrada en el blog uno se da cuenta del cariño que profesa quien lo escribe hacia un grande como Aute.